Opinión

Oriente Medio suma cada vez más aristas y parece estar implosionando

No cabe duda, que la proliferación de conflictos en Oriente Medio y más aún, con los últimos hechos acontecidos entre la República Islámica de Irán y el Estado de Israel, aproxima a la región a una deflagración de súbitos efectos globales. Y es que, las operaciones descomedidas de Israel en la Franja de Gaza, que algunos gobiernos consideran evidentemente de un genocidio en toda regla, han dado luz verde a las potencias territoriales para ajustar cuentas con sus propios insurgentes, aunque ello signifique abordarlos en los territorios colindantes.

Con lo cual, los pésimos auspicios sobre Oriente Medio comienzan a ser una realidad difícil de detener. El mapa de la zona empedrado de laberintos belicosos, podría conducir al señuelo de asumir una guerra de gran envergadura. No obstante, los acometimientos cruzados de diversos actores, muchos de ellos derivados de episodios de disputas cuyo origen se remontan al pasado, aglutinan raíces diferentes.

A decir verdad, la cronicidad de conflictos como el palestino-israelí, o las guerras civiles de la República Árabe Siria o la República de Yemen y las tiranteces transnacionales entre pueblos como el kurdo y el baluchí, son un lastre endémico que no se ha querido afrontar. En este momento que los estragos de la guerra entre Israel y Hamás ha reabierto las fracturas de conflictos pasados, la trama de intereses geopolíticos y la disputa por la supremacía territorial avivan una torsión en la que se enredan más de una decena de estados. Y entretanto, este ascenso de tensión beneficia a más no poder a una de las potencias regionales más relevantes: Irán, que como pez en el agua se encuentra en el foco de las galimatías armadas de la zona.

En otras palabras: la progresión del conflicto que se está desencadenando en Oriente Medio, puede haber envalentonado, o digamos que enfervorizado a Irán a ser más proactivo, insistiendo en diversos objetivos más allá de sus límites fronterizos, sobre todo, cuando la República Islámica de Pakistán no parece que con su contexto interno imperante alcance la protección de Estados Unidos.

Luego, este escenario de desequilibrio y fluctuación no es una cuestión algo novedosa en Oriente Medio, pero sí el acrecentamiento de las numerosas celeridades agresivas entre países. Además, existe la amenaza de que los conflictos de baja intensidad que se desentrañan, transiten a ser colisiones combatidas, porque a cada acometida de un ejército, milicia o grupo insurgente, se replica con otra de mayor dimensiones.

Por lo tanto, no resulta descabellado sostener que la mecha se reduce cada día más para su total ignición.

Dicho esto, hace mucho tiempo que Oriente Medio se erigió en el templo de la guerra más feroz. Más allá de sus imprecisos y confusos límites geomorfológicos, la peculiaridad exclusiva de esta porción del planeta es su incesante estado de efervescencia, con luchas que se traban y que se superponen por doquier.

Y como era de presagiar, el conflicto entre Israel y el terrorismo de Hamás se ha regionalizado de modo insalvable. Al menos, este es el razonamiento de diversos analistas: a raíz de los últimos sucesos ocurridos, el ya acalorado y candente entorno sube en sus decibelios a una cota de emergencia.

El acometimiento de Israel contra Hamás en la Franja de Gaza ha entrado en un nuevo curso. Véase la irrupción con cientos de drones y misiles lanzado por Irán contra el Estado hebreo el pasado 7/IV/2024, en desquite por el bombardeo israelí el I/IV/2024, contra una edificación anexa a la Embajada iraní en la capital siria, Damasco, produciendo ocho fallecidos, entre ellos, cinco miembros de los Guardianes de la Revolución Islámica, incluido un alto oficial de este cuerpo paramilitar.

La guerra de Gaza que ha totalizado por ahora más de 34.000 víctimas, sin contar las que se hallan bajo los escombros, de las cuales, el 70% son mujeres y niños, amenaza con propagarse. Los aliados de Irán son las milicias de Hezbolá, en Líbano; los hutíes de Yemen en Siria y los grupos chiitas de Irak y de otros estados musulmanes. Israel persiste en su voluntad de liquidar a Hamás como venganza por sus ataques del 7/X/2023. En cambio, Estados Unidos mantiene su apoyo a Israel, pero siempre que el avance bélico no se amplíe y las voces internacionales insisten en un alto al fuego.

Ni que decir tiene, que los incidentes de las últimas jornadas corroboran que no se respetan las fronteras. Tómense como ejemplos los turcos, que acometen territorio sirio; los israelíes hacen lo mismo en Líbano y Siria; los iraníes, en Irak y Pakistán; los paquistaníes en Irán y Estados Unidos en poco más o menos, los antes citados.

A la crisis humana y el naufragio geopolítico ocasionado que ha agitado los cimientos de la frágil estabilidad de Oriente Medio, ha de añadirse la adversidad económica que se está generando por el parón discontinuo en el tránsito de mercancías por el Mar Rojo, como resultante de las acometidas de los rebeldes hutíes y la operación bélica fulminada contra ellos por Estados Unidos y Gran Bretaña, al frente de una coalición internacional de una decena de países.

"La partida de ajedrez entre Israel e Irán, combatida con sus falacias, pero sobre todo, con la cantilena de los misiles lanzados sobre el Estado hebreo, parece en este momento más fundado que nunca"

Los hutíes forman parte de ese Eje de Resistencia coordinado por Irán entre círculos insurgentes de fe chií en Oriente Medio, en el que igualmente tienen protagonismo algunas facciones suníes, como Hamás. En tanto, los embates de Israel contra Hezbolá, el más influyente de estos grupos proiraníes, que incluso han llevado a la muerte de asesores de Teherán en Beirut, son un revés contra Irán. Como es sabido, desde hace años Teherán intenta esparcir su dominio en la región con el apoyo de estas milicias que asiste con subvenciones, además de instruir y adiestrar. Una muestra de ello recae en la figura de los Guardianes de la Revolución Islámica, una fuerza iraní activa en Oriente Medio con supervisores y unidades paramilitares.

De hecho, en los últimos días, Irán ha lanzado diversos asaltos contra presuntos nidos de opositores en Siria e Irak. El ataque iraní en el Kurdistán iraquí impulsó una furiosa reprobación de Bagdad y del régimen regional. A su vez, el ejército iraní bombardeó numerosas posiciones en el norte de Siria, donde hizo la aclaración que militaban grupos del Estado Islámico vinculados con el asesinato de casi un centenar de iraníes.

A día de hoy, incapaz de combatir sin reservas a Israel y Estados Unidos, que mismamente lo sobrepasan en armamento y capacidad de despliegue en Oriente Medio, Irán reclama su importancia en la región atacando a grupos opositores al régimen de los ayatolás en Irak y Siria, pero igualmente en Pakistán, estado que ha replicado con sus bombardeos en el espacio iraní.

Estos choques, cuyos sacrificados han sido en su mayor parte mujeres y niños a ambos flancos de los límites fronterizos de Pakistán e Irán, han atinado la dureza en el este de Oriente Medio. Pakistán, aunque conserva un modus operandi independiente en la zona, posee óptimas relaciones con Estados Unidos desde las guerras de los muyahidines por Washington contra la Unión Soviética en Afganistán.

El Gobierno de Pakistán, aunque transige una política turbia de tira y afloja con los talibanes en Kabul, fue primordial para desenredar sin bajas norteamericanas el repliegue efectuado en Afganistán en 2021. Cualquier embestida desde la superficie paquistaní sobre Irán, contará con el conocimiento expreso e incluso la aprobación deliberada de Washington.

Eso lo entienden a la perfección los iraníes y por ello su bombardeo a las células del grupo armado islamista salafista, Jaish ul-Adl, en terreno paquistaní, era igualmente una advertencia a Washington para hacerle caer en la cuenta de que el influjo de Irán en el otro extremo de Oriente Medio es sagrado. Tales ataques en Irán, Pakistán o Irán, producen un efecto desestabilizador en la región.

La desestabilización, valga la redundancia, de la frontera irano-paquistaní, es una contestación puntual de Irán al frente de la guerra abierta en el Mar Rojo. En esta zona, el apoyo iraní a los hutíes había imprimido una jugada estratégica de calibre contra el Reino de Arabia Saudita, que hasta ahora ha mantenido a los representantes oficialistas yemeníes. De facto, los drones y misiles que los hutíes manejan contra los intereses israelíes que surcan por el Mar Rojo, son de importe exclusivamente iraní.

La ocupación de Saná, la capital de Yemen, por los hutíes en el año 2014, exhibió el potencial de estas milicias, pero de igual forma, el manejo que Irán podía hacer de ellas. Su declaración de guerra a Israel después de que Tel Avic desatara su campaña destructora en la Franja de Gaza, reveló el atrevimiento, o posiblemente, el disparate de los hutíes y cómo Irán podía sacar tajada al poner contra las cuerdas el tránsito en el Mar Rojo y la recalada de mercancías y géneros asiáticos al Viejo Continente.

El inconveniente de prolongar la zona de guerra hasta el Mar Rojo no es, pues, únicamente de inclinación puramente geopolítica. Esta demarcación es crucial para la economía global y sus derivaciones se hacen sentir en el mundo, ante la inminencia de una conflagración en una zona que requiere del traslado diario de mercancías en buques contenedores.

Desde que los hutíes demostraron su respaldo a los palestinos en la lucha contra Israel, los rebeldes yemeníes han desafiado la libre singladura en el Mar Rojo, un trecho elemental para la conexión marítima entre Asia y Europa. Estados Unidos convino esa coalición para salvaguardar la “libertad de navegación”. Aparte de los ataques contra bases e instalaciones militares hutíes, ha informado de sanciones contra los líderes rebeldes yemeníes, a los que está contemplando incorporar en su elenco de “terroristas globales”. Obviamente, esta situación inconsistente favorece a la Federación de Rusia, que tras las sanciones asignadas por Occidente por su invasión de Ucrania, ha encauzado sus negocios de gas y crudo en dirección a Asia.

De manera, que la República Popular China, uno de los actores que se entreverían más afectados por un permisible parón en el abastecimiento de petróleo, podría ser proveído por el suministro de los oleoductos rusos.

Potencialmente, idénticamente podría ocurrir con la República de la India. El contendiente de Rusia, Ucrania, ya ha indicado que la crisis del Mar Rojo igualmente le daña, porque demora las exportaciones de trigo, determinantes para asistir a la población sumida en la guerra.

Llegados a este punto, para Occidente, Irán se ha convertido en la punta del iceberg para la estabilidad de la zona. Miremos sucintamente a la República Libanesa, como Siria, Pakistán o la República de Iraq, que son estados que tienen algo en común más allá de ser musulmanes. En todos se constata, bien como apoyo o amenaza, el vislumbre en la tenebrosidad de Irán.

Ciertamente, el régimen de los ayatolás se ha convertido en la mano negra que balancea y trastorna Oriente Medio. La última de las evidencias podría contemplarse en su enfrentamiento con Pakistán, con ataques alternativos que dejan cuantiosos muertos en la provincia de Baluchistán, limítrofe entre ambos países.

Pero Irán tiene dos grandes adversarios, Israel y Estados Unidos. Por eso respalda y sustenta con dinero y armas a la milicia de Hamás, al igual que lo hace con la guerrilla de Hezbolá en el vecino Líbano, en sus acometidas a Israel. Y cómo no, también lo desempeña con los rebeldes hutíes de Yemen en sus incursiones a los barcos de mercancías en el Mar Rojo.

Sobraría mencionar en estas líneas, que una chispa podría encender el polvorín en Oriente Medio hasta desembocar en una escalada bélica con resonancias significativas en la economía mundial, debido a la transcendencia estratégica de la región, tanto en la producción y el suministro de energía, como a su impacto en los mercados financieros y el comercio internacional.

Primero, en lo que atañe a la subida de los precios del petróleo. Oriente Medio es una importante región productora de petróleo y cualquier disyuntiva en la zona podría entorpecer el rendimiento y la importación del hidrocarburo, lo que acarrearía el incremento de los costes. Indiscutiblemente, esta coyuntura perjudicaría a la economía mundial, elevando el importe de la energía para empresas y consumidores hasta producir una desaceleración económica.

Segundo, la volatilidad en los mercados financieros. Las zozobras geopolíticas pueden causar el cambio del precio de un activo en los mercados financieros, porque los inversores tienden a ser más previsores en períodos de imprecisión, lo que reportaría a una venta considerable de acciones y otros activos financieros analizados en riesgo, con la cautela de influir negativamente en los mercados de valores y bonos.

Tercero, repercusión en el comercio internacional. Oriente Medio es un núcleo de comercio internacional destacado y cualquier apremio en la región paralizaría los periplos comerciales y la locomoción marítima. Lógicamente, este contexto importunaría el comercio internacional, redundando en los atrasos en la entrega de bienes y agigantando la cuantía de los envíos. Por lo demás, la desconfianza derivada conduciría a una baja en la inversión y el comercio.

Y cuarto, la acentuación del desequilibrio regional. Una escalada bélica en Oriente Medio llevaría a una mayor agitación en todas las vertientes, hasta el punto de adquirir un alcance humanitario y económico a largo plazo. El zigzag político y social podría originar movimientos de refugiados, recrudecer las tensiones étnicas y religiosas y minar la solidez de los estados más cercanos, lo que a su vez tendría resultados económicos nefastos.

A resultas de todo ello, el ataque melodramático iraní a Israel ha permitido al Estado judío reanudar su victimismo ante la opinión pública y lograr su pretexto ideal para contestar a Irán con el ímpeto de su superioridad militar.

Con este descabezado apoyo internacional que posterga el bombardeo israelí pocos días antes a la embajada iraní en Damasco, Israel e Irán empinan varios peldaños sus amagos mutuos, ante una operable tanda de golpes que ambas partes confían en que no converjan en una guerra.

Mientras, el Gabinete de Guerra de Benjamín Netanyahu (1949-74 años) se apresta para poner en claro su revancha particular contra Teherán y al menos tantear en una balanza los requerimientos de Estados Unidos que, como otros tantos en la región, vislumbra una escalada todavía superior. Si bien, Irán recalca el simbolismo disuasorio de su inoperante enjambre de drones y misiles sobrevolando hacia el espacio hebreo.

En consecuencia, lo que hasta ahora era interpretado por los observadores como una “guerra fantasma”, se ha convertido en una pugna real en la que “la guerra llama a la guerra”. La irrupción teatral sincrónica orquestada por Irán sobre Israel, aspiraba a responder al bombardeo de Israel en Siria que acabó con el fallecimiento del comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica y de otros subordinados de los Pasdaran. Lo peor de todo, es que sin complejos otra de las líneas rojas ha sido atravesada, en un Oriente Medio cada vez más tumultuoso y en la que Irán es la mano que balancea un polvorín a punto de detonar.

Durante las últimas semanas los altos mandos de las Fuerzas de Defensa de Israel y varios analistas, se interpelaban si Teherán resolvería con alguna acción al aludido ataque en Damasco, o estaría por la labor de avivar la intensidad del conflicto. Lo sucedido en los cielos de Israel, según fuentes militares norteamericanas, el lanzamiento se prolongó durante cinco horas y más bien se parece a un colofón a medio gas. Resulta elocuente que Teherán descartara a Hezbolá en una demostración de fuerza que no tiene precedentes, como de otros grupos armados que acomodan el llamado Eje de la Resistencia Antiimperialista. Se trataba de una escaramuza que apenas causó pérdidas como para fundar una evasiva militar de Tel Avic.

Sin embargo, desde el ápice diplomático las estelas en cuanto a su alcance serán principalmente severos, tanto para Irán como para Israel y el quebradizo contrapeso de Oriente Medio. De ahí, que sea de obligado cumplimiento destacar algunas cifras. Me explico: El ‘Iron Dome’, la denominada ‘Cúpula de Hierro’, atajó alrededor del 99% de los poco más o menos, 150 misiles balísticos y de crucero lanzados por Irán, gracias igualmente a la contribución de las fuerzas norteamericanas y británicas. Israel ha implementado todas sus capacidades defensivas en tierra, mar y aire y su dirección de inteligencia se encuentra a pleno rendimiento y en constante conexión con sus socios, capitaneados por Estados Unidos.

Asimismo, el Sistema Móvil de Defensa Aérea consiguió frenar cerca de 330 drones kamikazes iraníes, ninguno de los cuales ingresó en el espacio aéreo israelí y fueron abatidos en los cielos de Siria y Jordania. Quizás, lo más preocupante desde el punto de vista militar es la puesta en escena de los cohetes Emad-1 y Sejil. Ambos misiles aglutinan una capacidad para lograr un objetivo a miles de kilómetros de recorrido en un espacio de tiempo definido.

La gran mayoría fue derribada por el Sistema de Defensa Antimisiles Arrow, que detecta, monitoriza e intercepta misiles balísticos en ataques de largo alcance. Y las pocas decenas que esquivaron las barreras hebreas llegaron a la ciudad de Nevatim, donde se ubica una base aérea, pero sin provocar pérdidas humanas ni agravios estructurales. Así, con el lanzamiento de centenares de misiles balísticos y el despliegue de otros tantos drones, Teherán optó por un recurso disfrazado entre lo alegórico y preciso, pero a su vez, se tonifica el riesgo de un engrandecimiento del conflicto, porque la región pende de un hilo, mientras Israel resuelve qué hacer tras dicho ataque.

Podría decirse, que lo sucedido ha sido un as bajo la manga de consumo interno iraní: el régimen de los ayatolás se valdrá del bombardeo para entonarse ante la opinión pública y componer el semblante a sus aliados en Oriente Medio.

“Lo que hasta ahora era interpretado por los observadores como una guerra fantasma, se ha convertido en una pugna real en la que la guerra llama a la guerra”

El ingenio propagandista bien embadurnado de Teherán, pretende procesar un triunfo ah hoc desde la fisionomía figurada y psicológica. Y es que, desde la Revolución Islámica (7-I-1978/11-II-1979) no había conseguido atemorizar y asestar directamente al “pequeño Satán”, como se refiere al Estado de Israel en el discurso oficial.

Simultáneamente, resulta pertinente considerar escuetamente la otra cara de la moneda. Sin los avisos puntuales e infiltraciones calculadoras, Tel Avic no habría dispuesto de la alternativa para tomar las medidas adecuadas y los quebrantos hubieran sido más que cuantiosos.

A la par, la diplomacia iraní ha ampliado sus energías para promover conversaciones con algunos interlocutores occidentales y vigorizar su reputación de cara al escaparate internacional. Quedan justificadas las llamadas telefónicas entre el ministro de Asuntos Exteriores y las cancillerías de Italia y Alemania. Es admisible que el Gabinete de Guerra que preside Netanyahu no descifre estas palabras como un menoscabo del soporte occidental, o una señal de decaimiento de Teherán que le incitaría a decidirse por una contraofensiva.

Israel podría echar mano del bombardeo para alcanzar algunas metas. Tal vez, intente desalinear el sentir difundido de la retirada de su infantería de la Franja de Gaza, sin haber vencido en su integridad a Hamás y tampoco poner aún en libertad a los rehenes. Temas latentes que erosionan al controvertible gobernante. Amén, que Tel Avic ha logrado unificar de nuevo el aliento de las potencias signatarias de los Acuerdos de Abraham (15/IX/2020), en una etapa de progresivo retraimiento y notoria hostilidad por la invasión terrestre llevada a cabo en la Franja de Gaza.

La matanza en Damasco argumenta el relato de Irán como la teoría del cisne negro para convertirse en la amenaza a la estabilidad regional. Un recado que en los últimos tiempos los cabecillas sionistas han robustecido. Irán no puede consagrar todos sus esfuerzos a la política exterior, como tampoco empuñar un conflicto que se dilate en el tiempo.

En definitiva, la partida de ajedrez entre Israel e Irán, combatida con sus falacias, pero sobre todo, con la cantilena de los misiles lanzados sobre el Estado hebreo, parece en este momento más fundado que nunca. Retrotrayéndome a la matanza cometida por Hamás en territorio israelí, parece evidente que uno de los efectos colaterales de aquel ataque por parte del grupo terrorista palestino, es el de embalar a Israel e Irán más cerca de una confrontación que confluya en una regionalización del conflicto abierto en la Franja de Gaza.

Finalmente, Israel se vale de la crisis con Irán para infligir sus reglas de juego en Oriente Medio y ahuyentar un mínimo atisbo de paz en la Franja Gaza. O lo que es lo mismo: la escalada bélica entre estos dos colosos en llamas, hace desvanecer cualquier resquicio a una tregua y da carta blanca a Tel Avic para aplicar su táctica de fuerza.

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