Opinión

¿Lo quiere de verdad Marruecos?

El verdadero problema es si Marruecos quiere. El otro día, la consejera de Hacienda, Dunia Almansouri, en la clausura de las Jornadas que sobre el Plan Estratégico de Melilla 2020-2029 se realizó y donde también participó el presidente de la Ciudad Autónoma, Eduardo de Castro, vino en señalar que la ciudad nada más que tenía dos salidas: convertirse en la puerta de entrada y salida de las relaciones entre la Unión Europea y el Norte de África o bien convertirse en una isla.

Por supuesto, que todo el mundo entiende que Melilla está en la obligación de explotar su situación geográfica. Llevamos décadas pregonando este axioma, pero hasta ahora ha sido imposible convertirlo en una realidad y muchas han sido las circunstancias. Por supuesto, no es el momento de echar la vista atrás sino de mirar hacia el futuro porque lo demás es perder el tiempo.

Llevamos ya tiempo y tiempo hablando de dos posibilidades: apuntar a la posibilidad de ‘Más Europa y más España’ mirando únicamente lo justo hacia el otro lado de la frontera o la posibilidad que apunta la consejera de Hacienda en cuanto a convertirnos en la puerta de entrada y salida de la Unión Europea con los contactos con el Norte de África.

Ante estas dos posibilidades nadie es tonto y siempre apostaría por la segunda de las opciones porque si tenemos más puertas abiertas mejor nos irá a todos. Pero también debemos ser realistas porque para que la segunda de las opciones fuera una situación verdaderamente palpable resulta que no solamente basta la opción y la decisión de los melillenses y de su clase política.

Para que se convirtiera en una realidad se necesita también la opinión del otro lado de la frontera, es decir de los marroquíes y de su clase dirigente. Hemos hablado en infinidad de ocasiones de lo que Melilla puede representar desde varios puntos de vista a los ciudadanos marroquíes, pero las pruebas de los últimos años nos dicen todo lo contrario.

El país vecino lleva ya tiempo jugando al estrangulamiento económico de Melilla y de Ceuta y no parece, por supuesto, que la situación pueda varias a corto plazo. La reivindicación territorial que sigue defendiendo Marruecos parece ser el principal impedimento porque el pensamiento de cualquier acción de buena vecindad, desde todos los puntos de vista, a la es imposible para los dirigentes marroquíes donde el pragmatismo no es uno de sus fuertes. No son capaces de dejar de lado la reivindicación territorial y apoyar la creación de una gran zona de riqueza que, al final, beneficiaría a las dos partes de la frontera.

Todos sus movimientos a lo largo de los últimos años así lo demuestran, siendo la principal medida el cierre, de manera unilateral, de la aduana comercial con premeditación, alevosía y nocturnidad. Y aunque el Gobierno español ha manifestado en varias ocasiones que siguen tratando con Marruecos su reapertura, está más que claro que es una quimera que nunca se volverá a producir.

Tiene razón la consejera de Hacienda cuando plantea el escenario ideal para el futuro económico de Melilla. Todos apostamos por su planteamiento, pero volvemos a repetir que es cuestión de las dos partes y que una de ellas no parece estar en esa sintonía. Necesitaríamos de ese pragmatismo de las autoridades marroquíes quienes, desde luego, sin renunciar a esa reivindicación territorial, como nosotros tampoco vamos a renunciar a la españolidad de las dos ciudades autónomas, fuéramos capaces de llegar a un entendimiento. Ojalá fuera así, pero lo dudo desde luego. También podríamos soñar, pero de ello no se come.

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