Opinión

Pobres y endeudados

El pleno de la Asamblea celebrado el pasado miércoles nos confirmó algo que sabemos, pero que a diario pasamos por alto como si no tuviera la importancia que tiene. Tras escuchar el rifirrafe entre la consejera Dunia Almansouri y el diputado del PP Daniel Conesa, a cuenta de casi medio millar de facturas, la mayor parte de ellas, heredadas de la época de Imbroda que “no hay forma humana de pagar”, constatamos que además de pobres, estamos endeudados hasta las cejas. Así que somos doblemente pobres.

Pero ojalá fuera ésta nuestra única piedra en el zapato. Decía Gracián en su ‘Manual de la Prudencia’ que es aconsejable desear lo mejor, pero siempre esperar lo peor para aceptar con ecuanimidad lo que venga. Pues aquí estamos, prudentes y ecuánimes, quienes dimos por hecho que una vez desembarcado el tripartito en la Asamblea íbamos a tener pruebas de todas las acusaciones que desde la oposición vertían sobre el equipo popular los partidos que hoy están en el Gobierno.

Pues bien, más de un año después de legislatura no hay nada del otro mundo que afear a Imbroda, salvo las púas que ahora salen a la luz y poco más. No se ha abierto ninguna megacausa por temas de corrupción; no hay constancia de que el anterior Gobierno se llevara el dinero en sacos o lo repartiera en comisiones. Nada de nada.

Me pregunto si estamos en este punto porque hacemos la vista gorda o porque somos tan flojos que no podemos pagar una auditoría que saque los colores al PP, o sencillamente, no la hacemos porque sabemos de antemano que no hay nada que rascar y sería algo así como tirar el dinero en tiempos de tribulaciones.

Los votantes tenemos que tomar buena nota de todo esto. Por una parte, me parece impresentable que en pleno siglo XXI, en una democracia consolidada como la española, estemos hablando de contratos hechos a viva voz por teléfono como si la palabra dada fuera garantía suficiente en un Estado de Derecho.

En mi opinión, quienes así obraron no pueden volver a ocupar cargos públicos. Esto no es un corral y nosotros no somos sus ovejas. No pueden disponer del dinero de todos en plan parlanchín, como se hacía en tiempos de los señores feudales. Esto no es su feudo sino una ciudad española y la democracia tiene cauces suficientes para formalizar los compromisos adquiridos con contratos y garantías.

No me gustaría estar en la piel de esos empresarios que prestaron un servicio y ahora no pueden cobrarlo. Como mínimo, deberían denunciar por estafa a los políticos que dieron su palabra de que pagarían. No nos vale la excusa de que no la han cumplido porque ha cambiado el Gobierno. No es de recibo. Deben explicar ante un juez por qué se saltaron el procedimiento establecido por la ley para gestionar los fondos públicos.

Pese a todas las chapuzas y decepciones que nos ha traído el tripartito, me reafirmo en que el cambio era necesario, aunque sólo fuera por higiene democrática. Y por eso creo imprescindible una renovación a fondo del PP de Melilla. Las caras de siempre sólo nos garantizan continuidad y eso no nos vale.

No a estas alturas, en las que sabemos que hay 499 facturas en los cajones que no se pueden pagar. Que digan que un tercio son del Gobierno actual, a mí no me tranquiliza. El resto, o sea, la mayor parte, son de la etapa anterior. Por tanto, demuestran la incapacidad de quien gestionaba las cuentas públicas para volver a ocupar ese cargo.

Después de renunciar a llegar a un pacto con el PSOE, el PP necesita repensarse. No por el bien del partido sino por el bien de Melilla. Me consta que hay voces dentro del Partido Popular que le están haciendo la oposición interna a Imbroda, pero también me consta que el jefe lo tiene todo atado y bien atado. En el PP no se mueve nada sin que él dé el visto bueno. Pues bien, si consiguen soltar amarras podrán presentarse ante el electorado con un proyecto creíble y de futuro para esta ciudad. De lo contrario, se arriesgan a desangrarse para engordar a Vox.

En sus manos está emprender una renovación interna que aporte sangre joven y caras nuevas a un proyecto político con luces y sombras para Melilla. A estas alturas es inadmisible que quienes dejaron las púas, quienes nos convirtieron en una ciudad con un ejecutivo con deudas pendientes con los juzgados vuelvan a presentarse apelando a la desmemoria del electorado. Se puede votar por el mal menor, pero también se puede votar por un PP renovado, con ganas de darlo todo por esta ciudad.

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