Cuesta creer que haya que repetírselo una y otra vez al propietario de Gaselec para que lo entienda. A Gustavo Cabanillas no le basta con que un juez le haya explicado en una sentencia que ha cobrado un dinero indebidamente a sus clientes, que no puede pretender facturar por un consumo realizado hace más de un año y que tiene que devolver a los clientes ese dinero. Él no está dispuesto a reembolsar ni solo euro si no hay sentencias de por medio, con lo que está condenando a hacer cola ante los juzgados a los ciudadanos que han sido víctimas de su errónea facturación.
El dueño de la distribuidora de electricidad en Melilla perdió el caso en los tribunales contra unos clientes que tuvieron el valor de enfrentarse a Gaselec. Los abogados de la empresa no fueron capaces de respaldar con argumentos legales las pretensiones del ‘todopoderoso’ Cabanillas. Y ahora éste pretende desanimar al resto de clientes a los que ha podido cobrar de más obligándoles a revisar sus facturas, a tramitar sus quejas en Industria y a acudir después a los tribunales. Pretende aprovechar la burocracia para salvaguardar los intereses de su empresa a costa de los derechos de los melillenses.
Frente al paciente trabajo de comprobación que deberán hacer los ciudadanos, el propietario de Gaselec sólo tiene que realizar una simple consulta en los ordenadores de su empresa para conocer a cuántos clientes ha cobrado indebidamente y cuál es la cantidad que les debería devolver. Si son ciertos los datos facilitados ayer por la agencia EFE, en 2009 Gaselec acumuló 7 millones de euros en facturas sin enviar a los abonados. A la vista de esa cifra, es comprensible que el vicepresidente del Gobierno local, Miguel Marín, hable de “miles y miles” de afectados a los que se puede haber cobrado “miles de euros” de forma indebida.
En una ciudad como la nuestra, con el nivel de desempleo que padecemos y el alto número de familias en situación de exclusión social, un patrono tiene que querer mucho a su empresa para anteponer los intereses de su negocio a los derechos de cabezas de familias que luchan por llegar a fin de mes, de pequeños empresarios que no logran cuadrar sus balances o de asociaciones de voluntarios que trabajan de manera altruista para ayudar a los más necesitados. Si de algo no hay ninguna duda es del cariño de Gustavo Cabanillas hacia Gaselec. Por ello, a los melillenses nos va a costar dios y ayuda saber si nos ha cobrado de más y conseguir que nos devuelva ese dinero si tenemos derecho a ello.
Un empresario con más apego a su tierra y menos fantasías faraónicas o con más interés por cómo viven sus vecinos que por saber cómo murieron los dinosaurios, habría dado un paso al frente, como hace un verdadero legionario cuando su pueblo le necesita.
Los melillenses no vamos a tener esa suerte. Muchos de nosotros, quienes no tengan costumbre de conservar las facturas de hace más de tres años, tendremos dificultades para comprobar si hemos pagado lo justo o se nos ha obligado a satisfacer unas cantidades indebidas. El resto, los prevenidos que guardaron el correo de Gaselec por si acaso, habrá visto ahora recompensada su desconfianza hacia la empresa de Cabanillas. Para estos últimos será más fácil emprender la travesía que primero les llevará a Industria y después a los Juzgados. Los responsables del Gobierno local prometen asesorar a los ciudadanos que decidan plantar cara a Gustavo Cabanillas. Quizás las cantidades que reclamen al propietario de Gaselec no sean muy elevadas, pero hay cosas que tienen más valor que el dinero. Aunque Cabanillas necesite miles de reclamaciones o sentencias para entenderlo, en un país como el nuestro no hay nada con más importancia para un demócrata que la defensa los derechos de los ciudadanos.
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