Categorías: Editorial

Nunca mirar hacia otro lado

Melilla amaneció ayer con un suceso que ha teñido de luto la ciudad. Por la mañana, la Guardia Civil emitía un comunicado en el que informaba de la aparición del cadáver de una mujer a escasos metros de la playa de La Hípica.

Aunque al principio se desconocían las causas de su fallecimiento, poco a poco se fue esclareciendo el asunto y se confirmó el peor de los temores.
El propio autor del crimen fue el encargado de resolverlo. Un hombre de nacionalidad marroquí, que en el pasado había mantenido una relación sentimental con la víctima, se presentó por su propia iniciativa en la Comisaría de la Policía Nacional para confesar su culpabilidad.
El presunto homicida acudió a las dependencias policiales llevando en brazos a un bebé de un año, el hijo que engendró con la mujer a la que arrancó la existencia ayer. Terrible paradoja la de una persona capaz de dar una vida a un pequeño y de arrebatársela a la mujer junto a la cual trajo a ese niño al mundo.  
Según la investigación de la Guardia Civil, la víctima residía en Oviedo, tenía pasaporte español, era originaria de Ecuador y había llegado a Melilla sólo dos días antes de que las manos de quien se creía con poder para disponer de su persona pusiera fin a sus días de la forma más cobarde.
La violencia de género ha vuelto a mostrarse en nuestra ciudad con el más siniestro de sus rostros: el de la muerte de una inocente. Ahora, es el momento de llorar esta pérdida, pero también el de tomar medidas ejemplares.
Y estas iniciativas no sólo consisten en castigar al autor del crimen, sino también en fomentar conductas que erradiquen de una vez por todas la lacra de la violencia machista.
Este objetivo no corresponde únicamente a los poderes públicos, sino, sobre todo, a la sociedad en general. Cada vez que se observa una falta de respeto a una mujer sin mover un dedo para reprobar al que la ha ofendido, estaremos dando alas a los maltratadores. Y eso es, precisamente, lo que la ciudadanía debe evitar por encima de todo: mirar hacia otro lado ante el menor atisbo de machismo.

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