José Antonio Alonso (Melilla, 1977), “el turrón más caro del mundo, como en el anuncio”, es mucho más conocido en la ciudad como Pascualín.
-Sí: Pascualín.
-Hace ya unos 28 años, cuando empecé en el mundo del artisteo, había que ponerse un nombre artístico y, como mi segundo apellido es Pascual, me puse Pascualín y ya se quedó. De hecho, toda Melilla me conoce por Pascualín.
-Sí, el mundo artístico. Todos hemos hecho algo que siempre habíamos querido hacer y, en ese sentido, lo he llevado muy bien. Ha sido uno de mis sueños. Y lo he cumplido, claro.
-Pues mire. La verdad es que ha sido muy diverso, porque empecé como showman, me metí en el mundo del transformismo y he hecho muchísimas cosas. Me acuerdo de que me llevaron hasta Galicia a hacer una pequeña gira a unos pueblos más remotos cuyos nombres no conocía y que ni siquiera salían en el mapa. La verdad que fue una experiencia reconfortante y conocer el mundo, aunque sea en España, ha sido una alegría, porque yo, en mi vida, habría imaginado esto de firmar autógrafos. Esto, Bisbal, Chenoa… Pero, claro, te vas a un pueblecito de Ferrol donde nunca han visto esta clase de actuaciones y las ven esa noche y después me están esperando… “Por favor, por favor, un autógrafo, un autógrafo”.
-Yo me quedo anonadado. Dicen que nadie es profeta en su tierra. Aquí también me han recibido muy bien, pero, claro, tanto como autógrafos… “Pascualín, enhorabuena, Pascualín, felicidades” cuando actuaba en el Perelló o en los Carnavales. En ese sentido, han sido ocho o nueve años que me han llenado bastante. De alegría, sobre todo.
-Lo dejé porque ese mundillo no da para vivir y porque tenía que asentarme para trabajar. A mí, siempre me ha gustado el mundo de la hostelería. He sido cocinero durante muchísimos años. Empecé en lo que era el restaurante Mamma mia, que ya no existe hoy en día, en el Paseo Marítimo. Estuve ahí de cocinero-pizzero ocho años y después estuve en la Residencia de Mayores. En fin, he estado en muchos sitios y terminé el año pasado en Amlega, donde también estuve cuatro años. El año pasado, por desgracia, me tuvieron que jubilar.
-Como tengo más tiempo, es verdad que no puedo hacer la mitad de cosas que querría, porque no me lo puedo permitir físicamente ni psicológicamente. Pero sí hago cosillas. Me gusta estar activo. Tengo que tener la mente ocupada. Me lo dice mi psicóloga. Soy presidente de la asociación de vecinos del Industrial, donde llevo siete años. Aparte, me dedico al mundo de las redes y, para primeros de febrero, voy a sacar un programa nuevo cuya exclusiva voy a dar a El Faro y que se va a llamar ‘Los ratos con Pascualín’. Lo podremos ver todos los días en Facebook en directo. Ya pondré la hora. Y también, a reivindicar…
-Como sabéis, el Industrial es uno de los barrios más poblados de Melilla. En este caso, a criticar todo lo que esté mal hecho. Estoy todos los días en el Ayuntamiento prácticamente. Parezco un funcionario, porque estoy todos los días tanto en la Viceonsejería del Mayor como de Participación Ciudadana. Anteayer tuvimos una reunión con el consejero Rachid Bussian y así estamos: moviéndonos un poquito, porque tenemos que movernos.
-Sí, por supuesto. Sí es verdad que el barrio del Industrial, al menos, es uno de los más accesibles para las sillas de ruedas, porque están haciendo el acerado y las carreteras nuevas como podemos ver aquí al lado precisamente. Estamos en la cafetería El Bombón y justamente aquí están poniendo todo nuevo. Ha cambiado mucho el barrio del Industrial. A mejor, gracias a dios, pero todavía le queda bastante.
-Queda la calle García Morato, donde está la asociación de vecinos, que está demacrada, y, sobre todo, lo que es la barriada de los famosos bloques blancos, los pisos de Álvaro de Bazán, que llevan más de 74 años en pie. Esos pisos necesitan una remodelación urgentísima, porque, de hecho, hay varias clases de peligros. Ya me han comentado que se ha pedido la licencia de obra para poder comenzar a remodelar la urbanización, que es una de las cosas más demandadas por los vecinos, porque es un edificio que nunca se ha tocado. Precisamente la asociación está en los bajos y, desde el terremoto que hubo en enero de 2016, uno de los locales, que es el salón de la mujer, lo tenemos apuntalado doblemente por los Bomberos, porque literalmente está en una zona muy delicada. De ahí ha salido ya el compromiso del señor consejero, porque estaba el proyecto para rehabilitar esa parte de la asociación. Lo van a sacar estos días del cajón y lo van a reactivar. Tienen que actualizar el proyecto y lo van a sacar a licitación, que es una cosa que llevamos reivindicando siete años.
-Me gusta, no. Me vuelve loco. Me encanta. ¿Por qué? Muy sencillo. Por su gente, pues la gente es solidaria digan lo que digan. No tenemos confrontaciones religiosas, digan lo que digan. Nos llevamos muy bien todos los ciudadanos, con algún pique que otro que son estupideces, pero la tranquilidad que hay en Melilla no la hay en Málaga, en Madrid, en Almería, ni en ningún lado. Es verdad que los precios han subido desorbitadamente, pero espero y deseo que la frontera, por fin, se abra y podamos disfrutar también de esos alimentos que de verdad tienen sabor, como es el pescado y la verdura.
-Gracias a El Faro.
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