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Las postales, una bonita costumbre en extinción

¿Cuándo fue la última vez que recibió una postal de alguien que se encontraba de viaje en otro lugar? ¿O que mandó una de esas tarjetas para contar a sus amigos y familiares que aún los lleva en el corazón o simplemente para que tuviesen un recuerdo de ese destino inolvidable? Algunos, con suerte, pueden decir que hace unos meses o un año de la llegada de una postal con dedicatoria a su buzón; otros aseguran que son décadas.

Las postales son tesoros que a día de hoy con las nuevas tecnologías están desapareciendo. De hecho, ya no se venden ni en los estancos ni en las papelerías. La gente ya puede hacer una llamada o enviar una foto de manera instantánea de una punta a la otra del país, o del mundo. Pero muchos recuerdan con cariño cómo era abrir el buzón y encontrase una postal. De hecho, ya no se venden ni en los estancos ni en las papelerías.

“¿Una postal? ¡Qué cosa más antigua!”, expresa inmediatamente Juan al oír esa palabra. Explica que ni las postales ni las cartas se utilizan para nada. Señala que el correo postal tan solo lo usan el banco y los organismos oficiales.

“Esto era una cosa de cuando era que cuando ibas de viaje a un sitio comprabas una postal para tener un recuerdo... o quien lo recibiese tuviera un recuerdo de la persona que lo mandaba; hace ya muchos años para volver a aquella edad, son tiempos que han pasado y no volverán”, cuenta nostálgico.

En cambio, Cristina es una joven que sí ha conocido las postales, aunque solo ha enviado una en su vida. Fue hace un par de años cuando se encontraba en un viaje de verano por Roma, compró una postal, y al tener el buzón a mano aprovechó para hacer “por curiosidad” ese gesto ya a casi nadie hace. “Es curioso porque ya parece como que ya esas cosas no existen, está chulo pero ahora mismo no es una cosa muy frecuente”, dice.

Como recibir un regalo

Hay quienes reciben hoy en día las postales, y lo hacen como si se tratase de un regalo. Nieves asegura que cuando recibe le da una enorme alegría. “Es verdad, y más si añoras tu tierra y te mandan una postal de Melilla”, cuenta esta mujer que sostiene unas postales antiguas en la mano con imágenes del Puente del Mineral o del Parque Hernández a las afueras de un estanco.

Vive con su familia en Barcelona, pero es natural de nuestra ciudad. “Cuando veo una postal y como esta, que nos enseñas, que venía yo con mis amigas al Parque...es muy bonito; una postal siempre es un regalo”, declara emocionada.

Su hija cuenta que aún recibe de vez en cuando postales de una hermana que vive en Estados Unidos. Asegura que todos los días hacen vídeoconferencias pero el hecho de recibir una postal con unas palabras que brotan de su puño y letra hace que la sienta más cerca, por lo que recibir y enviar postales se convierte para ellas en una costumbre muy especial.

“Es una cosa que se esta perdiendo y que, cuando tienes a alguien lejos, valoras el recibir una carta y ver esa escritura que ha hecho alguien tu quieres porque es una parte de ella que te llega muy cerquita, más cerca que las vídeoconferencias”, explica.

En tiempos de Internet

Francis no recibe una postal desde hace unos 30 años, aunque reconoce que nunca ha sido de enviar ni recibir muchas de estas, asegura que el medio postal está pasado de moda. Ahora según explica todos esos recuerdos que antes tardaban en llegar llegan a través de un sinfín de vías “online” como WhatsApp, SMS, correo electrónico o las redes sociales.

Para Emilio también ha pasado mucho tiempo de cuando escribió y recibió una postal, y señala que ahora en los estancos y las tiendas de ‘souvenir’ se han cambiado las postales por tarjetas de memoria.

Internet nos ha otorgado instantaneidad y la nube una ubicuidad que permite que podamos ver todos esos recuerdos cuando queramos a golpe de ‘click’, también con todas sus consecuencias, pero eso ya es otra historia.

Aunque los móviles e Internet hayan sobre pasado ya a todo lo analógico, aún habrá románticos a los que se le remueva el alma por enviar postales o cuando reciben una de estas dedicada.

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