Tribunales y Justicia

Portillo, "orgulloso" de haber ayudado a sus compañeros durante ocho años

Fernando Germán Portillo estaba destinado en Navarra (él en Tafalla y su mujer, en Tudela, ambos como jueces) antes de venir a Melilla. En el año 2010, vieron que en Melilla había plazas de magistrados que estaban libres y, entre que ello les permitía estar juntos y que les habían hablado bien de la ciudad (tanto de las condiciones profesionales como de la vida), además del hecho de que él es de Málaga, lo que le permitía estar más cerca de casa, concursaron ambos y llegaron como jueces a unas plazas de magistrado.

El primer destino de Portillo fue el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3, que era, además, el que en aquellos momentos llevaba el registro civil. En ese cargo permaneció hasta 2015 compaginando ambas tareas.

Cuando, a finales de ese año, el anterior juez decano de Melilla, Emilio Lamo de Espinosa, se marchó de la ciudad para concursar a una plaza de magistrado en el País Vasco, quedó vacante la plaza de juez decano y, con la “confianza” de sus compañeros, quienes le animaban a presentarse, así lo hizo y salió elegido.

Así explica Portillo lo que ha sido su tarea durante los últimos ocho años: “El juez decano es un primero entre iguales. No es el jefe de los jueces, ni les da instrucciones ni órdenes, pero sirve para tratar de facilitarles su trabajo intentando resolver problemas de intendencia, coordinando los servicios para que no se produzcan desajustes, vigilando las guardias o resolviendo conflictos de reparto de asuntos entre jueces. Son cuestiones de organización que tratan de ayudar a los jueces a que puedan hacer su trabajo, pero que quede claro que no es el jefe de ningún juez. Los jueces no tenemos jefe y lo único que hago es una tarea de gobierno menor para tratar de que ellos puedan hacer su trabajo en las mejores condiciones posibles. También representa a sus compañeros de cara a las instituciones y a los medios de comunicación”.

La de juez decano es una figura que existe en todos los partidos judiciales. En algunos de ellos, los que están compuestos por pocos jueces, se elige como decano al más antiguo directamente. Donde hay diez o más –como en el caso de Melilla, donde hay 12-, su elección se realiza por votación. Dentro de los partidos judiciales más grandes, en algunos sitios como Madrid, Barcelona, Sevilla, Bilbao, Valencia, Málaga o Las Palmas, por sus dimensiones, el juez decano sólo hace de juez decano y está exento de funciones jurisdiccionales. En el caso de Melilla, sin embargo, lo que le ha sucedido a Portillo y lo que le pasará a su sucesor, Álvaro Salvador, el que el juez decano simultanea esta condición con la de juez que hace trabajo de juez. Durante estos ocho años, Portillo, además de como juez decano, ha ejercido como juez del juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 3.

Cada mandato son cuatro años y quien ostenta el cargo puede simplemente renunciar a él o marcharse del destino, como pasó con Lamo de Espinosa, lo que le imposibilita para seguir siendo juez decano.

Ahora, después de ocho años y dos mandatos, Portillo ha decidido dar un paso al lado, y eso que, al principio, pensaba seguir, porque, aunque hay “momentos duros” en el decanato, en otras ocasiones se consigue ayudar a los compañeros, por lo que uno “se siente satisfecho de estar en una posición en la que se pueden hacer cosas”. Así, con este orgullo, Portillo sólo tenía en su cabeza presentarse por tercera vez, pero, al concurrir otras dos personas –Álvaro Salvador, el elegido, y Alicia Ruiz, magistrada del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1-, entendió que lo que correspondía hacer era apartarse, visto que “ya había candidatos de sobra”.

Sobre este punto, Portillo recuerda que el cuerpo electoral de los jueces que podían votar era de 12, aunque sean 13, por lo que le parecía “excesivo” que hubiera tres candidatos. “Así que, si ningún problema y orgulloso de haber trabajado por los compañeros durante ocho años, di paso a quienes, de forma legítima, querían desempeñar el cargo”, explica. En su opinión, la renovación de los cargos es “un ejemplo de salud democrática y un signo de normalidad en las instituciones”.

No obstante, se queda con haber podido ayudar a sus compañeros y con haber trasladado a la sociedad de Melilla durante estos ocho años las inquietudes y los problemas que existen en su profesión. En este sentido, Portillo aclara, sin embargo, que “el súper poder del juez decano es el de pedir cosas con argumentos y con datos, pero, al final, que haya más o menos medios, más o menos funcionarios o se arreglen más o menos las cosas siempre depende del poder ejecutivo”.

Este es precisamente el punto negativo de ser juez decano, según Portillo: que, como la decisión última no está en sus manos, sino de quien ha de dotarles de menos personales y materiales, “a veces hay mucho esfuerzo y no se consiguen resultados”.

Portillo piensa que esto es algo que puede chocar a los ciudadanos, quienes “perciben al juez decano como alguien con mando en plaza, por así decirlo, con una importancia que no merece”, ya que “es, como el resto de sus compañeros, un servidor público” que no tiene “la relevancia que algunos ciudadanos dan al cargo”.

En cualquier caso, esto no debe ser visto –al menos, no lo hace así Portillo- como algo negativo, porque, tal como argumenta, “cuanta mayor relevancia tengas en la sociedad, mejor puede ir tu trabajo como juez decano, porque es más fácil llegar adonde hay que llegar para obtener resultados”. A él, personalmente, conseguir “un éxito de vez en cuando” le compensan “los malos ratos y las horas de trabajo que no fructifican”.

Advertido queda su sucesor, de quien Portillo afirma que “tiene mucha experiencia y conoce muy bien Melilla y las peculiaridades e idiosincrasia de la ciudad”. Por ello, está “seguro de que va a hacerlo muy bien” y tranquiliza a los melillenses diciendo que, con las “ganas” y “experiencia” de Salvador, “estamos en buenas manos”.

Mientras tanto, Portillo continuará ejerciendo como juez de lo Contencioso-Administrativo en Melilla, una ciudad donde se encuentra “a gusto” y donde pretende seguir muchos años. Esa es, al menos, su intención. Que así sea.

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