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Pesca: ¡Éramos la segunda flota de España!

Es cierto, Melilla constituía la segunda flota pesquera de España y, en consecuencia, un vergel económico de mucho parabién. No sólo los más de 90 barcos movían una industria extinta, es que Melilla vivía de cara al puerto, la vida de esta ciudad se concebía poco sin marcarse una escapada a las cinco de la mañana para ir a la Lonja a ver qué se subastaba allá y luego marcarse un rule por el cafetín de Hamed para celebrar la llegada del pescado a base de té moruno y unos jeringos calentitos mientras se espiaba a los ‘chipichangas’ (sheep chanlders) y a la llegada del barco alemán de la OPDR.
Había de tanto que los chavales íbamos a pescar sin comprar carnada. Bastaba con acercarse a una ‘vaquita’ y pedir algo para pescar. Entonces, cualquier miembro de la tripulación sacaba un cubo de carabineros y te los regalaba y lo que sobraba iba a los fogones de casa, de tapita, antes de la comida. El Mantelete tenía vida propia, lleno de establecimientos comerciales a base de efectos navales, abastecimientos, barberías, cafetines y algo más. No son batallitas porque, desde la referencia histórica, sólo han pasado cuatro décadas. Ya no hay grandes frigoríficos, ya lo hay Lonja, ya no hay pescadores, ni existen industrias.
Este es el problema. Una ciudad con casi nulos sectores productivos, se ha quedado sin el último de sus motores económicos. La pesca, por lo tanto se ha quedado sin talleres de reparación, sin almacenes de acopio de efectos, el suministro de combustible casi ha desaparecido, ya no hay fábricas de salazones y conservas, ni hay pescadores. Y si los hay, de los antiguos, ya no viven en su barrio ‘Corea’ sino –la mayoría de aquellas familias- en los bloques de Islas Chafarinas, allá en el Tesorillo Chico.
En aquellos tiempos, al margen de la pesca corriente, Melilla ofrecía el mejor marisco y los mejores ejemplares de mero, cherna, cazón, pargo, gallineta, aguja, jaquetones y algún que otro tiburón, entre otros. Pero llegó, como siempre, el metepatas: Marruecos. El ‘país amigo’ amplió sus aguas territoriales a 70 millas y la puntilla final vino de la mano del inicio de acercamiento de España a la Unión Europea, a mediados de los ochenta. A Europa le pasa lo que en la actualidad: es mucho más barato comprar pescados e incluso cítricos a hermano del sur.
Sólo nos queda el producto extraído por los pescadores deportivos y el consuelo de que la pesca con caña, desde playa o roca, vive un buen momento pero de sector pesquero puntualmente entendido, nada porque el pescado que se consume en la actualidad, o viene congelado de otros caladeros o procede de Marruecos para llegar a los mercados melillenses.
Pena de realidad pero clarividente: la gran industria de Melilla, la pesca se perdió hace unos 40 años y, tal y como sopla el viento, todo queda en un agradable recuerdo condenado a la extinción por mor de políticos que no reaccionan y de una nómina de trabajadores que vieron claramente la irreversibilidad de una conducta pública. Nos queda la verbena de la Virgen del Carmen. Algo es algo.

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