El prestigioso ginecólogo francés ofrece un seminario en el Comarcal donde destaca la intimidad de la parturienta y el papel de la comadrona, claves en el alumbramiento. Hasta hace muy poco tiempo una mujer para dar a luz obligatoriamente tenía que hacerlo liberando una mezcla de hormonas que, según nos muestra la ciencia moderna, es un auténtico cóctel de “hormonas del amor”. Hoy, sin embargo, a escala mundial, el número de mujeres que para tener un bebé cuentan únicamente con la liberación de sus propias hormonas naturales -concretamente su oxitocina natural- está llegando a ser casi cero, según aseguró el prestigioso ginecólogo francés Michel Odent –pionero de los movimientos por la humanización del nacimiento respetuoso y sin violencia– quien impartió el pasado sábado en el Hospital Comarcal Melilla el seminario ‘La vida fetal, el nacimiento y la salud’.
Las razones para llegar a esa drástica disminución se pueden explicar fácilmente: los partos de las mujeres modernas son cada vez más difíciles y la mayoría de ellas necesitan una perfusión de hormonas sintéticas para reemplazar a las hormonas naturales que ellas no consiguen liberar. Además, a muchas también les sucede que dan a luz por cesárea. De modo que hoy, a escala planetaria, el número de mujeres que da a luz al bebé y a la placenta, únicamente gracias a un cóctel natural de “hormonas del amor”, es extremadamente bajo y esto es una situación nueva en la historia del nacimiento y en la historia de la humanidad. Es como si se hubiera conseguido que fueran inútiles las “hormonas del amor” en ese período crítico que es el periodo que rodea al nacimiento de un bebé.
Ello obliga, según Odent, a plantearse cuestiones que van mucho más allá de la escala individual e introducir la palabra civilización en la pregunta: “¿Qué va a pasar con la civilización humana después de algunas generaciones sin continuamos así, por esta vía?”.
Aumento de cesáreas
Tampoco hay que olvidar que cuando las mujeres no dan a luz por sí mismas tienen dificultades a la hora de la lactancia porque hay una conexión íntima entre la fisiología del parto y la fisiología de la lactancia. Según Odent, las mismas hormonas están implicadas en ambos procesos pues cada vez que un bebé está mamando, la madre tiene que liberar hormonas que también son “hormonas del amor”.
No obstante, el ginecólogo francés señaló que la especie humana se puede adaptar a esta situación utilizando la fisiología moderna que nos enseña muchas veces una línea contraria a la línea del condicionamiento cultural al que ha estado sometido el proceso de alumbramiento.
Contacto piel a piel
En este sentido, recordó Odent, hace medio siglo nadie sabía que un recién nacido necesita a su madre inmediatamente después del parto porque siempre se separaba a ésta del bebé. Se cortaba enseguida el cordón. Alguien se ocupaba de darle al bebé los cuidados que éste necesitaba.
Los bebés estaban en las “nurserías” y las madres en otra parte, en sus habitaciones. Esa forma de atención en el proceso del alumbramiento era debida a los miles de años de creencias y rituales que habían ido influyendo a lo largo de la historia de la humanidad. Por ejemplo, una de estas creencias apuntaba que el calostro, la sustancia que el bebé puede encontrar en el pecho de la madre después del nacimiento, no era bueno para él.
Falsas creencias
También había la creencia de que la cremita que cubre el cuerpo del bebé cuando nace, la “vernix caseosa”, también había que limpiarla porque no era buena para el bebé. Asimismo, recordó el ginecólogo, ninguna mujer pedía el contacto piel a piel con su descendencia inmediatamente después del parto. Hoy en día la situación es distinta después de comprobarse los beneficios fisiológicos del calostro, la “vernix caseosa” y el contacto piel a piel.
La matrona: una figura clave
La fisiología y su experiencia –después de asistir a nacimientos durante más de medio siglo en el hospital, en casa, y en distintos países– le han servido a Odent para afirmar que es el entorno el que permite que el parto sea fácil cuando se da la situación siguiente: que no haya nadie alrededor de la parturienta, excepto una comadrona que tenga experiencia y que sea silenciosa y que la mujer la viva, la sienta, como una auténtica figura maternal y no haya nadie más.
Aparentemente la escena a desarrollar es muy simple pero es una situación casi desconocida para las actuales generaciones porque, para que se de esta situación, hay que comprender que la comadrona en realidad, en el origen, era la madre, era: “esa persona que protege”. Con la madre una persona se siente segura sin sentirse observada y “la fisiología nos dice que la necesidad básica de la mujer que da a luz es sentirse segura, tener un índice de adrenalina lo más bajo posible y no sentirse observada. Cuando una mujer se siente observada, o una persona en general, el neocórtex, el cerebro intelectual, se estimula y esto inhibe el parto”.
Procedimientos simples
Así que, apuntó el ginecólogo, hay que redescubrir procedimientos aparentemente muy simples pero que se enfrentan al condicionamiento cultural que se ha recibido durante tanto tiempo. Así como también difieren de lo que hoy en la mente de muchos, en el pensamiento, está la idea de lo que es un parto natural: una mujer en casa, “a cuatro patas”, dentro de una piscina, con tres o cuatro personas que están apoyando, que están aportando su experiencia.
Ese entorno, de hecho, es el menos natural posible. Es lo contrario del mensaje que habría que transmitir. La necesidad básica en todas las hembras de los mamíferos es no sentirse observadas precisamente pero, al mismo tiempo, sentirse seguras. Para la mujer es igual: intimidad, en suma.
Así que -comentó Odent- “hay que ir deprisa porque, parece ser, la capacidad de dar a luz está debilitándose de generación en generación” y aseguró que se dispone de datos que sugieren que las mujeres de hoy no tienen la misma capacidad de dar a luz que tenían, por ejemplo, sus abuelas.
Es urgente que se rompa ese círculo vicioso y hacer comprender a la sociedad que se tiene que plantear todas estas cuestiones porque el hecho de que las “hormonas del amor” sean y inútiles es algo grave, es algo importante.
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