La celebración del 28 aniversario del Día del Estatuto de Autonomía estuvo marcada este lunes por la ausencia del diputado de Vox, Javier Da Costa, y de la casi totalidad de la bancada del PP ya que solo acudió al acto institucional la diputada Fadela Mohatar.
Ambos partidos se han alineado en la tesis de que el Gobierno de Eduardo de Castro, CpM y el PSOE intenta sustituir el Día de Melilla (17 de septiembre), que rememora la toma de la ciudad por Pedro de Estopiñán, por la celebración de la aprobación del Estatuto de Autonomía (13 de marzo), un festivo que nunca ha formado parte de la tradición de esta ciudad ni de su gente.
En eso tienen razón. El cambio no es fortuito y todos conocemos el porqué. Pero es un error desligar nuestro Estatuto de la españolidad de esta tierra cuando su artículo 1 reivindica que Melilla forma parte de la nación española "y dentro de su indisoluble unidad accede a un régimen de autogobierno". O sea, se equivoca quien crea que el 13 de marzo no se celebra la españolidad de esta tierra.
Otra cosa es que el acto del 17 de septiembre sea incómodo para los cepemistas, por motivos históricos, como han explicado como buenamente han podido cuando se les ha preguntado al respecto, pero en ningún caso se puede decir que celebrar el Estatuto de Autonomía es sinónimo de renunciar a celebrar la españolidad de Melilla. Podemos decir que no hay tradición de celebrar el 13 de marzo en Melilla; que es un festivo fijado con calzador, pero no que es una renuncia a nuestra españolidad.
El caso es que la falta de unidad entre los políticos de Melilla es dolorosa y tiene consecuencias. No existe un acuerdo de mínimos y así nos va. Ni siquiera estamos de acuerdo en que debe reformarse el Estatuto porque PP y CpM sí están por la labor mientras el PSOE se queda a medio camino y habla de actualizar la normativa. Cada uno en sus trincheras.
Por eso el acto de conmemoración del 28 aniversario del Estatuto de Autonomía quedó deslucido, como en 2021 quedó deslucida la ofrenda floral a Pedro de Estopiñán porque amparándose en el protocolo covid, De Castro se saltó invitaciones oficiales y al final hubo ofrendas por separado: la del Gobierno, la del PP y la de Vox.
No es de extrañar entonces que en la encuesta que el PP encargó recientemente a GAD3, los melillenses situaran la crispación política en el número cuatro de sus grandes preocupaciones, sólo por detrás del paro, el cierre de la frontera y la suciedad.
A la ciudadanía le preocupa la falta de unidad, el enfrentamiento continuo y los sables siempre en alto porque así no se puede avanzar y eso se respira en el ambiente. Si los partidos políticos levantan barricadas no hay posibilidades de consenso ni de sacar grandes proyectos hacia adelante. Es una realidad.
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