Las tómbolas son un elemento clásico que no puede faltar en las ferias. Pedro Alguacil ha recorrido el país durante 52 años viajando de feria en feria con tómbola. El Faro se ha acercado a la tómbola de la Feria para hablar con él.
Sus hijos son los que están a cargo de ella estas fiestas, porque este feriante ya está jubilado. Lo primero que hace es aclarar que su negocio es un bingo y no una tómbola. “Las tómbolas son con boletos y esto es con cartones que están taladrados para que, conforme vayan saliendo los números y rellenen el cartón, tengan premio”, aclara.
Cuenta que cuando empezó a venir a Melilla, hace más de un lustro, lo hizo con una rifa. “Por aquel entonces traíamos unos premios que se los llevaban mucho para Marruecos: las marmitas, que se llevaban como los churros”, dice.
Durante todo este tiempo que lleva visitando la ciudad en sus fiestas patronales asegura que ha visto evolucionar a Melilla. “Ha cambiado tanto que ni se reconoce”, señala. Explica que en aquellos tiempos las tiendas del Mantelete “hervían de gente”. “Todo eso ahora ya no existen y esas tiendas han desaparecido. El comercio de Melilla es el que cambia totalmente la situación de la ciudad”.
Este año, a pesar de estar la frontera cerrada y ser el primero después de la pandemia, apunta que la ve muy diferente. Antes cuando venía, cogía muchos dírhams. Durante esta feria, por el momento, han recogido pocos. “Tenemos solo dos billetes de 100 dírhams. Prácticamente nada”, apunta. Empezó a dedicarse a la vida de feriante desde que era muy joven.
Cuenta que en “los tiempos de Franco”, la gente joven “no teníamos nada”. Su familia tuvo que sacarlo de la escuela cuando tenía 9 años y lo pusieron a trabajar en el campo. Con un préstamo de 50.000 pesetas que le dió su padre se compró una furgoneta, cogió carretera y se hizo feriante.
Ahora ya está jubilado, pero comenta que “la vida del feriante es muy arrastrada”, pero que, como todo, ha mejorado. “Ahora venimos a Melilla y nos vamos al hotel. Antes veníamos y dormíamos en la caseta con la loneta, que daba una calor espantosa. Y si era en invierno, te morías de frío”.
Aún así, comenta que todavía hay feriantes que viven mal porque “si una feria no da para irse al hotel, pues no vas”. Él puede ducharse dos veces al día y sus hijos también, pero hay personas que no pueden vivir de una manera digna.
Durante todos estos años, Pedro Alguacil asegura que ha visto muchas cosas y que conoce España de arriba abajo. Sin embargo, detrás de todas las luces, música e ilusión de la Feria, hay otra cara que, tal y como señala este feriante, “la mayoría de la ciudadanía desconoce” porque “la feria en realidad es un mundo aparte”. Aún así, en la actualidad ha mejorado mucho a como todo era cuando él se emprendió en esta aventura con su bingo.
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