Varias calles de Melilla se encuentran actualmente en obras y una de ellas es General Marina, que se encuentra en uno de los laterales del parque Hernández. Su acera está llena de locales y bloques de pisos y, para acudir al centro de la ciudad es casi obligado el paso, tanto peatonal como de vehículos por esta calle que, desde hace unos meses, tiene su recorrido cortado por las intervenciones en la calzada.
Vecinos de la zona como Gema, creen que la situación de la calle ahora mismo “está fatal”, ya que, según dice, “si antes había poco aparcamiento por esa zona, ahora, con las obras, mucho menos”.
“Si quieres venir en coche, para aparcar ya tienes que irte al parking y pagar y me parece mal, la verdad, no se puede parar ni para 5 minutos siquiera”, añade esta joven.
Por su parte, Juan Enrique, que dice no vivir por la zona, pero que tiene que pasar varias veces al día por allí, se lo toma con algo más de filosofía.
“Esto produce los inconvenientes típicos que suelen provocar las obras, pero sí que hay un fenómeno curioso y es que parece que todas las capitales tienen obras por todas las calles casi”, apuntaba.
Este melillense declara que para él estas actuaciones no suponen tanto problema debido a que “no conduce y va andando a todos lados”, por lo que el máximo problema al que se enfrenta es “al rodeo que hay que dar entre las vallas”.
Para Carlos, que tiene que pasar varias veces por General Marina al cabo del día, la manera en la que están llevando las obras en la vía “le parece mal” y añade, que, sobre todo, le parece molesto “por las fechas que se han elegido” para realizar las intervenciones.
“Esto supone un agobio importante para el tema del aparcamiento. El acceso es más complicado y ahora hay que usar el párking que, claro, son de pago”, destaca.
Carlos insiste en que estas obras “se podían haber realizado en otro momento” y propone que “el tiempo de vacaciones hubiera sido más adecuado”.
Maribel, que dice haberse criado en el centro y que está buscando una vivienda por esa zona, opina que “se está tardando un poco más de lo que podía parecer en acabar”, pero, a su vez, dice que “no cree que eso sea así por gusto”.
“Yo siempre lo digo, las obras de la calle son como las obras de tu casa. Estás de mal humor mientras dura la obra, pero luego te alegras si el resultado es bueno”, comenta, mientras dice que “habrá que tener paciencia”.
Así, en la calle General Marina, los viandantes seguían su camino entre las vallas buscando el punto más próximo por el que cruzar la calle e incluso algunos se asomaban para ver los progresos de los trabajadores que se encontraban allí. Mientras, por la calzada sólo se veían circular a los taxis y todos aquellos que querían acercarse en coche tenían que ir, nuevamente, al párking.
La parte más afectada por el estado de la calle General Marina durante las obras es la de los comercios. Obligados a tener sus puertas permanentemente cerradas a causa del polvo y el ruido, algunos también han sufrido daños por las inundaciones que se produjeron durante las últimas lluvias caídas en la ciudad durante el pasado sábado 27 de mayo que, además, dejaron, tal y como dicen los comerciantes de la zona, la acera llena de suciedad.
Alejandro regenta uno de los locales ubicados en la acera de esta calle y dice, contundente, “que lo está llevando mal”.
“Las ventas han bajado prácticamente entre el 70 y el 80% desde que empezó la obra”, comenta.
Algo que este comerciante dice no explicarse es “por qué hay tan pocos operarios trabajando”.
“Yo habré contado, cada día, entre 4 o 6 personas en la obra y claro, eso alarga la situación todavía más”, señala Alejandro.
Por su parte, él entiende que la suciedad y el ruido son cosas inherentes a una obra, pero insiste en que la situación debería terminarse cuanto antes, ya que, tal y como apunta, los comercios de la zona están “algo preocupados”.
En su caso, añade, evitó que el agua de las últimas lluvias entrase en su local porque “pudo sellar la puerta”, pero, igualmente, le sorprende con las previsiones que había, en la obra “lo dejaran todo tal y como estaba”.
Por otro lado, María Jesús, dueña de un local que regenta su hijo en una de las esquinas de la calle manifiesta que “están llevando el tema de las obras fatal” y que “no sabe en qué se ha pensado”.
“Creo que lo que se está haciendo no es necesario, lo que hace falta es que se limpie bien todo porque es la segunda vez en el año que sufrimos inundaciones”, señala.
Esto, tal y como dice María Jesús, les afecta de manera sensible, pues “tienen que parar su actividad y dejar de cobrar” y añade también que “luego hay que esperar a que el seguro te quiera cubrir los daños que hizo el agua en el local”.
Belén, que trabaja en uno de los locales que están a pie de obra dice que “están llevando el tema regular”debido al ruido y a la suciedad que entra desde la calle.
“Tenemos que tener las puertas cerradas todo el rato y ahora, con el calor, la cosa será peor”, añade.
También comenta el problema con las vibraciones y temblores que algunas de las máquinas producen dentro del establecimiento y, a su vez, destaca que, para ellos, “que están siempre cargando y descargando, las obras les están complicando bastante las cosas”.
“Al menos en las últimas lluvias el escalón que tenemos en la puerta nos salvó de que el local se llenase de agua, pero muchas veces es que sale desde dentro incluso, igual que las cucarachas, que son enormes”,insiste Belén.
Ella ha notado que se acerca menos gente, ya que ahora “el acceso está mucho más complicado” y los peatones “tienen que hacer mucho zigzag para llegar”.
Por su parte, Francisco, que trabaja en un estudio fotográfico situado en esta misma calle dice que “les está perjudicando bastante la obra”, ya que desde que comenzó se acerca menos gente a su negocio. La suciedad que provoca es otro de los inconvenientes que señala.
“Se ha notado muchísimo que viene menos gente, entre este mes y el pasado, lo hemos notado, la verdad es que sí”, destaca.
Para las últimas lluvias, Francisco señala que en su local fueron precavidos y ya tenían preparadas unas tablas para colocar en la puerta y que no entrase el agua.
“De todas formas tuvimos que estar achicando agua porque, si no, arrasa la tienda, la suerte es que nos pilló dentro y pudimos sacar todo lo que entró”, explica Francisco.
Según sigue comentando, dice que, al ser conscientes de que, cuando llueve, “lo que baja por esa calle es un río”, siempre colocan las tablas y, por eso, nunca les ha entrado agua de forma exagerada.
“Menos mal que nunca nos ha entrado de forma muy salvaje porque aquí todo lo que tenemos son aparatos electrónicos o de madera, que son muy delicados y se estropearían muy fácilmente”, insiste.
De esta forma, los propietarios y trabajadores de los comercios que se encuentran en General Marina apuntan a la dificultad de acceso y a las inundaciones que se producen por las lluvias como los principales problemas que esta obra les está ocasionando desde que empezó.
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