Editorial

Protesta sí, pero más eco-friendly

Coalición por Melilla recuperó este viernes su tradicional caravana preelectoral, similar a la que hizo a raíz de la prohibición de entrada de cordero marroquí en la ciudad. Esta vez reivindica la reapertura de la aduana comercial con Marruecos, cerrada por el país vecino desde el verano de 2018, de manera unilateral y una frontera más fluida y digna.

Estamos de acuerdo en que el cierre de la aduana merece una, dos o más protestas, como la que hizo la Melilla Reivindicativa a las puertas del Congreso el pasado 22 de marzo, coincidiendo con la votación de la moción de censura que Vox presentó con el economista Ramón Tamames como candidato a la Presidencia del Gobierno.

Este mes, la protesta se retoma en Melilla, en mitad del Ramadán, a la hora de la comida-siesta, con un sol de justicia y sumando medio centenar de coches que han consumido combustible, han dejado atascos y contaminación acústica a su paso.

La protesta es legítima, aunque no tiene en cuenta que Melilla es demasiado chica como para que no nos enteremos de que alguien protesta en la Plaza de España, en el CETI o en la frontera. Contaminar en nombre de una buena causa no ayuda a sumar, que al fin y al cabo es de lo que se trata. Esto va de ganar adeptos a una reivindicación más que justa: que Marruecos reabra la aduana y que se respete el régimen de viajeros a quienes entran o salen de Melilla.

La protesta de CpM debería ser una protesta de toda Melilla porque el cierre de la aduana y la falta de fluidez en la frontera nos afecta a todos los melillenses. Sólo hay que darse un paseo por el centro para ver cómo siguen cerrando comercios. No es que pase solo aquí. Está pasando en el centro de la mayoría de las ciudades. La peatonalización de los cascos urbanos trae aparejada una dolorosa reconversión de la actividad económica que se da con menor o mayor velocidad dependiendo de los posibles que tenga cada una. Y los nuestros son pocos y están limitados por la frontera y la aduana.

En Barcelona o Madrid, donde no dan abasto con los turistas, esa reconversión se ha dado con agilidad; pero en ciudades como la nuestra, con poca afluencia de visitantes, la peatonalización pone al borde del abismo la actividad comercial porque se ha peatonalizado primero sin educar a la población en el uso alternativo de bicis o transporte público.

Estamos atravesando un momento difícil y si bien es cierto que la reapertura de la aduana nos puede dar un respiro, también lo es que CpM lidera una reivindicación que entiende y apoya la mayoría de melillenses. Esa buena causa se puede reivindicar con formas más eco-friendly. Protesta sí, contaminación no.

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