La Junta Local de Seguridad ha tenido a bien reunirse este viernes después del festival de puñaladas en el Rastro; las broncas diarias en la zona de la Plaza de Toros; los atropellos múltiples en nuestras calles; los botellones en el Pueblo en plena pandemia o el incremento de los casos positivos de coronavirus en Melilla.
Por fin hemos tenido el privilegio de ver a todos los representantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de nuestra ciudad sentados a una mesa junto a los dirigentes políticos de la Asamblea. Y digo “el privilegio de ver” porque a día de hoy no sabemos si sólo hicieron una performance o si finalmente tomaron alguna decisión importante. No les hemos oído abrir la boca para dar explicaciones.
Nos hemos enterado de lo tratado en esa reunión, pero no a través de la Delegación del Gobierno, encargada de informar sobre estos temas, sino por la vía de los hechos consumados. Los melillenses que ayer subieron a Aguadú se encontraron los accesos cortados. Consultado por el cierre de la zona, el consejero de Medio Ambiente, Hassan Mohatar, aseguró a El Faro que la decisión se tomó en la Junta de Seguridad del viernes. ¿Y por qué no se dijo nada entonces? ¿Nadie creyó necesario avisar a la ciudadanía?
Para sorpresa nuestra nos encontramos la publicación de la medida que nos han metido con calzador, publicada en un BOME extraordinario que salió el viernes. El texto incluye además otras restricciones que ya estaban en vigor como el cierre de los accesos al polígono industrial, la explanada el mercadillo y la zona de Rostrogordo.
¿No se les pasó por la cabeza advertir a los melillenses para que no se dieran el viaje por gusto? No, para qué. Sabrina Moh y los suyos no lo consideraron necesario. ¿Qué es eso de transparencia? ¿Dónde se ha visto eso?
Tampoco le ha parecido prudente a la delegada del Gobierno enviar un mensaje de tranquilidad a los melillenses que hemos visto cómo se ha disparado este verano la inseguridad ciudadana pese a que la frontera permanece cerrada. Pero es más, por el BOME nos enteramos de que la expansión del coronavirus en Melilla es “incontrolada”, con 102 personas contagiadas en los últimos siete días.
Haciendo gala de sus dotes para la política espectáculo, la delegada del Gobierno citó a la prensa, posó rodeada de altos mandos y no soltó prenda sobre las medidas propuestas para controlar la situación. Ahora que está en el poder, no quiere saber de los periodistas. Había que verla en la oposición cuando se le tiraba a la yugular del PP y veía un micrófono y cogía carrerilla. Pero entonces sólo era una candidata llena de ilusiones. El tiempo nos ha demostrado que de aquella época no queda ni la sombra.
Tengo que reconocer que me sorprende que se reconozca que muchos de los melillenses contagiados de coronavirus no saben dónde o quién les contagió. En el resto de España se aconseja un rastreador por cada 5.000 habitantes. Aquí deberíamos tener un mínimo de 17. La pregunta del millón es: ¿Los tenemos? ¿Cuántos casos detecta cada uno de ellos? ¿Dónde? ¿En qué zona de la ciudad? ¿En qué franja de edad?
Me comentaba un veterano policía de Melilla que urge llevar a los jóvenes de Melilla una campaña contundente que les explique que la Covid-19 mata. Es cierto que las personas mayores con patologías previas son el perfil de riesgo, pero eso no quiere decir que el resto tengamos necesariamente que pasar la enfermedad como asintomáticos. No hablamos de contagiarse sino contagiar. Y lo peor de todo, nadie nos asegura que podamos sobrevivir.
Los jóvenes que se reúnen a hacer botellones en nuestras calles están jugando a la ruleta rusa en las narices de las autoridades. Los médicos saben cuándo la enfermedad va a peor pero no han conseguido descifrar aún por qué mata. Y mientras no lo sepan y no exista una vacuna que nos inmunice, no hay nada seguro. Todos podemos ser la próxima víctima. Esa es la idea que hay que trasladar a la calle.
El tripartito sigue suspendiendo en Comunicación. Por no hablar, no hablan ni entre ellos. Urge tomar medidas contundentes para frenar la expansión del virus o terminaremos de nuevo confinados en nuestras casas, bordeando el precipicio de la ruina total de nuestros negocios.
Esto es responsabilidad en primer lugar del consejero de Salud Pública que ha tirado por la borda todo el buen trabajo que hizo en la primera ola de la pandemia. Todo lo que se está haciendo ahora se pudo hacer antes. ¿Sabemos por qué no se hizo? Puede que piensen que como estamos en agosto, tocan vacaciones.
Mientras haya un solo español muriendo de coronavirus en un hospital es impresentable que un político se vaya a descansar. Mientras nuestras empresas estén hundidas y sin poder cobrar las ayudas, no es de recibo que descansen. Mientras la gente siga sin recibir las ayudas sociales, aquí no nadie se puede poner en modo avión. No les pagamos un sueldazo para que se tuesten al sol. Les pagamos para que resuelvan nuestros problemas y en estos momentos, señoras y señores, nuestras vidas corren peligro. En Melilla o nos morimos de coronavirus o nos dan una puñalada en la esquina. Aquí nadie abre la boca para explicar qué está pasando.
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