Pónganse a pensar

Tres personas fueron atropelladas este martes en Melilla por un conductor que en el momento del accidente estaba bajo los efectos del alcohol. Una de las víctimas tuvo que ser atendida con fracturas en el Hospital Comarcal. A pesar de todo, las tres son muy afortunadas. La tragedia pudo ser mayor, pero, gracias a Dios, no hemos tenido que lamentar una desgracia infinitamente peor.

El tráfico rodado sigue siendo uno de los talones de Aquiles de esta ciudad. Tenemos muchos coches y, además, hay mucho inconsciente suelto en Melilla. Quienes así percibimos la realidad llevamos años reclamando que se tomen medidas drásticas para desincentivar el uso de vehículos, pero, sobre todo, que disuadan a los fitipaldis. Ya no podemos decir que no tenemos carril bici. Lo hay, aunque a veces se use por todos menos por los ciclistas.

Siempre que tengo la oportunidad de entrevistar en Melilla a dueños y profesores de autoescuelas les pregunto si se sienten responsables de lo que ocurre a diario en nuestras calles. Es evidente que con esa pregunta no busco una confesión. Sólo quiero hurgar en la herida. Quiero saber qué piensan de lo que ocurre día sí y día también y si intentan remediarlo de alguna forma en clase. Pero tengo claro que la culpa no es del que enseña sino del que no aprende o del que ignora lo que le enseñan o del que sencillamente no quiere aprender.

Todos, sin excepciones, sabemos que alcohol y volante siempre traen malas consecuencias. Pero sigue se sigue mezclando, quizás por esa sensación de inmunidad que se siente cuando se está en estado de embriaguez. Siempre pensamos lo mismo: eso no me va a pasar a mí. Y mirad, el cementerio está lleno de gente a la que eso no iba a pasarle. Pero también de personas que tuvieron la mala fortuna de tropezarse con esos desgraciados.

Seguimos sin entender que los coches son, también, máquinas de matar. Nos dan independencia, nos hacen la vida más fácil, pero si perdemos el control, matan. Y eso es importante que lo tengamos en cuenta.

Pero, sobre todo, es bueno que lo tenga en cuenta el nuevo superintendente de la Policía Local, a ver si profesionalizando el tema conseguimos que se tomen medidas en esta ciudad para no jugarnos la vida en los pasos de peatones.

Para empezar, creo que sería interesante darle algún uso a las cámaras de tráfico. No podemos gastarnos un dineral y fingir que no pasa nada. No se trata de implantar una ley marcial en la ciudad, pero sí de crujir a quien se salte un semáforo en rojo. Tienen que entender que el que se lo salta, paga. Es así de simple.

Llevamos años mirando para otro lado porque, bueno, ya que estamos aquí, encerrados en 12 kilómetros cuadrados, no podemos amargarle la vida a la gente. Pues depende de a qué gente le amarguemos la vida. Por ejemplo, a mí no me molesta en absoluto que le hagan la vida un yogurt a los conductores que se pican y compiten en nuestras calles. Tampoco me importa que se la amarguen a los que no entienden que Stop significa parar o a quienes aprietan el acelerador en cuanto ven un “Ceda el paso”.

Lo peor de todo es que esas conductas infractoras se pegan: se transmiten por contacto visual y hay que frenarlo. Pero aquí nadie le ha echado güevos porque es una medida impopular. Por eso le pediría al nuevo superintendente que se lo tome en serio. Aunque esto es pequeño y dicen que nos conocemos todos, no es cierto. Si no, cómo explicar, el ingente número de accidentes de tráfico que tenemos en esta ciudad. ¿Qué pasa, que pisan a fondo porque nos conocemos? Por aquí.

Uno mira a un lado y otro de la vía y está todo lleno de todoterrenos. Todo el mundo quiere uno para ir al desierto o a las playas de Marruecos y al final terminan ahogando el coche en Melilla y a Nador no salen porque la frontera siempre está terrible. Quizás deberíamos pensar en gravar la compra de este tipo de vehículos que congestionan la ciudad y terminan machacando al resto de coches: ocupan más espacio para aparcar y destrozan al resto metiéndose con calzador donde no entran.

En fin, que habría que pensar qué hacemos porque está claro que las clases de civismo ayudan, pero no resuelven el problema. El problema lo tenemos desde hace años encima de la mesa. Hay que buscarle una solución. Y se me ocurre que quizás el presidente Eduardo de Castro, encargado de la seguridad ciudadana en Melilla, quiera dejarnos esa buena herencia. ¿Por qué no? Es impopular, pero él no tiene intenciones de repetir así que, para lo que le queda en el convento… Pues eso.

Si lo consigue, de seguro que más de uno se lo agradecerá y le recordará por ello. No podemos seguir jugándonos la vida en nuestras calles y especialmente en esas rotondas terribles a las que se entra por cualquier lado y se sale por donde se puede.

Ya vale de repetir el mantra de que aquí la gente no sabe conducir. Claro que sabe, pero donde hay manga ancha, la gente se aprovecha. Hay que pensar un poquito porque la cabeza no está sólo para llevar pelo y gorra. Señores, pónganse a pensar.

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