Un individuo se enfrenta a una posible condena de nueve años de prisión. Declaró ayer ante los magistrados de la Audiencia Provincial, acusado por un presunto delito de lesiones. Según sostiene la Fiscalía, en el transcurso de una reyerta el procesado introdujo un dedo en el ojo del denunciante, al que ocasionó secuelas irreversibles.
El encausado se presentó al juicio, aunque al principio se mostrase contrariado. “No he visto a ningún abogado. Sólo en el día de la detención”, explicó. “¿Y qué es lo que quiere usted, tener al letrado todo el día pegado?” respondió el magistrado Federico Morales, presidente de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Málaga, cuya sede está en Melilla.
El acusado, finalmente, manifestó su intención de declarar. Según afirmó, el 15 de marzo de 2015, en torno a las 20:00 horas, se encontraba en el local que tiene la Asociación de Vecinos Divina Providencia. En la puerta del mismo estaba el denunciante, una persona a la que dijo conocer “del barrio” y porque “habíamos estado bebiendo juntos más de una vez”.
Según el relato del procesado, “de golpe y porrazo” se vio en el suelo, con el querellante encima suyo tratando de estrangularlo. “Tenía las dos manos en mi cuello. Me quería asfixiar” aseguró el acusado, quien dijo que llegó a tener “arcadas” al faltarle el aire para respirar. Según su versión, él trataba de quitarse al otro hombre de encima. “Le pude dar sin querer” en el ojo. “Nunca quise hacerle daño”, subrayó.
El encausado explicó que dos hombres intervinieron para separarlo del denunciante, ya que él no podía hacer fuerza. Asimismo, apuntó que hubo varios testigos que presenciaron la escena.
Aunque él no fue al médico ni tiene parte de lesiones, dijo que no se enteró de que había podido causar una herida ocular del otro hombre hasta que, una semana después de la reyerta, se lo llevaron detenido. Por otro lado, negó que alguna vez hubiera amenazado al querellante.
“Me reventó el ojo”
La víctima aseguró que todo comenzó cuando el encausado le rogó que le invitara a una copa dentro del local y él se negó. “Me fui porque no estaba a gusto”, señaló. Al rato, regresó al local de la asociación de vecinos y el procesado volvió a insistirle, por lo que él decidió irse de nuevo. “Al salir, me giré y al momento me encontraba en el suelo”, relató.
Según el denunciante, desconocía la manera en que el procesado lo tiró al suelo. Lo que sabía, dijo, era que el individuo “me reventó el ojo”. Él se dio cuenta, recordó, por el intenso dolor que sintió y porque vio “que empezó a salir líquido” de su ojo izquierdo. Por su parte, sostuvo que no agredió al encausado.
Como consecuencia de la lesión, el hombre perdió parte de la visión de un ojo. “Yo notaba que me hacía presión fuerte en el ojo”, rememoró la víctima. Según expuso, creía que el acusado “iba con la intención de hacer daño”.
En el juicio, además, aseguró que no es que tuviera miedo del procesado. “Lo que le tengo es pánico. Estoy temblando ahora mismo”, aclaró. Según lamentó, desde que ocurrieron los hechos apenas sale de su casa por temor a él.
Por otro lado, la víctima explicó que antes de esa reyerta, el encausado lo había amenazado en distintas ocasiones, llegando a sacarle un machete una vez o a decirle que pensaba quemarle el coche.
Testigos de los hechos
El dueño del local testificó en la vista, aunque aclaró que él no fue testigo presencial de la lesión. Según expuso, ambos comenzaron una discusión en el interior del bar. “Les dije que hicieran el favor de irse. Todo lo que sé es porque me lo han contado”, señaló el hombre.
Otros dos individuos declararon en calidad de testigos. Fueron los que supuestamente separaron a la víctima y al acusado. Según ambos, que dijeron conocer a los dos implicados, eran más amigos del encausado. Corroboraron la versión de este, diciendo que el denunciante lo tenía agarrado por el cuello y que lo que el procesado intentaba era librarse de él para no asfixiarse. De este modo, explicaban que “le habrá dado con el dedo en el ojo”.
Tras concluir las declaraciones, la fiscal elevó su petición para el dictado de una sentencia condenatoria, con una pena de nueve años de prisión. La defensa, por su parte, reclamó la absolución al entender que su cliente no tenía intención de cometer dicha lesión. El magistrado de la Audiencia Provincial dio por finalizado el acto: “Visto para sentencia”.
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