El plan del Gobierno de Pedro Sánchez para que las Comunidades Autónomas asumieran el reparto de menores extranjeros no acompañados ha resultado un fiasco. Ya advertíamos el pasado 6 de septiembre, tras la reunión auspiciada por el Ministerio de Sanidad entre los diferentes territorios, que dejar en manos de la buena voluntad de las CCAA el reparto de menas era un brindis al Sol.
Se suponía que la solidaridad entre las diferentes regiones iba a bastar para que los niños que han entrado en España de manera irregular pudieran ser repartidos por la geografía del país y así aliviar la carga insostenible que soportan algunas ciudades, como es el caso de Melilla. El resultado no ha podido ser más descorazonador, sólo 10 comunidades se han presentado voluntarias y se han ofrecido a acoger a 150 menores, una oferta que se queda muy lejos de poder responder a las necesidades de los territorios que más peso migratorio soportamos.
Se trata de un nuevo fracaso de la gestión que el Gobierno central está ofreciendo al problema de la presión migratoria, ha dejado toda la responsabilidad en manos de las administraciones autonómicas y se ha lavado la manos. No ha logrado hacer ver de la necesidad de afrontar el tema como un asunto de Estado y no ha ofrecido ningún incentivo para fomentar la solidaridad entre regiones.
Lo que desde el principio no era más que un parche para una situación mucho más compleja, ha devenido en un ridículo absoluto y se ha demostrado la total incapacidad de Moncloa para enfrentarse a este problema.