La semana pasada comentaba que la consejera socialista de Salud Pública de Melilla, Francisca García Maeso, estaba en racha. Pues bien, el tiempo me da la razón. Este fin de semana se ha coronado con la improvisación con que ha implantado el pasaporte covid, demostrando que no hay dos sin tres.
Además de tener declarada la alerta de nivel 1 por rabia en la ciudad y con Melilla en riesgo medio de coronavirus, García Maeso ha sacado adelante la implantación del pasaporte covid deprisa y corriendo, sin previo aviso, provocando la histeria colectiva y colas multitudinarias, nada recomendables en tiempos de pandemia.
El pasaporte covid es una medida impopular que ha demostrado ser muy efectiva para animar a la gente a vacunarse, pero sus efectos positivos en la contención del coronavirus aún están por demostrar. Tampoco está científicamente constatado que los bares son fuente primaria de contagio de coronavirus. Hasta donde sabemos, lo peligroso es el contacto social, se haga donde se haga.
Creer que el pasaporte covid va a obrar el milagro que no ha podido obrar ni siquiera la vacunación masiva es pecar de ingenuo.
A mí, personalmente, no se me pasa por la cabeza pasar un fin de semana haciendo cola para sacar el pasaporte covid. Como tampoco se me pasan por la cabeza motivos razonables que expliquen por qué la Policía Local advierte a los dueños de bares y restaurantes de que pueden ser multados si permiten que sus clientes sin pasaporte covid permanezcan en el interior de sus locales.
¿Por qué la multa es para el hostelero y no para el cliente? ¿Por qué insistimos en castigar a los pequeños empresarios? Si voy en un coche de copiloto y no llevo el cinturón, la multa no es para el que conduce, sino para mí. ¿Por qué no se aplica esta máxima en el control del pasaporte covid? ¿Por qué obligamos al hostelero a velar por lo que debería ser responsabilidad individual?
¿Por qué tengo que presentar el pasaporte covid para entrar a un bar o a un hospital y no tengo que mostrarlo a la entrada del teatro, de un estadio de fútbol, del trabajo, de una tienda de ropa o de un centro comercial? ¿Por qué puedo comer palomitas en el cine sin mascarilla y sin pasaporte covid? Creo que debemos reflexionar en torno a si estamos penalizando deliberadamente a la hostelería.
¿Cómo puede comprobar un hostelero que el pasaporte covid que le estoy enseñando no es el de otra persona? Hasta donde yo sé, los ciudadanos no estamos obligados a identificarnos con el DNI para salir de tapeo. ¿Por qué si la información sanitaria no la maneja con alegría ni siquiera Hacienda, tenemos que permitir que un camarero vea la nuestra?
Que conste que estoy vacunada con dos dosis de Pfizer y si me llaman para la tercera, pondré el brazo sin rechistar porque creo en la ciencia con fe ciega, pero eso no impide que me ponga en la piel de los hosteleros amenazados con multas si no realizan un trabajo que no les corresponde hacer y que me solidarice con las personas vacunadas que no quieren mostrar esta información sanitaria, de la misma manera que les molestaba tener que mostrar el certificado de empadronamiento para viajar a la península.
No hablo en nombre de los no vacunados porque soy de las que piensa que los adultos que se saltan la vacunación en las condiciones actuales son irresponsables e insolidarios aunque la vacuna no sea obligatoria.
Creo que con estas multas que se pongan por no llevar el pasaporte covid, pasará lo mismo que con las impuestas a quienes se saltaron las restricciones durante el primer estado de alarma, tumbado por ilegal por la justicia. Finalmente el Constitucional les dio la razón y en octubre pasado el Gobierno local dijo que crearía un grupo de trabajo para devolver las sanciones cobradas indebidamente.
Ni siquiera los jueces se ponen de acuerdo con la aprobación del pasaporte covid. Aquí en Melilla, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía le ha dado el visto bueno, pero en el País Vasco lo han tumbado.
Tengo la sensación de que en Melilla nos hemos subido al carro del pasaporte covid por no desentonar con lo que ocurre a nuestro alrededor. Sin embargo, a pesar de que tenemos casos de coronavirus incrementándose a diario, no estábamos preparados para poner esto en marcha. Nos cogió desprevenidos y la implantación se convirtió en una huida hacia adelante.
Aún así se ha hecho. Me consta, además, que se hizo con el beneplácito de la Asociación de Hosteleros, que entiende que de alguna manera, esto es una garantía para los trabajadores del sector, que tienen que servir mesas en las que los comensales vacunados o no comen y beben sin mascarillas. ¿Pero qué pasa si el dueño de un bar no está vacunado? ¿Cerramos el bar? ¿Qué pasa si hay un camarero sin pauta completa? ¿Lo despiden?
Reconozco que tengo muchas interrogantes y hasta contradicciones con el pasaporte covid. Admito que incentiva la vacunación y eso es bueno para todos. Pero también recarga a empresarios, en muchos casos, recién salidos de los ERTE, con más exigencia de personal de la que se pueden permitir. Pero, además, en mi opinión, esto también vulnera derechos individuales y desincentiva a la clientela y el consumo.
Entre el pasaporte covid; la alarma, al parecer innecesaria, generada con la aparición de la variante ómnicron y la paralización del reparto de paquetes en Correos estamos boicoteando la campaña navideña. En Marruecos tienen que estar frotándose las manos.
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