La ola de agresiones que están sufriendo los vigilantes de seguridad del centro de menores de la Purísima tiene que pararse de inmediato. No es de recibo que día sí y día también estos trabajadores tengan que denunciar que son apedreados en su puesto de trabajo sin que nadie los tenga en cuenta ni se preocupe de su situación. Eso no se puede consentir, como tampoco la violencia que implica amenazar de muerte a personal del centro, como le ocurrió a la cocinera, que tuvo que ser asistida por una crisis de ansiedad.
La consejera de Política Social y Salud Pública, Randa Mohamed, no quiso contestar a El Faro sobre qué medidas se piensan adoptar para abortar ese incremento progresivo de la violencia en las instalaciones. En consecuencia, carecemos de datos que nos indiquen que efectivamente se trabaja en un asunto que debe ser atajado de inmediato, sin contar con que la empresa adjudicataria del contrato debe dotar a su personal del material adecuado de protección para casos de esa índole.
Denuncian los vigilantes que los menores deambulan a su libre albedrío por el patio en horas de la madrugada, que salen cuanto les viene en ganas y que ya no necesitan presentarse en la Jefatura de la Policía Local para ser reingresados en el centro. En definitiva, que campan a sus anchas sin que existan unas reglas que les impongan unos horarios, como haría cualquier padre responsable con sus propios hijos.
Y como Randa Mohamed se negó a dar información sobre lo que se está haciendo para revertir esta situación, no tenemos elementos de juicio para valorar si la Administración, responsable de la tutela de esos menores, está actuando o no con la diligencia debida. Lo único que se puede afirmar es que los vigilantes siguen siendo apedreados, que los vehículos de los trabajadores son objeto de las iras de estos jóvenes y que allí cada uno de ellos hace lo que más le place sin mayores consecuencias.
Esperemos que no haya que lamentar daños mayores a los ya causados para que se empiecen a tomar en serio las actitudes violentas de algunos de esos menores porque, ciertamente, no se puede meter a todos en el mismo saco. No obstante, cabe señalar aquí también que recientemente El Faro ha empezado a recibir correos de melillenses que denuncian la actitud de estos chicos, sobre todo en la zona del centro comercial.
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