El diputado Jesús Delgado Aboy ha propuesto a todos los grupos políticos representados en la Asamblea una declaración institucional unánime para reclamar al Gobierno de la nación ayudas económicas suficientes para sacar a Melilla de la profunda depresión económica en la que se encuentra.
En primer lugar pide a Madrid que valore nuestra condición de ciudad fronteriza y las distancias que nos separan de la península. Pero, por encima de todo, Delgado Aboy reclama a los representantes de CpM, PP, PSOE, Cs y Vox altura de miras. En esencia, les invita cordialmente a cumplir con el mandato de los votantes y a pelear juntos por el bien de la ciudadanía, sin colores políticos ni trincheras. La ocasión lo merece. Hablamos de supervivencia y de identidad.
Sin embargo, tengo serias dudas y no creo que quienes no han parido la idea acepten que el diputado no adscrito a ningún grupo parlamentario les haya adelantado por el carril del centro. En política hay tres supuestos que, en mi opinión, marcan la diferencia: la oportunidad, la utilidad y la credibilidad. Delgado Aboy ha sido oportuno, quiere ser útil y además su intención es creíble. Por eso estoy convencida de que su propuesta caerá, al menos en el corto plazo, en saco roto. Aceptar que la idea es buena sería poco menos que admitir que mientras unos trabajan, los otros están a verlas venir.
Sea como fuere, Melilla necesita y mucho esa declaración unánime de todos los grupos políticos, de izquierda, de derechas y de centro, porque lo que está en juego es nuestro futuro. Gloria Rojas puede hablar con Madrid y seguramente la escucharán; pero si llega al Ministerio de Hacienda a hablar con los de su partido con una declaración institucional bajo el brazo, llegará legitimada no sólo por ser socialista sino por contar con el apoyo de todas las fuerzas políticas de su ciudad.
Delgado Aboy vuelve a demostrar, con esta iniciativa, que es un político versátil, amigo del diálogo y el consenso, que está por encima de las siglas políticas. Él piensa en Melilla y sin abandonar su perfil conservador tiene cintura para hablar con los de un lado y los de otro. El respeto lo tiene de todos, excepto de aquellos que han querido su puesto y le han tirado a la yugular con tal de desactivar su carrera política. Mucho me temo que se equivocan. No nos parece nada descabellada su posible entrada en el Gobierno de la ciudad. Tiempo al tiempo.
Porque aquí, de lo que estamos hablando, es de pedir dinero para reconstruir una economía colapsada. Hoy somos como una de esas playas artificiales a las que hay que estarle echando arena a diario para que siga pareciendo lo que pretende ser. La debacle no llegó ayer. La venimos anunciando desde hace un par de años, pero la Covid nos ha dado el tiro de gracia.
Ayer Fadela Mohatar definía como “frustrante” que Melilla a estas alturas tenga sólo un borrador de ayudas a las empresas. Y tiene razón. Yo diría, incluso, que su adjetivo se queda corto. Es, en mi opinión, una torpeza política sin límites.
La mayoría de los gobiernos autonómicos han presentado ya planes de recuperación basados en el endeudamiento. El banco les dice que se pueden endeudar, por ejemplo, por 1.000 millones y venden en prensa que van a movilizar 1.000 millones de euros. ¿Es falso? No. ¿Es verdad? A medias.
También los hay que están movilizando las partidas pendientes por gastar del Fondo Social Europeo. La idea es que nuestro país consiga que Europa permita flexibilizar los requisitos de justificación de un dinero que hay que gastar atendiendo a ejes diseñados antes de la crisis de la Covid. Pero aún así, puede funcionar. Si tienes un eje de conciliación, pues de ahí puedes sacar el dinero ahora para ayudar a las familias. No sólo a las vulnerables sino también a las trabajadoras, especialmente a las monoparentales, que lo tienen más difícil para trabajar sin tener quién les cuide los niños y niñas a su cargo.
En Melilla pecamos de inexpertos. No conocemos las triquiñuelas de la burocracia y tampoco hacemos un ‘preguntao’ extramuros para saber de dónde saca el dinero el resto. No. Somos orgullosos y queremos presentar un plan con euro a euro amarrado y mientras ese plan se hace de rogar, las pymes van cayendo como moscas. La gente no sabe si podrá aguantar y con tal de no alargar la agonía, cierra y se marcha a la cola del SEPE o de los Servicios Sociales. Entendemos que es ahí donde debe intervenir la política para demostrar que es, en realidad, el arte de lo posible. Hablamos de vender esperanza que es muy distinto a vender humo.
Pero de oportunidad, posibilidad, utilidad y credibilidad nuestros políticos saben más bien poco. ¿Nos lo merecemos? Seguramente. No somos mejores que las personas a las que elegimos para que nos representen.
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