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Fode es uno de los 24 migrantes que llegaron a Melilla hace dos meses en una lancha motora desde Nador
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El 22 de julio hará un año que abandonó Gambia en un intento de ayudar económicamente a sus padres
Fode Sarr tiene grabado a fuego en su memoria el día que abandonó su hogar en Gambia. “El 22 de julio de 2016 me despedí de mis padres y de mis hermanos pequeños con la intención de alcanzar Europa y poder trabajar para ayudarlos económicamente”, asegura a El Faro el joven de 27 años.
Este sábado celebrará su primer aniversario fuera de casa con sus compañeros del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Aquí reside desde que llegó hace dos meses tras ser rescatado, junto a otra veintena de pasajeros, por la Guardia Civil de la patera que se hundía en aguas próximas a Aguadú, procedente de las costas marroquíes de Nador.
Sin embargo, no hay mucho que celebrar. Fode quería llegar a España para ponerse a trabajar y enviar dinero a su familia, pero estando en el CETI no puede hacerlo, lamenta. Tampoco sabe cuándo saldrá. “Todavía están revisando mi expediente y es posible que, como mucho, me queden otros cuatro meses aquí. Me han dicho que la gente suele estar entre cinco y seis meses como máximo”, explica sentado en la puerta del centro.
Su travesía
El viaje de Fode hasta Melilla duró unos diez meses aproximadamente. El joven cogió una mochila con sus enseres personales, algo de ropa, documentación y puso rumbo a Senegal. Pasó tres meses trabajando como peón en las obras que encontraba. Trabajaba de lunes a sábado, una media de 12 horas al día. Su jornada comenzaba a las seis de la mañana y terminaba a las seis de la tarde. Por su trabajo, recibía mensualmente 75.000 francos de la Comunidad Financiera Africana (FCFA), cantidad equivalente a 114,33 euros. Fode enviaba todo lo que podía a su familia, el resto lo guardaba para cubrir su manutención y pagar el alquiler de una habitación pequeña, compartida con otros 14 trabajadores, que ascendía a 15.000 FCFA (22,86 euros).
Al cabo de esos tres meses, consiguió ahorrar lo suficiente para proseguir su marcha. Su siguiente destino fue Mauritania. Durante medio año trabajó como obrero en obras y construcciones en distintas ciudades. Las condiciones económicas empeoraron en este país africano. Por la misma jornada laboral y compartiendo piso con otras tantas personas, Fode recibía a final de mes 60.000 FCFA (91,46 euros).
Tras seis meses en Mauritania, finalmente puso rumbo a Marruecos, donde pasó un mes antes de entrar a Melilla. Fode estuvo 30 días escondido en un bosque próximo a Nador, en el monte Bolingo. Montó su campamento con otros migrantes y con el dinero ahorrado compraba los alimentos básicos para subsistir. Transcurrido este periodo de tiempo, pagó 500 euros a una mafia para pasar de Nador a Melilla en patera.
El 20 de mayo la Guardia Civil rescató a 24 inmigrantes subsaharianos que viajaban en una lancha motora. La Benemérita les atendió en aguas próximas a Aguadú, poco rato después de que la embarcación volcara. La rápida actuación del Cuerpo evitó que los pasajeros se ahogaran. “Yo no sé nadar, nunca he tenido ocasión de aprender, pero cuando vi la oportunidad de llegar a España no me lo pensé y me subí a la patera que me llevaría directo a Melilla”, explica decidido. “Tuve miedo, pero seguí adelante”, sentencia. El joven gambiano agradece la rápida actuación del Instituto Armado en su rescate. “Si no fuera por ellos, ahora no estaría aquí”, asegura.
Sin recursos
Fode tiene estudios medios, habla francés e inglés, aunque su idioma materno es el serer, una lengua minoritaria que hablan cerca de 32.000 personas que conforman esta etnia homónima y que representa casi el 2% de la población en Gambia.
“Llevo trabajando desde que terminé mis estudios con 18 años. Siempre me he dedicado a la albañilería porque mi padre trabajaba en la construcción de edificios”, relata el joven y añade: “Decidí venirme a Europa porque en mi casa no hay dinero. Mi padre es mayor y está enfermo del estómago. No trabaja desde hace meses y mi madre se saca algo de dinero vendiendo pescado, pero no alcanza para mantener a mis cuatro hermanos pequeños (dos chicos y dos chicas), que están todos estudiando”, detalla.
Este gambiano reconoce que ha pensado en estudiar, pero si no lo hace es porque le quitaría tiempo para trabajar y enviar el dinero a su familia. Fode habla con su familia muy de vez en cuando. Para ello, un compañero del CETI le presta su teléfono, ya que él no tiene. “Cuando trabaje lo primero que haré será comprarme un móvil para poder hablar con mi familia y mi novia”, comenta. Fode está prometido con Aoyi Thiam, una joven de 24 años de su pueblo, con la que le gustaría casarse y tener “10 hijos, seis niños y cuatro niñas”. “Al primogénito lo llamaremos Ibrahim, nombre muy popular entre los musulmanes”, dice con una franca sonrisa. Para ello, “antes tengo que encontrar trabajo y enviarles dinero” suspira.
“Estoy contento de estar aquí, ahora sólo quiero encontrar un trabajo”, repite. Por otro lado, Fode lamenta que haya movimientos contrarios a la inmigración. “Los inmigrantes que tomamos estas medidas desesperadas no viajamos miles de kilómetros por gusto, tampoco queremos molestar a nadie”, explica y añade: “Queremos ayudar a nuestros seres queridos, como todo el mundo. No queremos problemas, queremos un futuro”.