El paso fronterizo de Farhana permaneció ayer cerrado durante media hora. Y Barrio Chino estuvo cortado toda la mañana, según manifestó el Sindicato Unificado de Policía a El Faro, aunque la Delegación del Gobierno lo negó.
La explicación oficial es que permaneció abierto con normalidad, aunque extrañamente ningún porteador quiso atravesarlo llevando mercancía de vuelta a Marruecos. En el mejor de los casos, uno de los pasos cerró 30 minutos, otro no se utilizó por alguna desconocida razón y el tercero sufrió la presión de todos los porteadores. ¿Quién decidió que el tránsito entre Melilla y Marruecos no se desarrollara ayer con normalidad? Si aceptamos las explicaciones del Ministerio del Interior referidas a lo sucedido este martes en el paso fronterizo del Tarajal en Ceuta, se trata de hechos “excepcionales”, “no políticos” y que surgen de manera espontánea. A quien conozca Marruecos desde la distancia no le costará creer que en ese país suceden hechos fortuitos, incluso relacionados con la política o el orden público. Quienes conocen con mayor detalle a nuestros vecinos saben que es un Estado que cada vez tiene menos capacidad para movilizar a su población, aunque no por ello le faltan recursos para marcar líneas rojas y capacidad para impedir a sus ciudadanos cruzarlas. Desde luego, esas líneas no aguantan mucho tiempo dibujadas en Melilla o Ceuta. Se ha establecido una muy clara para el problema de la inmigración, pero el asunto de los pasos fronterizos, el tránsito de personas y mercancías, el desalojo de la ‘tierra de nadie’ son otra cosa. Aquí hay un evidente ‘dejar hacer’ por parte del gobierno del país vecino. Sólo así se explica que uno de estos porteadores propinara hace unos días un corte con un arma blanca a un subinspector de Policía en la frontera de Melilla y regresara a Marruecos con absoluta tranquilidad. Sólo así se explica la “excepcional”, “no política” y espontánea revuelta registrada este martes en Ceuta. Hechos de ese calibre en un país con un gobierno preocupado por cumplir y hacer cumplir la ley hubieran llenado las comisarías de detenidos a la espera de pasar a disposición judicial.
Tampoco se buscarán responsabilidades a los hechos que ocurrieron ayer en Melilla, menos graves si se comparan con los sucesos del día anterior en Ceuta, pero inconcebibles en un país desarrollado. Los sindicatos policiales, con afiliados que ‘sufren’ la frontera a pie de calle, aseguran que los puestos fronterizos del país vecino funcionan como un pequeño reino de taifas en el que cada aduanero es un pequeño reyezuelo que dispone según sus intereses, generalmente de carácter económico. Con esta perspectiva, cuando la apertura o cierre de un paso fronterizo depende de que el jefe de la aduana y los comerciantes marroquíes lleguen a un acuerdo, poco se puede esperar.
Sin embargo, la corrupción, la falta de orden, la ausencia de ley no son el problema más importante. El mayor inconveniente es que el Gobierno marroquí no demuestra mucho interés por resolverlo, por solventar esa tercermundista desorganización.
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