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Picudo rojo

Las especies exóticas y la biodiversidad

La introducción de especies exóticas en nuestro país está teniendo efectos devastadores sobre nuestra fauna y flora local, y se ha convertido en una de las principales amenazas para la biodiversidad y el patrimonio natural de España.

Es un problema que afecta a todo el planeta, aunque los ecosistemas de determinados países son especialmente vulnerables. Un buen ejemplo de las graves consecuencias de la introducción de una especie en un lugar ajeno a su origen es la plaga que está acabando con nuestras palmeras, causada por un curculiónido procedente de Asia, el picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus).

Su aspecto exterior lo delata como perteneciente a la familia de los gorgojos, fundamentalmente por su cabeza, terminada en un apéndice alargado en cuyo extremo está la boca, una característica común en todos los curculiónidos. Sin embargo, tiene un tamaño muy superior y un color más llamativo que los gorgojos que viven en nuestras latitudes.

Una consecuencia inesperada

El picudo rojo se introdujo en España a través de partidas de palmeras procedentes de Egipto e infectadas con sus larvas. Estas palmeras tenían como destino los nuevos paseos marítimos y urbanizaciones que crecieron como setas en la década de los noventa en el litoral andaluz y levantino, por lo que se puede decir que la plaga del picudo rojo es otra consecuencia de la nefasta política urbanística de aquellos años.

El mal gusto imperante en lo referente a jardines entre los promotores inmobiliarios y los responsables municipales de las localidades costeras mediterráneas hizo que pensaran que darle un toque exótico a base de palmeras a sus urbanizaciones y avenidas atraería más al turismo, y las zonas costeras se llenaron en pocos años de palmeras en detrimento de las especies locales.

La demanda de palmeras creció exponencialmente y los viveros peninsulares no producían lo suficiente para surtir el mercado. Empezaron a llegar partidas de palmeras procedentes del norte de África y Oriente Medio, y los controles sanitarios sobre estas partidas se relajaron para permitir la llegada masiva de estas plantas: El desastre estaba servido.

Cocoteros y datileras

En su lugar de origen, el sudeste asiático, el picudo rojo suele atacar a los cocoteros (Cocos nucifera) y otras especies tropicales, pero en nuestra latitud depreda principalmente sobre la palmera datilera (Phoenix dactylifera) y la palmera canaria (Phoenix canariensis).

El picudo deposita sus huevos en un orificio que practica en el tronco de la palmera e introduce allí sus huevos; toda su fase larvaria se desarrolla dentro del tronco de la palmera infectada. Las larvas van devorando la palmera por dentro hasta que llegan a adultos.

Estos adultos vuelven a poner los huevos en la misma palmera en la que nacieron, y sus larvas continúan el ciclo, hasta que la palmera finalmente muere. Sólo llegado ese momento los adultos abandonan su huésped y buscan otra nueva palmera donde alojar su estirpe.

Los palmerales históricos

Aunque la pérdida de los palmerales de nueva plantación y la gestión de la plaga tuvo consecuencias nada livianas sobre el erario público, el que pagamos entre todos, lo más grave vino a continuación, cuando la plaga se extendió a los palmerales históricos de la península, algunos tan emblemáticos como el palmeral de Elche, declarado Patrimonio de la Humanidad en su día, y testigo de la presencia de los nazaríes en España, que fueron los que iniciaron su plantación.

No en vano en este palmeral se están aplicando las técnicas más punteras para controlar la plaga de picudo; hay mucho en juego. Hay que destacar que todos los tratamientos que se aplican en el palmeral de Elche son estrictamente biológicos; la experiencia ha demostrado a los técnicos que trabajan allí que es la solución más idónea, pues al no aplicar productos químicos pueden contar con un aliado fundamental contra el picudo: la fauna insectívora autóctona, tal como cernícalos, mochuelos, etc.

La plaga en Melilla

En Melilla se constata la presencia del picudo a partir del 2006, y su progresión ha sido vertiginosa desde principios de esta década. Aunque nuestra ciudad no ha sido ajena a la moda de llenar de palmeras las nuevas construcciones, aquí también tenemos palmeras datileras y canarias centenarias, un valioso patrimonio que pasa por horas bajas y que ya ha sufrido un importante número de bajas.

Una vez más debemos aprender de nuestros errores; la primera medida que hay que tomar es restringir la plantación de nuevas palmeras, tanto en zonas públicas como privadas. En la actualidad, muchas palmeras de la ciudad están siendo tratadas con productos químicos nocivos para la salud.

La gestión de esta plaga no debería cruzar ciertas líneas rojas. En otras ciudades optan sin dudar por sacrificar una palmera infectada antes que permitir el uso indiscriminado de biocidas que minen nuestra salud, nuestro medio ambiente y nuestra economía.

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