¿Qué no importa?

EL dramaturgo Fulgencio M. Lax, profesor de la Escuela de Arte Dramático de Murcia, de la que han salido estrellas del cine español como Marta Nieto, leyó un comentario en Facebook sobre el asesinato de Emin y Pisly en Melilla y encontró motivos de sobra para empezar a escribir una obra de teatro que ya tiene bastante avanzada, pero que aún no ha cerrado.

M. Lax es jefe del Departamento de Escritura y Ciencias Teatrales de la ESAD y los que hemos leído su obra sabemos que sus textos dramáticos están entre lo mejorcito que se edita en este país. De hecho, yo diría que la historia de los dos jóvenes melillenses asesinados hace 6 años y 4 meses por la Marina Real marroquí en aguas cercanas a nuestra ciudad podría encajar en su “Ciclo de la Muerte”.

A mí me parece ilusionante que la historia de Emin y Pisly llegue a los teatros españoles. Lo ideal sería que la pieza fuera publicada y se estrenara en Melilla con el apoyo de todos los políticos locales y nacionales que han prometido a los padres de esos niños que ayudarían a hacer justicia.

El caso es que todos han hecho lo que han podido, pero desgraciadamente no ha servido para saber quién mató a los dos jóvenes melillenses, en qué circunstancias y por qué. Sinceramente, el calvario que están viviendo estos dos padres coraje, Abdeselam Ahmed y Driss Mohamed, sólo es comparable al de los padres de Marta del Castillo, o al de las decenas de familias que a día de hoy desconocen el paradero de sus hijos, padres o hermanos desaparecidos sin dejar rastro y sin que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado consigan dar con una sola pista que les conduzca a ellos.

Recuerdo como si fuera hoy que estaba trabajando en El Faro el día que mataron a Emin y Pisly. Recuerdo, como si fuera hoy, la ira de los melillenses que se manifestaron pocos días después a las puertas de la frontera de Beni Enzar, reivindicando su nacionalidad española. Recuerdo como si fuera hoy el entierro multitudinario de los dos chavales.

No me resigno a que sean sólo recuerdos y a que pertenezcan al pasado. En mi opinión, el asesinato de los dos jóvenes melillenses en Punta Negri fue la primera gran afrenta que nos hizo Marruecos. Le pasó a las familias de Emin y Pisly, pero pudo ocurrirle a otra familia de esta ciudad. De hecho, es un secreto a voces que en esta tierra de poco más de 12 kilómetros cuadrados hay padres y madres que no saben dónde están los cuerpos de sus hijos. Los dan por muertos en el mar. De ellos sólo podrían contar (y no quieren) que salieron una noche de casa y no regresaron. No los han vuelto a ver.

De 2013 para acá, Marruecos ha ido cerrando el cerco alrededor de Melilla. Estoy convencida de que cuando se escriba la historia de la asfixia de esta ciudad, el asesinato de Emin y Pisly será incluido como la primera de las grandes barbaridades ejecutadas al amparo del Tratado de Buena Vecindad que, por lo visto, sólo cumplimos nosotros, los españoles.

Nos matan a nuestros hijos, nos colapsan los servicios públicos; nos atascan la frontera; nos cierran la Aduana; nos hunden el tráfico de mercancías en el puerto; nos amenazan con cortar el comercio atípico y la entrada de fruta y pescado… ¿Qué nos falta por ver?

Es terrible que seis años y cuatro meses después del asesinato de Punta Negri aún no sepamos si habrá o no juicio para quienes tirotearon a Emin y Pisly. En esto hay que recordar que desde el principio el PP se puso de perfil, entre otras cosas porque Mariano Rajoy gobernaba en Moncloa y una cosa es lo que se dice en la oposición y otra, muy distinta, lo que te puedes permitir cuando estás gobernando. Y si a eso le sumas un ministro de Exteriores como José Manuel García Margallo, apaga y vámonos. Tan preocupado estaba haciéndole zancadillas a la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría que no tuvo tiempo de reclamar a Marruecos una explicación urgente y por escrito ante los gravísimos acontecimientos del 27 de octubre de 2013.

Pero luego vino Pedro Sánchez y las promesas se las llevó el viento. Desde la Delegación del Gobierno consiguieron que en Madrid recibieran a los padres de Emin y Pisly y con eso se creen que han cumplido. No, nadie ha cumplido.

A los padres de Emin y Pisly ya sólo les queda pedirle a Pablo Iglesias que le toque las narices a Marruecos con la misma mano con que el número dos del vicepresidente del Gobierno saludó hace poco a una ‘ministra’ saharaui. Porque no nos engañemos: lo único que de verdad le incomoda a Marruecos es el tema del Sáhara. Todo lo demás que podamos hacerle le resbala.

Pero los padres de Emin y Pisly prefieren tocar todas las puertas porque para ellos, esto no debería ser un conflicto político sino un tema de justicia. Por eso han recurrido, incluso, a personas cercanas al majzén para que muevan lo que puedan mover y consigan que los tribunales marroquíes se abran a juzgar a los asesinos de sus hijos.

Abdeselam Ahmed y Driss Mohamed quieren que en nuestro país el caso llegue al Congreso de los Diputados, que alguien pida explicaciones en Madrid, que alguien exija a Marruecos una respuesta oficial sobre el crimen de Punta Negri; que alguien mire para Melilla y se ponga en la piel de dos padres españoles que no han tenido un minuto de paz desde que les mataron a sus hijos.

Hoy, a las 12 del mediodía, los padres de Emin y Pisly volverán a plantarse a las puertas del Ayuntamiento para pedir justicia por la muerte de sus dos chavales. Ellos no van a rendirse aunque saben que muchos melillenses ya han tirado la toalla. Pero mira por dónde un dramaturgo de la península está escribiendo la triste historia del asesinato de dos jóvenes melillenses torturados y acribillados a balazos hace seis años y 4 meses. Y parecía que esto a nadie le importaba.

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