Justo detrás de los espléndidos y prominentes edificios de Altos del Real, hay un conjunto de 44 pequeñas casas prefabricadas de color anaranjado que consisten en dos habitaciones, un baño y un salón y El Faro lo ha visitado.
Arrinconadas a un lado de la carretera, después de pasar un par de almacenes, la zona no invita demasiado a entrar y el único parquecillo del lugar, no se divisa desde la carretera. Tampoco es que sea de los mejores de la ciudad y ni si quiera tiene un banco para sentarse.
‘Las Caracolas’ es un conjunto de casas prefabricadas que a lo largo de los años han ido sufriendo modificaciones que no han servido para sacarlas de la marginalidad. El único contacto con el exterior o que hacía al barrio sentirse parte de la ciudad era la COA, pero que lejos de que la razón de ser de la parada que hay frente al barrio fuese ofrecer un servicio público, el único interés era llegar al paso fronterizo de Barrio Chino. Una vez cerrada la frontera por la pandemia del coronavirus, ya no haY motivo para seguir pasando por allí. Y es por ello que los vecinos no pueden más, que no pase ni tan siquiera el autobús es la gota que colma el vaso de una larga lista de reclamaciones que tienen.
Recurren en varias ocasiones a palabras como “abandonados” o “marginados”. Es un barrio con mucha juventud y uno de los veinteañeros que lo habitan señaló que hay personas que necesitan el servicio de autobús para moverse, ya que ahora tienen que bajar más de cien metros hasta Altos del Real para coger una COA. El padre de este joven tienen párkinson y apoyado en una muleta mientras le tiembla el brazo y la pierna derecha, escucha a su hijo contar como hay numerosas personas vulnerables o sin vehículo propio que no tienen como moverse. Su padre se animó finalmente a hablar y se preguntó cómo es que la COA sigue subiendo a Farhana y a Beni Enzar y no lo hace con Barrio Chino.
Poco a poco se van sumando más vecinas y vecinos a la conversación y uno de ellos exclama que si la COA sube hasta Altos del Real, por qué no sigue hacia delante 100 metros más y llega hasta ‘Las Caracolas’. Sin servicio de bus, explican que las personas sin vehículo tampoco, bajan hasta El Real y vuelven cargadas con las bolsas de la compra. Señalaron que las mujeres mayores tienen que ir haciendo parones en el camino para descansar.
También criticaron la parada, que solo consiste en un banco pegado a la lisa pared de un almacén, que no les proporciona la protección frete a la lluvia o al sol que les daría la típica marquesina de una parada de autobús y que es inexistente. “Pagan la COA como todo el mundo, pero no les llevan hasta la puerta de su barrio”, dijo Yunes, uno de los jóvenes.
Respecto a los servicios municipales, señalaron varios boquetes que tienen abiertos en el suelo o incluso un árbol que está vallado sin saber muy bien por qué. Aseguran que el abandono o la tardanza es tal que los vecinos han llegado al punto de meter ellos mismo la mano en el alcantarillado para desatascarlo. Por otro lado, señalaron que hay una gran presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Durante la visita de El Faro al barrio, se produjo una detención de uno de los jóvenes que habló con este medio.
En el 2018 se inauguró el parque que tienen. Consiste en unos columpios, un tobogán, la típica caseta de juegos, una mesa de ping pong y una pista en línea recta de carreras. “¿Qué quieren? ¿Qué nos salgan los hijos carteristas?”, inquirió una madre señalando la pista para aprender a correr. El parque, cuya área tiene forma rectangular alargada, está pegado junto a un terreno abandonado en el que antes había más casas prefabricadas que fueron tiradas. El suelo de dicha zona consiste en una mezcla de cemento deteriorado, trozos de tierra y plantas que han crecido con las últimas lluvias.
Así pues, de la zona de juegos a campo abierto solo hay un paso y basta con unos minutos para ver como los pequeños alternan las dos zonas con facilidad. Yunes contó que no pueden quitarle el ojo a sus hijos y que este verano se llevaron un susto al ver una serpiente. También sufren las jaurías de perros salvajes que vagan por la zona e incluso han tenido problemas por los menores extranjeros que han estado recibiendo droga por la valla y que se escondían en el barrio de la Guardia Civil. Por ello piden que vallen la zona. No se sienten seguros e incluso secuestraron a un pequeño del barrio para darle un susto.
Creen que el vallado les protegerá mejor y si no, también les gustaría tener un pequeño campo de fútbol, pues a falta de uno, los niños han dibujado una portería en una pared para jugar, pues ni ludoteca tienen. Y es que se sienten defraudados por la clase política de la ciudad y critican que solo se acuerdan del barrio “cuando hay elecciones”. Aseguran que los únicos que se preocupan por ellos son la iglesia evangélica y una persona anónima que les dejaba pan por la mañana durante el confinamiento.
César, de la iglesia evangélica, les entregó leche en polvo . “Hay mucha necesidad en este barrio” y explicó que intenta ayudarles cuando puede. “Como ves hay mucha juventud y necesitan ayuda, apoyo, de todos los medios para que crezcan sanos y sean los pilares de la sociedad”, dijo. Cree que en el momento en el que se les ayuda, los jóvenes del barrio serán “un ejemplo para la sociedad y no un tropiezo”.
Son las 12 horas del mediodía de un día laboral y los residentes del barrio ‘Las Caracolas’ se están levantando. “Siento una impotencia ¿Has visto? Mira la hora que es y la gente está en bata y zapatillas, así como los chiquillos”, dijo Yunes, uno de los jóvenes del barrio. Y es que los problemas socio-estructurales del barrio son como el pez que se muerde la cola y una vez que naces allí, quedas marcado para tu vida.
Piden trabajo, sobre todo los jóvenes, pero también mujeres con hijos a su cargo, mayores que llevan demasiados años en paro para recordar el número y ya sea con o sin formación. Por lo tanto, el mayor desafío que tienen es el empleo, pues si para la población general es difícil, ellos sienten que por ser de ‘Las Caracolas’ lo es aún más. Tienen difícil desarrollar sus vidas en lo que se considera estándar: estudios primarios, secundarios, especialidad, trabajar, idioma, cursos...
¿Y por qué hay niños y niñas de edad escolar en pijama a mediodía? Explican que los libros cuestan 100 euros y si un padre tiene varios hijos, le es imposible comprárselos todos. Y cuando crecen, desarrollarse en lo personal es también un desafío. Uno de los jóvenes explica que es mecánico y que aún así no consigue encontrar empleo. Pide por favor que ayuden a todos a encontrar trabajo para no tener que “buscarse la vida en la calle”.
Algunos de ellos han estado pasando bultos de mercancía cuando el puesto fronterizo estaba abierto y no entienden que teniendo un DNI que les da los mismos derechos que a todos, tienen que llegar a ese punto. La mayoría de los trabajos que han tenido han sido ‘en negro’ e incluso algunos han pasado por la cárcel. Además, tienen dificultad para acceder a curso de formación, aseguraron. Piden que haya una reinserción real para los que han estado en esta situación, ya que les cuesta aún más que les contraten.
Para las mujeres también es difícil encontrar trabajo. Una de ellas asegura ser víctima de violencia de género y que más allá de una paga que le dura el año, no le han ayudado a emplearse. Son siete personas de su familia en casa y como su padre trabaja, no le dan ayudas sociales a pesar de que haya tres miembros en paro y esté a cargo de tres menores. Otra mujer explica que tiene formación como administrativa y solo la llaman para limpiar. Hay algunos con formación universitaria que se han ido a Alemania, porque en Melilla, no tienen futuro.
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