Editorial

Que no cunda el pánico

La invasión rusa a Ucrania se empieza a notar ya en las estanterías de varios comercios de la ciudad, donde también se percibe un encarecimiento del aceite de girasol. Este lunes han podido verse carteles de racionamiento de este producto, con el ánimo de evitar la compra compulsiva como ocurrió en el primer estado de alarma en España, en marzo de 2020, con el papel higiénico.

Esta situación ha disparado las alarmas y ha dejado estanterías sin aceite de girasol desde primera hora de la mañana de este lunes en varios establecimientos comerciales de Melilla, que han registrado una demanda "atípica" de este producto.

Algo similar ha ocurrido en algunas gasolineras de la ciudad a las que también este lunes se acercaron muchos melillenses que habían escuchado el rumor de que se acerca una subida inminente y desproporcionada del precio de la bombona de butano.

Desde  las gasolineras desmienten que esto vaya ocurrir en el corto plazo y aseguran que los suministros están garantizados.

Hay que poner los pies en la tierra para que no cunda el pánico. La desinformación es una de las armas de esta guerra contra la democracia en Ucrania, que se deja notar ya en el bolsillo de los consumidores españoles.

Las guerras siempre arrastran pobreza y dolor por donde quiera que pasan, pero en este siglo hay que estar también muy pendientes de las guerras informativas. Y eso es lo que está pasando en estos momentos.

No podemos jugar el juego de las fake news y los bulos. En esto todos somos responsables y deberíamos serlo aún más porque afecta a la economía de nuestras familias. Cada uno debe aportar su granito de arena. Almacenar cantidades ingentes de aceite de girasol, pensando en efectos futuros que aún no han llegado, es casi lo mismo que creer que Ucrania es el único país del mundo que lo produce.

Si bien es cierto que Ucrania y Rusia son los grandes productos mundiales de aceite de girasol, hay que tener en cuenta que Argentina es el tercer productor mundial y España el séptimo. También se produce en Francia, Turquía, Hungría o Rumanía, países que seguramente aprovecharán la coyuntura para incrementar sus producciones y poder dar cobertura a la demanda europea.

Entrar en pánico no es la mejor manera de frenar la escalada de precios porque en eso la ley del libre mercado es infalible: a más demanda, mayores precios.

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