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Padilla, la cara trágica del Arte de Cúchares

Es de Jerez de la Frontera pero ha estado en Melilla varias veces; unas para torear, otras para participar en las Jornadas Culturales de Tauromaquia ‘Ciudad de Melilla’.

Y siempre, en la Mezquita del Toreo, o en un salón de actos, ha dejado su impronta de tío cercano, afable, conversador…un andaluz de pura cepa comprometido con su profesión y vocación: los toros. En Melilla –Casa Martín y Hotel Tryp Melilla Puerto- coincidió con el dueño de los toros a quienes no tiene el más mínimo inconveniente en enfrentarse, don Victorino Martín. Y hablaron de la dureza y pureza del hierro sin complejos, como lo hacen los valientes.
El pasado viernes en plena Feria del Pilar (Zaragoza) mostró la cara trágica del Arte de Cúchares, de la Fiesta Nacional…la tragedia. A la salida de un par de banderillas, un toro peligroso del hierro de Ana Romero, le corneó en su mejilla y le sacó el asta por el globo ocular. Se temía lo peor. “No veo, no veo”, clamaba el diestro sabiendo que la ccogida había sido grave, muy grave. El amigo de Melilla sufre “grave traumatismo cráneo facial por lesión en el aparato auditivo y el ojo izquierdo”, con pronóstico de “muy grave”. Los servicios médicos de Zaragoza lo trasladaron al Hospital Miguel Servet. A su llegada, lo sedaron, lo entubaron. Una herida espeluznante, muy escandalosa. Lo único positivo fue que, tras practicarle un TAC, quedaron descartados daños cerebrales. El doctor Carlos Val-Carreres dice que todo queda a expensas de la exploración que se le hace en el centro hospitalario.
Recordamos a Padilla en su último triunfo en la Mezquita del Toreo, hace pocos años. Lidió muy bien a un toro complicado que llegó a cogerle el muslo derecho. Quedaba poco para concluir la faena y ordenó a un subalterno que le practicara un torniquete con el corbatín en la pierna dañada para entrar a matar. Triunfó a lo grande, a sangre y fuego, y no salió por la Puerta Grande del coso melillense porque tuvo que entrar por otra, la de la enfermería.
La terrible cogida de Padilla en El Pilar demuestra algo que necesitaba poca demostración: los toreros se la juegan en su trabajo, sobre todo si éste es de verdad, sin trucos. Entró a poner palitroques cuando el toro estaba entero, no optó por el desplante al final de la lidia cuando el morlaco está muy limitado de fuerzas, entró a banderillas cuando el ejemplar de Ana Romero salía furibundo del caballo dispuesto a comerse a cualquiera que se le pusiera delante.

¿Es el nuestro un alegato a favor de las corridas de toros?. No, rotundamente. Es la descripción de una escena que ha causado daño –mucho- a un torero amigo de Melilla. Algunos dirán que ‘va en el sobre’ del diestro pero cuando el toreo es puro, entregado, de carácter, el sobre lleva billetes y alguna cama de hospital. No todos se la juegan por el consabido sobre y claro queda que la posibilidad de la tragedia siempre está ahí, sobre todos los alberos de la piel de toro, menos en el de Barcelona, de momento.

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