SE acerca la Navidad. Está a la vuelta de la esquina el encendido de las luces y dentro de tres semanas empezarán a girar los bombos de la Lotería Nacional para dar el pistoletazo definitivo al inicio de estas fiestas con la extración del número del ‘Gordo’ de este año. En estas fechas es obligado desear felicidad y cada vez está más extendida la costumbre de realizar alguna acción solidaria. Esta ‘obligación’, que hoy está más de moda que nunca debido a la crisis, era hasta hace unos años un acto sincero sólo entre ciudadanos de fe cristiana capaces de conservar la esencia religiosa de estas fechas. Y no eran muchos los que logran mantener encendido el verdadero espíritu de la Navidad, apartado del frío soplo del consumismo.
Hoy en cambio, las cosas han cambiado. Los defensores de los verdaderos valores de la Navidad estarán contentos. Estarán tan felices como preocupados y angustiados los destinatarios de tanta solidaridad ‘obligada’. Muchos ciudadanos que se transforman temporalmente por el espíritu navideño no caen en la cuenta de que el vecino al que desean felicidad estos días tiene derecho a ser feliz durante todo el año, como tienen la ‘obligación’ de comer, vestirse y atender a sus hijos las familias que sufren las peores consecuencias de la crisis económica. Es evidente, pero al igual que es muy improbable que alguien tenga en agosto la casa adornada con luces, árboles de Navidad y belenes, es muy difícil mantener nuestra solidaridad a pleno rendimiento durante todo el año.
Sólo quienes están dispuestos a entregar parte de su tiempo, de su dinero o de su apoyo a quienes más lo necesitan durante todo el año entienden que el verdadero espíritu de la solidaridad no tiene porqué limitarse a una fecha señalada en el calendario. Afortundamente, la Navidad llega cada vez más temprano. El Corte Inglés tiene cada año más prisa por celebrar con sus clientes estas fiestas. De continuar esta progresión, dentro de unas décadas comenzaremos a escuchar las melodías de los villancios al regreso de las vacaciones de verano. Al volver al cole nos cruzaremos con los Reyes Magos, los pastores y una multitud de solidarios ciudadanos cargados de comida, ropa y regalos para socorrer a los más necesitados.
Ojalá dentro de unos años siga estando de ‘moda’ pensar en los más desfavorecidos. Tal vez, con crisis o sin ella, continúe la costumbre de enfundarse el traje de la solidaridad en Navidad, aunque luego, cuando lleguen los calores del buen tiempo, nos sobre toda la ropa y decidamos mostrarnos como realmente somos.
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