El papa Francisco tachó ayer de pecado que los inmigrantes y los habitantes de los países que los reciben renuncien a conocerse e integrarse por un miedo que, aunque “legítimo”, no debe alimentar el odio y el rechazo entre las partes.
“No es fácil entrar en la cultura que nos es ajena, ponernos en el lugar de personas tan diferentes a nosotros, comprender sus pensamientos y sus experiencias”, sostuvo el pontífice en una misa con refugiados celebrada en la Jornada Mundial de los Inmigrantes.
Francisco dijo que, ante esta dificultad, “a menudo renunciamos al encuentro con el otro y levantamos barreras para defendernos”.
“Las comunidades locales, a veces, temen que los recién llegados perturben el orden establecido, ‘roben’ algo que se ha construido con tanto esfuerzo. Incluso los recién llegados tienen miedos: temen la confrontación, el juicio, la discriminación, el fracaso”, apuntó.
El Papa reconoció que estos miedos “son legítimos” al estar basados en “dudas que son totalmente comprensibles desde el punto de vista humano”.
No obstante, sostuvo que dudar “no es un pecado” pero sí lo es por contra permitir que “estos miedos determinen nuestras respuestas, condicionen nuestras elecciones, comprometan el respeto y la generosidad, alimenten el odio y el rechazo”.
“El pecado es renunciar al encuentro con el otro, con aquel que es diferente, con el prójimo”, destacó en la homilía pronunciada durante una misa en la basílica de San Pedro en la que participaron inmigrantes y refugiados de 49 países diferentes que portaron sus banderas, así como unos setenta diplomáticos acreditados ante la Santa Sede.
Escucharon sus palabras 200 inmigrantes indios, 800 rumanos y 35 ucranianos de rito latino, 450 indios católicos siro-malabares, 50 libaneses maronitas, 60 fieles de la liturgia siro-antioquena, 150 de Sri Lanka, 200 de Cabo Verde, más de 2.000 filipinos y 25 chinos.
Ante ellos, el Papa insistió en la necesidad de entendimiento entre los inmigrantes y las sociedades que los reciben y sostuvo que ambas partes deben “acoger, conocer y reconocer”.
Para los primeros, esto implica “conocer y respetar las leyes, la cultura y las tradiciones de los países que los han acogido”, así como “comprender sus miedos y sus preocupaciones de cara al futuro”.
Los segundos, por su parte, deberían “abrirse a la riqueza de la diversidad sin ideas preconcebidas, comprender los potenciales, las esperanzas de los recién llegados, así como su vulnerabilidad y sus temores”.
En su opinión, el “verdadero encuentro con el otro no se limita a la acogida” sino que involucra las tres acciones que ya destacó en agosto en su mensaje previo a la jornada de ayer: “proteger, promover e integrar”.
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