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Política podrida

Desde el Partido Socialista se afanaban ayer en buscar culpables por los disturbios del pasado martes y se restaba importancia a lo acontecido reduciendo a un grupo de adolescentes prácticamente el grupo de manifestantes que reaccionó de forma violenta tras conocerse la lista de beneficiarios de los nuevos Planes de Empleo. Las imputaciones del mismo partido, a través de su diputado local Amín Azmani, son de juzgado de guardia y posiblemente acaben allí, en los tribunales. Más todavía si como pude saber anoche, el socialista en cuestión envió un mensaje al móvil del presidente de la Ciudad diciéndole que no pretendía atacarle personalmente y que lo que había manifestado en rueda de prensa no lo había hecho conforme a su libre criterio.
Lo cuento, aún arriesgándome quizás a traicionar la confianza de algunas de mis fuentes,  porque me parece bastante demostrativo de un proceder insano políticamente, que deja en muy mal  lugar al Partido Socialista y que, además de merecer una aclaración por parte del diputado Azmani, evidencia la hechura de los hilos que ayer se movieron por parte de un partido en el Gobierno de la Nación, cuyo delegado en Melilla ni siquiera fue capaz de hablar con un grupo de vecinos de la Cañada que intentó reunirse con él, con el presidente de la A.V. del mismo barrio encabezando al mismo grupo de ciudadanos.
La situación en la Cañada es especialmente lastimosa. Nuestra clase política, toda y no salvo a nadie, no ha sido capaz de desarrollar políticas de discriminación positiva que corrigieran la marginación de una comunidad que hasta hace poco más de veinte años no tenía ningún derecho en esta ciudad. Que ha pasado de la chapa de perro, como los mismos melillenses de origen bereber llamaban a la antigua tarjeta de estadística –un documento sin más valor que el estadístico- a una ciudadanía europea que no les rinde beneficios. ¿Qué Europa es esta que no nos da ninguna oportunidad?, se preguntaba ayer un vecino de Reina Regente, visiblemente frustrado porque en cinco años sólo ha trabajado cuatro meses y malvive con un subsidio de 400 euros y cuatro o cinco hijos a su cargo.
Ahora nos lamentamos de haber convertido en guetos los colegios próximos a los barrios periféricos donde residen mayoritariamente musulmanes y donde esos niños, jóvenes de hoy y melillenses adultos del futuro, no conviven ni se entremezclan con los de otras comunidades.
En estos 25 años, desde que sonara el goom que activó la Ley de Extranjería y que hizo a los melillenses del entonces llamado ‘colectivo musulmán’ agruparse en un solo movimiento ante una reivindicación común –no ser tratados como extranjeros en su propia tierra- hemos avanzado mucho, es verdad, pero no se ha atendido como debía la situación de mayor marginación que sufre una gran parte de una comunidad española de origen amazigh que se ve desesperada por la falta de recursos con los que sustentarse.
Melilla es una ciudad de grandes sueldos para los trabajadores de la función pública, los privilegiados, entre los que me incluyo a pesar de este intenso trabajo de periodista, no tenemos nada que ver con ese otro grupo de desheredados que ha sido objeto desde hace años de manipulación política y que en sus nuevas generaciones no ve otra cosa que lo que vulgarmente se llama carne de cañón.
Tan duro como lo que digo es la realidad que también forma parte de nuestra tierra y que no exige de mentes preclaras para verla. Por eso no entiendo cómo el diputado Azmani se atreve a preguntarse si el presidente de la Ciudad es adivino por su advertencia de un riesgo de fractura social en Melilla ante el que nuestra clase política en general tendría que haber sido mucho más sensible desde hace tiempo.
El sindicato SATE-Stes se ha cansado de reivindicar en solitario medidas que hicieran veraz la multiculturalidad en la escuela. Nadie le ha hecho ni le hace prácticamente caso. Una vez acalladas las reivindicaciones del movimiento que lideró Aomar Mohamedi Dudú, los pasos que se dieron para facilitar el progreso escolar de los estudiantes de origen amazigh no siguieron avanzando o incluso sufrieron una involución. En tiempos del PP, se encargaron de inventar un instituto que robó espacios y dificultó la enseñanza en la Escuela de Arte con tal de que los hijos de melillenses acomodados, sin distinción de orígenes pero en común bien situados, no tuvieran que ir a estudiar al ‘Huerta de Salama’, como se alude coloquialmente al Instituto Juan Antonio Fernández.
La situación a la que nos enfrentamos no libra a nadie de responsabilidades entre nuestra clase dirigente
Esta política podrida de acusaciones entre unos y otros no nos lleva tampoco a ninguna parte. Pero en este asunto concreto no puedo meter a todos en el mismo saco. El PSOE, a través de Amín Azmani, ayer llegó demasiado lejos tachando al presidente Imbroda de instigador de los disturbios. Es una vergüenza que ante un problema social como el que debemos asumir, sólo las acusaciones sean la única respuesta por parte del partido que ostenta el Gobierno de la Nación.

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