Muchas ni siquiera son conscientes de su situación. Saben que han contraído una deuda pero creen que la podrán pagar cuando quieran y serán libres. Cuesta que se sinceren pero si les preguntan que a quién les darían los resultados de una analítica, responden que a sus “jefes”, según explican desde Melilla Acoge. Así son un gran número de las mujeres migrantes que recalan en nuestra ciudad. Si un hombre tiene que sortear un auténtico laberinto de obstáculos hasta alcanzar suelo europeo, para ellas el interminable viaje se convierte en una penosa odisea, con redes de trata, amenazas, agresiones sexuales y violaciones por el camino.
Las Islas Chafarinas han recibido en las últimas semanas cinco pateras, de las cuales cuatro estaban ocupadas únicamente por mujeres y niños, colectivos especialmente vulnerables a los que no se les aplica el Acuerdo de Readmisión entre España y Marruecos.
Aunque fluctúa, entre el 20% y el 30% de los residentes en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla son mujeres. Y se pueden diferenciar dos perfiles: las que vienen con sus familias, y las subsaharianas, que llegan mayoritariamente solas o con niños, muy pequeños por lo general.
Y su periplo hasta llegar aquí ha sido también completamente diferente. Por ejemplo, las familias sirias que llegaron hace unos años venían con ciertos recursos económicos y su viaje no había sido, dentro de las circunstancias, tan complicado .
Sin embargo, fuentes del centro señalan que la mayoría de mujeres subsaharianas que llegan a Melilla vienen envueltas en redes de trata. “Las consideramos como presuntas víctimas”, indican. No obstante, reconocen que es díficil trabajar con ellas porque están poco tiempo en el CETI, entre tres y cinco meses. Después se les da salida a la península, donde son derivadas a asociaciones y centros especializados en este fenómeno.
La deuda contraída en sus países para llegar hasta suelo europeo condiciona todo el proceso: les amenazan con dañar a sus familias o con prácticas de vudú. “Es muy difícil luchar contra ello”, apuntan desde el CETI.
Un estudio de la Fiscalía de Extranjería determinaba que en España existe un alto índice de trata sexual y que se esclavizan mujeres procedentes de todas las partes del planeta. El informe refleja que Nigeria es el país de África de donde proceden la mayor parte de las víctimas explotadas en nuestro país.
Según este estudio, la mayoría son captadas con engaño, con falsas promesas de un trabajo. Cuando la víctima accede, asume el compromiso de pagar una alta cantidad de dinero, entre 30.000 y 50.000 euros, que deberá abonar en determinados plazos.
Los compromisos se sellan con prácticas de vudú, que garantizan no solo el pago de la deuda contraída sino que no se denuncie a los traficantes.
“Algunas se convierten en auténticas esclavas para poder pagar”, alertan desde el CETI. “El viaje es muy penoso para ellas, mucho más que para un hombre”, añaden.
También es “muy frecuente” el maltrato. Por ello, desde la Unidad contra la Violencia de Género de Melilla se está trabajando para poner en marcha un paquete de medidas para atender los casos de violencia machista y de trata en el CETI. El objetivo es diseñar acciones conjuntas entre todos los agentes implicados, como el propio centro, la Policía, la Guardia Civil y asociaciones como ACNUR (la Agencia de la ONU para los refugiados) o Melilla Acoge.
“El trabajo con las víctimas de trata es muy largo”, apuntan desde el CETI. Porque el problema no se acaba al llegar a suelo europeo y las mafias siguen al acecho.
“Se creen libres. No son conscientes de su problema”, detallaba Isabel Torrente, coordinadora de programas en Melilla Acoge, en el curso ‘Multiculturalidad y migraciones’, celebrado a finales de noviembre en el centro asociado de la UNED en nuestra ciudad. Sin embargo, sus ‘jefes’ intentarán seguir en contacto con ellas cuando lleguen a la península.
En Melilla Acoge trabajan con mujeres migrantes, entre ellas con residentes del CETI. Durante el viaje hasta Melilla, muchas han trabajado en el servicio doméstico en Marruecos. A la asociación le cuesta que se sinceren y les cuenten sus historias, y hay cuestiones que les cuesta abordar especialmente con ellas. “No reconocen violaciones ni que están en redes”, explicaba Torrente. De los hombres que las vigilan dicen que son sus hermanos o sus novios.
El trabajo con estas mujeres es arduo y largo. Pero hay que dejarles que se vayan expresando poco a poco para que cuenten lo que, probablemente, intenten esconderse hasta a ellas mismas. Desde Melilla Acoge, lo tienen claro: “Cada persona tiene sus tiempos”.
La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) ha percibido un “aumento cuantitativo” en la llegada de mujeres migrantes a nuestro país a través de embarcaciones. Calculan que son alrededor del 10% de las personas que vienen. “Es una realidad bastante invisibilizada y la mayoría de los recursos están dirigidos a varones”, explican desde la entidad.
Muchas de las mujeres que acuden a sus recursos están en redes de trata. “Necesitan una atención muy especializada”, alertan.
“Muchas de ellas, ya sea en el viaje, o por la exclusión que viven al llegar aquí, han sido abusadas sexualmente o acaban en el comercio del sexo en nuestro país”, denuncian. “Otras acaban siendo explotadas aquí”, añaden.
“Algunas, para asegurarse cierta seguridad, acaban teniendo ‘parejas itinerantes’ en el viaje. Esa seguridad se paga con un sexo ilimitado con ellas. Esto les deja muchísimos traumas”, lamentan desde CEAR, aunque también señalan que a estas mujeres “les cuesta verbalizar” que sean víctimas de redes de trata.
Y muchos de los hijos con los que llegan son fruto de violaciones o de las relaciones con esas parejas formadas durante el periplo migratorio.
Las mujeres atendidas por CEAR proceden mayoritariamente de Costa de Marfil, Nigeria y de Guinea. “Muchas huyen de violaciones, de matrimonios forzados o de ablaciones”, indican.
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