La Fiscalía de Melilla reclamó ayer que un anciano de 93 años fuese condenado a cuatro años de cárcel como presunto autor de sendos delitos de estafa y falsedad en documento mercantil. Según describió en su escrito acusatorio, al que pudo acceder El Faro, el hombre manipuló un boleto de la rifa de la Caridad para presentarlo en una oficina del BBVA con el número 2446, que era el que había resultado ganador. De esta manera, pudo cobrar el premio en metálico: una suma de 2.900 euros. Por su parte, la acusación particular, que en este procedimiento representa a la asociación sin ánimo de lucro Centro Asistencial de Melilla, conocida como Gota de Leche, elevó su petición de condena a seis años de prisión.
Los hechos supuestamente tuvieron lugar el 21 de noviembre de 2013, cuando el procesado tenía 89 años, y ayer fueron enjuiciados por el Juzgado de lo Penal número 2 de Melilla. El encausado respondió al interrogatorio a través de una videollamada. Según aseguró, nunca tuvo intención de enriquecerse injustamente a costa de los bienes ajenos. “Fui a la sucursal del BBVA a cobrar un boleto, pero ese boleto me lo dio un chico en la frontera”, dijo.
El anciano explicó que conocía “de vista” a esta tercera persona. Según expuso, este individuo lo ayudó en una mudanza, trasladando unos muebles de Beni Enzar a Nador. Al tiempo, siempre según la versión del procesado, coincidió con el hombre en la frontera y este le preguntó si podía hacerle el favor de ir a cobrar el boleto porque estaba premiado. “Me dijo que él no podía ir porque tenía la entrada prohibida a Melilla”, sostuvo.
“Pedí que lo comprobasen”
El acusado afirmó que accedió a hacerle el favor, pero que él mismo le hizo saber a la trabajadora de la sucursal que desconocía el origen del boleto. “Yo le pregunté a la chica: ¿No será falso? Le dije que no quería problemas, que me lo había dado un chico al que conocía poco. Ella me contestó que hasta ahora no se había dado ningún caso”, apuntó el anciano. “Yo le pedí que lo comprobase porque no me fío de nadie. La mujer tenía la obligación de comprobarlo”, incidió.
El procesado señaló que hizo entrega al otro individuo de los 2.900 euros que había cobrado en la oficina del BBVA. Según indicó, esta persona le entregó un papel firmado en el que hacía constar que había recibido el dinero.
El hombre aseguró que no recibió nada a cambio del supuesto favor, aunque la letrada de la acusación particular le recordó que en su declaración policial manifestó que esta persona le iba a dar 300 euros por ir a cobrar el boleto. “Yo eso no lo recuerdo”, apuntó él.
El gerente del Centro Asistencial también acudió a declarar como testigo. Según indicó, él había denunciado los hechos en nombre de la asociación sin ánimo de lucro tras cobrar que se había cobrado el premio con una falsificación. El hombre explicó que él cada mañana acudía a la entidad bancaria para darles el número del boleto ganador. “Fuimos nosotros los que detectamos la manipulación, pero al mes”, dijo.
Según agregó, después de este han habido otros dos casos en los que se ha alterado un boleto para cobrar el premio de la rifa injustamente. Al respecto, expuso que el banco únicamente tenía que comprobar que la papeleta se correspondía con el número ganador y quedarse con una fotocopia del DNI. Asimismo, indicó que estos boletos no disponen de ninguna medida de seguridad.
Manipulación sofisticada
Ayer también testificó el cajero de la rifa de la Caridad. Según dijo, fue él quien se dio cuenta de la manipulación cuando iba a proceder a la liquidación del mes. A su juicio, el boleto había sido alterado de una forma muy precisa y sofisticada, por lo que valoró que el autor debía ser una persona “con experiencia” en este tipo de falsificaciones.
La última testigo que declaró fue la gestora comercial del BBVA que atendió al procesado cuando acudió a cobrar la papeleta manipulada. La mujer recordó que el hombre se puso nervioso cuando ella le indicó que tendría que quedarse con una fotocopia a su DNI. “Al principio se mostró reacio”, manifestó. Según agregó, él le preguntaba el motivo, a lo que ella le aclaró que este era el protocolo habitual. Por otro lado, dijo que no recordaba que el procesado le hubiese preguntado si podía darse el caso de que la papeleta hubiera sido alterada.
Una vez finalizadas todas las declaraciones y expuestas las conclusiones de las partes de la acusación y la defensa, al procesado se le ofreció la posibilidad de hacer uso de su derecho a la última palabra: “Yo no me hecho más que trabajar en toda mi vida, no me he dedicado cosas de estas”, zanjó.
La titular del Juzgado de lo Penal 2 tendrá que dictar una sentencia.
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