En los últimos meses, los vecinos del Rastro andan preocupados por el aumento en sus calles de jóvenes extranjeros, muchos de ellos menores no acompañados, que se sitúan frente a las puertas de los establecimientos pidiendo dinero o comida a los clientes. Aunque para algunos de los vecinos del barrio solamente generan “molestias” a los ciudadanos, otros aseguran que la cosa va a más y se están produciendo problemas de inseguridad, registrándose tirones y robos.
Para Abdelah Musa, propietario de un establecimiento de ropa y vecino también de este barrio, más que robos, lo que sufren los ciudadanos de la zona es la “molestia” continua por parte de estos chicos, que no dejan de pedir en todo el día unas monedas o comida a la clientela de las tiendas de la zona desde el mismo momento en que estas abren, según afirma a El Faro.
“Yo no he visto tirones”, asegura, explicando que estos jóvenes saben que si, eso ocurre, los vecinos saldrían corriendo para pillarlos. “Iríamos todos a una”, detalla el comerciante, al tiempo que aclara que hay una mayor presencia durante el día, cuando están las tiendas abiertas, pero que cuando cierran, se marchan y no hay problemas por las noches.
En el lugar de otros
No obstante, también intenta ponerse en el lugar de estos menores y apunta que la complicada situación que viven en su país de origen les acaba trayendo hasta aquí: “Dan pena. No tienen para comer y se resguardan para dormir donde sea”. Por ello, critica el “abandono por parte de las autoridades” para resolver el problema de estos jóvenes, que afirma que deberían estar en los centros de acogida y no por las calles de la ciudad.
No piensa lo mismo Yasir, que tiene una tienda de alimentación en El Rastro. “No se puede hacer vida normal. El problema son los menas aunque algunos no son ya menores. Están por todas las esquinas. Los niños del barrio no pueden andar tranquilamente”, explica y asegura que sí se producen robos. “Hay uno o dos cada semana”, afirma muy rotundo.
Concreta que la situación comenzó a complicarse a partir del mes de noviembre y lamenta que esta situación ha provocado que hayan bajado las ventas porque melillenses de otras zonas de la ciudad tienen miedo a acercarse hasta las tiendas del barrio por “falta de seguridad” y temor a que les puedan robar “el móvil o el bolso”.
Critica que las autoridades no le den importancia al asunto y reclama que los chicos sean llevados a los centros de acogida de menores o que “los repatrien a Marruecos”.
En otro establecimiento, el propietario indica que estos menores están al lado de las tiendas y “piden para comer pero no hacen daño”. Sin embargo, un joven cliente le replica y relata que hace unos días le robaron el bolso a una señora de 70 años. “De día y de noche hay problemas”, insiste.
Aunque para Rafael, que tiene una tienda de productos de droguería en el barrio, el problema no lo están generando estos niños. “Aquí siempre ha habido delincuencia”, lamenta pero añade que no ha oído últimamente que haya tirones. “El Rastro se ha venido abajo desde hace tiempo ya”, apunta este hombre que vive en El Real y dice que allí hay muchos más menores en las calles que en esta zona.
Mimon, del Barrio Hebreo, visita mucho esta zona y piensa que estos jóvenes traen “molestias” a los vecinos, sobre todo a las mujeres, más que robos porque los menores son conscientes de que la gente del barrio va a reaccionar. No obstante, dice empatizar con los chicos y pide al Gobierno que actúe. “Al final, van a acabar haciendo que odiemos a los pobres. ¿Cómo es esa palabra? ¿Aporofobia?”.
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