Quédate en casa

En los pocos días que llevamos de reclusión en casa, debido al estado de alarma y a la necesidad y responsabilidad colectivas de contener la propagación del coronavirus, las familias hemos podido sacar ya unas cuantas lecciones.

Una de ellas es que el confinamiento nos lleva a darnos cuenta de todo lo que nos hace falta para pasar más tiempo juntos o para compartir horas y espacio con nuestros padres, hermanos, hijos, pareja…

Ahora nos damos cuenta de que nos faltan, por ejemplo, más libros, sudokus, juegos de mesa y nos urge rescatar (o comprar) una bici estática o una cinta de correr de esas que normalmente se llenan de polvo en las casas y terminan por usarse como perchero.

Nos falta, además, la costumbre de conversar de lo que nos pasa sin tener que recurrir continuamente a contar lo que nos llega por WhatsApp o vemos en la tele o redes sociales. Nos faltan ganas de hablar con los nuestros de nosotros, de los que nos gusta, de los que nos preocupa o nos afecta; de los proyectos comunes o de qué haremos cuando pase la cuarentena. Pero eso se puede corregir y este podría ser un buen momento para empezar a intentarlo.

Nunca es demasiado tarde para cambiar el rumbo. Podemos sacarle partido al confinamiento si partimos de que es por nuestro bien. La idea es que no nos contagien ni que nosotros podamos contagiar a nadie del “el bicho”. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Pero a todo se le puede sacar partido. Muchas organizaciones como la UNESCO han tenido el detalle de habilitar en internet el acceso libre a la Biblioteca Digital Mundial (www.wdl.org/es/) con mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos, completamente gratis.

También hay Apps y sitios web que ofrecen sus servicios gratuitos durante los próximos treinta días. Por ejemplo, la editorial Edelvives (www.edelvives.com) propone lecturas infantiles para este Día del Padre con acceso desde su web. Son muchos ejemplos más, como el de Smile and Learn, que ofrece sus juegos, vídeos y cuentos infantiles, interactivos y también libres de pago durante los próximoas 30 días.

Hay mucho por descubrir en internet, pero también en los vis a vis familiares. Con toda la comida que hemos acopiado de los supermercados, ya podemos organizar cenas familiares para disfrutar de esos platos para los que nunca tenemos suficiente tiempo. No tienen que ser complejos, ni caros, ni exóticos. Sólo hace falta tener ganas de empezar.

Hay familias en las que las madres trabajadoras lo tienen muy difícil para dedicar tiempo a los fogones. Ahora puede ser el momento de aprovechar la hora que normalmente dedicamos a los desplazamientos al trabajo para emplearlo en otra cosa. Por ejemplo, en mirarnos al espejo, y volver a reconocernos del otro lado.

Digo todo esto que puede parecer banal porque a las autoridades les preocupa que esta reclusión pueda servir de catalizador de escenas de malos tratos y violencia machista. Digo esto porque no puede haber nada peor en el mundo que permanecer encerrada en una misma casa con la persona que te pega, sin poder salir a respirar a la calle. Por eso creo que es muy importante que todos pongamos de nuestra parte, que le echemos valor y que entre todos nos ayudemos. Los vecinos no podemos hacer oídos sordos. Si alguien llora, hay que preocuparse. No se trata de pensar que son discusiones de pareja y que entre marido y mujer nadie se debe meter. Ya pasaron los tiempos en los que estas situaciones eran normales. No lo son ni pueden serlo.

Lo normal es que la gente que vive junta se quiera. Lo normal es que un hombre no pegue a una mujer. Lo normal es que no nos quedemos de brazos cruzados cuando lo anormal pasa.

Esta cuarentena puede servirnos para hacer examen de conciencia, pero también para dar gracias a nuestros policías y guardias civiles que hoy están en la calle, mientras los demás nos refugiamos en casa. A nuestros médicos y personal sanitario, que arriesgan su vida por salvar las nuestras; a las cajeras/os de los supermercados que siguen al pie del cañón frente al virus para que todos tengamos la despensa llena; a quienes trabajan en las gasolineras que en Melilla hoy han tenido colas para comprar butano; a los conductores de autobuses, que siguen haciendo sus rutas; a quienes no pueden quedarse en casa como nosotros, sólo podemos decirles: gracias, muchas gracias. Sois mucho más grandes de lo que podíamos imaginar.

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