Estamos en la recta final de una investidura que hay reconocer no va a ser fácil. Como cualquier acuerdo entre formas diferentes de entender un país, el nuestro, ideológicamente plural, así como, territorial, cultural y lingüísticamente diverso. Una investidura que debe coser las heridas provocadas por un independentismo fanatizado y rupturista, que en 2017 quiso poner a prueba la fortaleza del Estado, pero que encontró en la unidad constitucional su principal tabique de contención. Unidad que, quiero rememorar y reivindicar, tuvo en el PSOE, como principal partido de la oposición de entonces, la lealtad con el Gobierno del PP que la excepcional situación exigía, permitiendo ejecutar el Artículo 155 de nuestra Constitución. Ese PSOE, quiero recordar, contaba con la misma dirección liderada por Pedro Sánchez que ahora. Con la sustancial diferencia de que no estamos ante un hecho constitucionalmente excepcional, sino ante la normalidad institucional de elegir en el Parlamento nacional al futuro Presidente, tal y como nuestra Constitución mandata tras unas elecciones democrática y legalmente celebradas.
Me preocupa que la parte fanatizada sea en esta ocasión el otro gran partido mayoritario de este país, cada vez más mimetizado con Vox, con quien en estos momentos gobierna seis comunidades autónomas y un centenar y medio de municipios. Y me preocupa especialmente que haya decidido emular a la extrema derecha en la estrategia de vociferar en las calles o de copar los parlamentos y asambleas autonómicas y municipales con debates que ponen en cuestión la normalidad constitucional, a la mayoría parlamentaria votada por el pueblo español para elegir al próximo Presidente del Gobierno; y al Jefe del Estado, que está cumpliendo exquisitamente el mandato de proponer la investidura que corresponde en cada ocasión, tal y como el Artículo 99 de nuestra Constitución establece. ¿Es consciente el PP del daño que le está infligiendo a nuestro orden constitucional y sistema parlamentario con su actual posicionamiento político?
El PP, junto con Vox, nos retrotrae en la memoria democrática a esa derecha extrema y radicalizada que siempre ha creído que el país les pertenece. Que los símbolos e instituciones del Estado les son propias y no de todo el pueblo español. Que la Constitución debe cumplirse a rajatabla siempre y cuando son ellos los que gobiernan. En vez de acercarse y a la derecha moderada europea, que se mantiene firme frente a la ultraderecha de sus países, el PP se siente cómodo gobernando con ella y asume sus postulados retrógrados y antidemocráticos. Ni siquiera el cumplimiento del orden constitucional por parte del Rey les merece el más mínimo respeto. En unas semanas especialmente importantes para la Corona tras el juramento de la Constitución por parte de la Heredera al Trono, la Princesa Leonor.
Es vital recordarles a la derecha y al secesionismo de nuestro país que las reglas del juego democrático están despejadas desde 1978; que la Constitución Española fue votada por la gran mayoría los españoles y el Parlamento de entonces; que es el mismo Parlamento que está llamado a investir al próximo Presidente del Gobierno cumpliendo el mandato constitucional; y que todos los españoles, por muy legitimados que se sienta cada partido en sus posicionamientos políticos, ya sea para declarar ilegalmente la independencia de un territorio o para socavar al sistema parlamentario cuestionando sus instituciones constitucionalmente establecidas, nos debemos al mismo orden jurídico y democrático.
Por ello, ahora más que nunca el PSOE apelamos a la normalidad democrática. La amnistía que salga del Congreso de los Diputados será escrupulosamente constitucional, como no puede ser de otra manera. Jamás el PSOE negociaría otra cosa, como partido constitucionalista que se ha mantenido absolutamente fiel a sus posicionamientos en los momentos clave de nuestra historia de democrática; contra la dictadura franquista, desde el mismo momento del proceso constituyente apoyando decididamente su aprobación en el Parlamento y en referéndum por parte de todo el pueblo español; frente al terrorismo de ETA y frente a la declaración unilateral de independencia del secesionismo catalán; el PSOE siempre ha sido un partido constitucionalmente ejemplar.
Ningún partido de este país nos va a dar lecciones de democracia y respeto constitucional, porque el PSOE en sus 145 años de historia siempre ha estado en los momentos más difíciles del lado correcto; en las duras y las maduras, sacrificando muchas vidas de compañeras y compañeros. La próxima legislatura y el futuro Gobierno serán una nueva oportunidad de superación de conflictos pasados; como en su momento se superó la dictadura y el terrorismo, ahora se superará el secesionismo. El PSOE seguirá cumpliendo, como siempre, el deber que le exige ser el principal actor de transformación y regeneración democrática de este país.
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