Opinión

Planes optimistas de Europa en la frontera de Melilla

El vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinás, comentó esta semana a un grupo de periodistas españoles con los que se reunió en Estrasburgo que él fue el primero en denunciar que el asalto de Marruecos a Ceuta de este mes de mayo constituía un ataque la frontera europea.

Luego le tocó el turno al canciller europeo Josep Borrell, que fue el encargado de hablar con Marruecos. Rabat nunca pensó que Europa iba a entender la marcha sobre Ceuta como “un chantaje” sino como un conflicto bilateral con Madrid.

Desde la UE no habían detectado movimientos previos a la entrada de 10.000 marroquíes en Ceuta, lo que les llevó a pensar que la operación había sido diseñada por Rabat como un ataque frontal.

Schinás reconoce que en la sede de la Comisión Europea se vivieron días difíciles y que independientemente de la causa del conflicto (supuestamente la entrada del líder saharaui Brahim Ghali en España y la negativa de nuestro país a apoyar la soberanía marroquí sobre el Sáhara), la actitud de Marruecos no fue algo nuevo para la Unión Europea.

En marzo de 2020, tras varios meses de amenaza, el presidente turco Tayyip Erdogan lanzó a 20.000 migrantes hacia la frontera griega. Ese gesto de Turquía se entendió como un ataque “organizado, premeditado e híbrido” contra Europa.

También lo ha hecho recientemente Bielorrusia, contra las fronteras de Letonia, Lituania y Polonia.

En Bruselas asumieron el gesto de Marruecos como un chantaje no sólo a España sino a toda la Unión y eso es algo que no pueden permitirse los países que reciben ayudas europeas, según reconoció el vicepresidente de la Comisión en declaraciones recogidas por el diario ABC.

Así que la respuesta de la Comisión Europea llegó a tres bandas: por la vía diplomática; a través de gestiones privadas y con la resolución del Parlamento Europeo que salió el 10 de junio condenando a Marruecos por violar la Convención de los Derechos del Niño y el uso de menores marroquíes en la crisis con Ceuta.

Esa resolución, que salió adelante con 397 votos a favor, 85 en contra y 196 abstenciones, según Schinás, envió a Marruecos un mensaje claro: es mejor colaborar con Europa que luchar contra ella. Al vicepresidente griego de la Comisión no le caben dudas de que Rabat entendió perfectamente de qué va esto.

Ninguno de los tres ataques contra Europa: ni el de Marruecos en Ceuta, ni el de Turquía en Grecia ni el de Bielorrusia en Lituania, Letonia y Polonia consiguió sus objetivos. Lo que no significa que desde Europa no esperen que vuelvan a producirse. De ahí que la Unión pretenda sacar adelante el año que viene un Plan para la Migración que pilote sobre tres ejes: el fortalecimiento de Frontex, las ayudas a los estados de origen y tránsito de la inmigración y el acuerdo de reparto de migrantes entre los países miembros de la Unión.

Evidentemente esto es una buena noticia para España porque aquí llevamos años reclamando que el problema fronterizo no sea sólo cuestión nuestra sino de toda la Unión Europea. El problema es que ese Pacto para la Migración fracasó hace cinco años porque muchos países se opusieron al reparto de migrantes por cuotas.

A juzgar por las declaraciones del vicepresidente de la Comisión Europea, ahora estamos en otro punto y la necesidad de proteger las fronteras externas ha calado entre los socios de la UE, habida cuenta de que el Tribunal de Cuentas Europeo advirtió la semana pasada de que cuatro de cada cinco migrantes que entran de manera irregular en el territorio Schengen termina quedándose en Europa.

Los sistemas actuales no sólo no funcionan sino que el Tribunal de Cuentas Europeo cree que están incitando la inmigración irregular.

En este sentido hay datos interesantes: el 80% de los marroquíes que accede de forma irregular a territorio europeo consigue quedarse. De hecho, la tasa de retorno a Marruecos está por debajo del 20%.

En mi opinión, Schinás es demasiado optimista si cree que poniendo más helicópteros y barcos a los efectivos de Frontex va a conseguir frenar la inmigración hasta el punto de que no hará falta establecer cuotas de reparto de migrantes entre los países.

Me parece más interesante su propuesta de unificar los criterios con los que se concede asilo político en Europa para que ese derecho humano fundamental no dependa del lugar geográfico donde se pida.

El problema, en mi opinión, es que los conflictos en el mundo no cesan. Si los talibanes amenazan con matarte, no te queda otra que huir de Afganistán. Si hay un golpe de estado en Guinea Conakry y la economía se paraliza y además el Ejército deroga las Constitución y todos los derechos, te conviertes en un refugiado de libro. Si el terrorismo yihadista sigue campando a sus anchas en el avispero del Sahel, la gente huirá.

En fin, que no acabamos de entender que la inmigración es como los ríos. Puedes desviar su cauce e incluso construir en la zona, pero cuando llueve, el agua reclamará su espacio. A este proyecto, hay que darle más vueltas.

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