La víctima reside en el centro temporal de inmigrantes, del que expulsaron al acusado antes del juicio
La Fiscalía reclama dos años de prisión para un individuo por el robo de un teléfono que tuvo lugar en las inmediaciones del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) el pasado día 3. En el juicio, celebrado ayer en el Juzgado de lo Penal número 1 de Melilla, el encausado sostuvo que él no sustrajo ningún dispositivo móvil. Según manifestó, tiene una lesión en el brazo por la que le hubiera resultado imposible cometer tal delito. Al respecto, señaló que está impedido para llevar a cabo “un forcejeo”.
El hombre explicó que, sobre las 18:00 horas, que es cuando se produjo el robo, él estaba con su mujer en la puerta del CETI e incidió en que podrían solicitar la grabación de la cámara de seguridad para comprobar su versión. Además, apuntó que él pudo ver a la víctima corriendo detrás de unos individuos, que fueron los que, según él, le robaron el móvil.
“Conozco a los que lo hicieron y los podría reconocer perfectamente”, puso de manifiesto el procesado. El hombre, que es de origen argelino, lamentó que había sido expulsado del CETI después de que lo acusaran por este robo que, insistió, no cometió. “Ella se ha confundido porque vio cómo me pegaban los vigilantes y creyó que yo era el culpable”, sostuvo.
Sin embargo, la denunciante aseguró ayer ante el juez que estaba completamente convencida de que el encausado era el verdadero autor del robo. “Lo vi cuando me robó”, dijo la víctima, de origen subsahariano, a través de un intérprete de los juzgados. Según explicó, ella tenía el móvil de la mano y comenzó un forcejeo con el procesado cuando se dio cuenta de que él trataba de quitárselo. Afirmó que él la empujó y, además de llevarse su dispositivo, le quitó la tarjeta de acceso al CETI. Asimismo, contó que mientras ella salió corriendo tras el ladrón para recuperar sus pertenencias, su amiga fue a avisar a los vigilantes.
Al no conseguir darle alcance, dio la descripción física del acusado a los vigilantes y pudo reconocerlo a través de fotografías.
La víctima, intérprete
Ayer también prestó declaración uno de los vigilantes del CETI, quien comenzó su relato así: “Vino la morena diciendo que le habían robado el móvil y la tarjeta del centro”. El hombre continuó con su versión de los hechos: “Encontraron la tarjeta de la morena tirada en el suelo”. El juez reaccionó preguntando: “¿De la qué?”. En ese momento, el testigo rectificó y ya se refirió a la víctima en otros términos.
“La subsahariana estaba muy alterada y culpabla a un argelino”, manifestó. Según expuso, no consiguieron localizar el teléfono de la denunciante. Por otro lado, aseguró que el encausado había sido expulsado del CETI por agredir a su pareja.
La última en testificar fue una amiga de la perjudicada, que también reside en el CETI. La propia víctima tuvo que hacer de intérprete porque la joven hablaba en dialecto malinké y el funcionario que hace las labores de traducción desconoce esta lengua. La testigo respondió a través de la víctima, que trasladaba lo dicho en francés al intérprete y ya lo traducía al castellano. La joven señaló que, aunque presenció el forcejeo y el robo, no llegó a ver la cara al encausado, por lo que no podía reconocerlo como el ladrón.
Aunque para el fiscal los hechos habían quedado probados, la defensa argumentó que su representado debía ser absuelto puesto que no le encontraron el teléfono. Al parecer del letrado, el hombre ha sufrido una detención “totalmente ilegal” y la acusación de la víctima podría obedecer a un “confrontamiento entre argelinos y subsaharianos” del CETI.
El caso quedó ayer visto por el juez para el dictado de una sentencia: condena o absolución.