El consejero de Turismo, Miguel Marín, parece ir dando pasos en la buena dirección a la hora de sentar las bases de lo que podría ser la Melilla turística que el Gobierno pretende como medida de reactivación económica de la ciudad y como parte del modelo de sostenibilidad que se pretende de cara al futuro. Su reciente participación en la WTM de Londres pone de manifiesto la gran actividad que está desarrollando, fundamentalmente a la hora de establecer acuerdos con capitales andaluzas como Málaga y Granada, además de mantener contactos con turoperadores de primer nivel.
Y esta WTM no es el primer encuentro que mantiene con grandes directivos de la industria turística nacional e internacional. Ya hace un mes también viajó a Madrid para reunirse, entre otros, con la vicepresidenta del Consejo Mundial de Viajes y Turismo, considerada la mayor organización internacional en este sector. Con sede en Londres, ese consejo está formado por miembros de la comunidad empresarial a nivel mundial y trabaja con los gobiernos para crear conciencia sobre la industria de los viajes y el turismo.
Da la sensación de que el consejero popular tiene claro lo que debe hacer y se encamina hacia la consecución del objetivo, que beneficiaría enormemente a la hostelería, al comercio y a los pequeños empresarios locales con la llegada de visitantes que consuman en Melilla e incluso sirvan de embajadores de la ciudad para atraer a más turistas. La ciudad tiene los atractivos necesarios en cuanto a belleza, gastronomía y clima. Ahora falta por articular otras ofertas como establecer rutas de interés y formar a guías que sean capaces no solo de atender al visitante peninsular, sino también al extranjero.
Marín ha arrancado el motor y ahora el vehículo tiene que iniciar la marcha. Los bonos turísticos, con ese 75% de descuento para los no residentes, van a ser un incentivo importante y los datos aportados por el consejero, que apuntan a más de 3.000 billetes vendidos ya y más de 6.000 visitantes con una estancia media de 4,5 días, callan cualquier crítica sobre la gestión que se está realizando en ese sentido.
El también vicepresidente primero y hombre fuerte del Gobierno de Imbroda está demostrando una considerable capacidad de trabajo y de gestión porque ya no solo se trata de la cuestión turística, sino también de los contactos que ha establecido con altos ejecutivos de empresas de base tecnológica para su posible implantación en Melilla, un lugar que les ofrece una fiscalidad envidiable e incluso una buena ubicación en el centro de la ciudad, concretamente en locales de la zona terrestre del Cargadero del Mineral, sin contar con las ayudas que el Gobierno tiene establecidas a las empresas a través de los distintos programas de apoyo que gestiona Proyecto Melilla (Promesa).
Hay que darle pues un voto de confianza a Miguel Marín y confiar en sus capacidades sobre todo porque la ciudad necesita esperanza, ver la luz al final del túnel, darse a sí misma oportunidades y afrontar su reinvención económica con empuje y valentía.
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