PARECE que desde que cambió el Gobierno en Melilla se acabó la crisis. Así piensan quienes critican a los sectores de nuestra ciudad que han reconocido a El Faro que empiezan a ver luz al final del túnel. Les ha caído un aluvión de críticas por no haberlo reconocido antes, cuando estaba el Ejecutivo anterior y todas las noticias eran malas-malísimas y parecía que de nuestra presencia en la tierra sólo iban a quedar en pie las patellas ferrugíneas para dar fe de la existencia pretérita de un lugar llamado Melilla.
¿Qué se supone que tenían que haber dicho gasolineras, autoescuelas, taxistas y algún sector del comercio a la pregunta de El Faro de si se acabó o no la crisis? ¿Que estamos peor que nunca?
No hay nada de malo en reconocer que la crisis va quedando atrás. Eso, en ningún caso, se puede asociar a la formación del gobierno tripartito (Cs-PSOE-CpM) en la Asamblea de Melilla porque, que yo sepa, a día de hoy no han anunciado una sola medida que pueda ser atribuida al desatasco de nuestra economía.
De la crisis nos están sacando los empresarios de esta ciudad, que se han apretado tanto el cinturón que se han dejado hematomas en la cintura. Ellos son los que crean empleo, los que abren negocios y los que arriesgan.
Desde las Administraciones públicas se dan ayudas, es cierto, pero muchos emprendedores no las piden porque les obligan a rellenar tantos papeles y hay que cumplir tantos requisitos que se resignan y pasan de largo.
Con eso tenemos que acabar. No sólo en Melilla. En toda España. A la iniciativa privada hay que ponérselo fácil e intentar hacer algo por los millones de autónomos de este país que tienen recortados sus derechos laborales.
Pero volviendo al tema de Melilla, es absurdo que se señale con el dedo a empresarios de esta ciudad sólo porque admitan que hoy les va algo mejor que el verano pasado. ¿Qué hay de malo en ello?
Quienes les critican son los correveydile de los que estaban en el poder hasta hace poquito. Es un subgrupo de lamebotas que se mantiene agazapado porque aspira o aspiraba a tener prebendas que sólo se ganan agitando palmas y haciendo la pelota. No estamos hablando de los lumbreras sino de gente común y corriente con aspiraciones discretas. No quieren ser ministros y probablemente dirían que no si algún pirado les pide que acepten el cargo.
Ellos conocen sus limitaciones y sólo quieren seguir en su pueblo, marcar su territorio y vivir bien, que en estos lares es casi lo mismo que chupar del bote sin que se note. En segunda o tercera fila para no recibir guantazos, pero leales a quien tú sabes.
Señores, tengo una mala noticia que darles: la crisis se acabó en España, al menos, de momento. Ya era hora de que se acabara en Melilla. Otra cosa es que hablemos de la frontera, de la aduana y de las relaciones con Marruecos. Eso estaba mal y va a peor.
Es bueno que los barcos estén llenos; que la gente compre maletas, llame a los taxis y se apunte a una autoescuela. Deberían alegrarse por ello porque eso es bueno para Melilla.
Señalar a éste o aquel es absurdo y como esto es una ciudad pequeña, hace sentir incómoda a la gente. Ya vale de ‘enmierdar’. Esto no está para tirar cohetes, pero nos estamos recuperando. Eso no debería escocer.
Tampoco vamos a ahora a fiarnos; a endeudarnos hasta las cejas y a quemar la tarjeta con ansias de libertad. Si algo aprendimos con la crisis fue que préstamos, los justos. Es mejor gastar lo que tenemos por si esto es ciencia-ficción y nos pilla con el pie cambiado.
Unas segundas elecciones generales en España no son buenas para nadie, especialmente para nosotros que estamos empezando a ver esos brotes verdes que vio Zapatero en junio de 2009 a pocos días de que la crisis empezara a abofetear y a desahuciar a millones de familias españolas de clase media.
Que empecemos a respirar un poco no significa que estemos bien. Hay que recomponerse porque los años de escasez y privaciones han sido muchos y muy largos.
Estamos algo mejor, sí, pero hay mucho que mejorar todavía, especialmente en materia de contratación indefinida y subida de salarios. La crisis nos machacó los sueldos y al final la gente no consume porque de donde no hay, no se saca.
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