He leído con estupor el horario de barcos que tendremos desde hoy entre Melilla y la península pagados con dinero público: ¡sólo tres viajes a la semana a Málaga y uno a Almería desde Melilla! Por prudencia he preguntado a gente de mar si recuerdan algún momento de nuestra historia reciente en el que estuviéramos así y la respuesta ha sido demoledora: nunca hemos estado peor.
Significa que con el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos (PSOE), el dinero público sólo nos garantiza salidas hacia el puerto malagueño los lunes, jueves y viernes.
Eso quiere decir que si levantan el cierre perimetral en la provincia malagueña y usted trabaja aquí y tiene una segunda residencia del otro lado, sólo podrá marcharse si hay puente de por medio porque de lo contrario, no conseguirá estar a tiempo de vuelta (en barco) en la ciudad para incorporarse a su trabajo el lunes a primera hora. Pásmense: las salidas desde la península se han fijado para las 14.30 horas (lunes, miércoles y viernes) y no hay viajes los domingos.
Pero si lo de Málaga es un golpe en la mandíbula a la clase media melillense, lo de Almería es una paliza en toda regla. Señores, con el ministro Ábalos, Nador tendrá más conexiones con el puerto almeriense que Melilla.
El Ministerio de Transportes sólo nos garantiza un barco en ese trayecto para los miércoles (dos a Nador). Pero esa no es, ni de lejos, la única pega. Los melillenses vamos a viajar en el mismo buque que hace la ruta del bacalao atracando en los puertos de Marruecos y Argelia. Como lo oyen, vamos a subir a un barco que se estará paseando por todo el Magreb en plena pandemia, haciendo realidad el sueño de la “unidad africana”.
No me cabe la menor duda de que la gente no entenderá mi enfado porque en las actuales circunstancias, estamos en casa, como en ninguna parte. Pues bien, no me preocupa el aquí y ahora. Me preocupan el mediano y largo plazo. ¿Quién en estos momentos es capaz de garantizarnos que en cuanto nos pongan la vacuna del coronavirus Transportes reconducirá esta situación?
Es una regresión en nuestro derecho a una comunicación marítima fluida con nuestro país. Al final, Marruecos ha andado rápido y se ha adelantado al desinterés de Madrid. Quizás por eso planeó un tranvía de la Plaza de España al aeropuerto de Monte Arruit. Mientras nuestro Gobierno nos da la espalda, Rabat nos lanza un guiño.
Es cierto que en estos momentos el volumen de viajeros se ha recortado drásticamente, pero es imposible que se recupere si reducimos al máximo las opciones de viaje. No sé cuántos años hemos retrocedido con esta decisión. ¿Cincuenta? ¿Cien?
Quien crea que el recorte de los barcos afecta sólo a los que se marchan a gastar su dinero en la península, se equivocan. Hasta ahora en Melilla teníamos la posibilidad de atraer con el plus de residencia a profesionales de Enseñanza, sanitarios e incluso de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad con vasta experiencia que, en efecto, se marchaban a sus casas en la península de viernes a domingo. Ahora seguimos teniendo el plus, pero les quitamos la posibilidad de viajar. ¿Cuántos están dispuestos a encerrarse en una ciudad con los índices de delincuencia o la ratio en las aulas por las nubes y las Urgencias colapsadas?
Esto es la pescadilla que se muerde la cola. Vamos a perder atractivo para los buenos profesionales. Y eso no se valora hasta que se sale de Melilla y uno compara lo que tiene. Nuestros profesores de la Escuela de Idiomas, por citar sólo un ejemplo, no tienen nada que envidiar a los de la península. Es más, me atrevo a decir que son mejor con diferencia. ¿Pero qué pasará si los condenamos a vivir en 12 kilómetros cuadrados? Pues, eso, que pegarán la espantada en cuanto puedan y nuestros hijos tendrán que ser educados con sus sustitutos que, mucho me temo, harán lo mismo en cuanto ahorren los suficiente como para mudarse cerca de sus familias.
Pero se ve que este retroceso sólo nos preocupa a cuatro gatos. Nadie más está disgustado con los recortes que el transporte marítimo ha sufrido en esta ciudad. Sé que vivimos circunstancias excepcionales y que no se puede mantener un servicio que, a día de hoy, no es rentable. Pero ese argumento no me vale. No lo ha sido nunca, de ahí que tanto Almería como Málaga se declararan de Obligación de Servicio Público.
Es cierto que, en general, en toda España se han recortado líneas urbanas de tranvía, autobuses e incluso tren. Pero señores, siguen funcionando. Nosotros quedamos incomunicados con España tres días a la semana. Y no me creo que las líneas áreas, que son tan insostenibles como las marítimas, puedan seguir ofreciéndonos vuelos a 50 euros para cuatro o cinco pasajeros por trayecto. Seguiremos perdiendo derechos.
Y con esto pasa como con el amor, que cuando se acaba poco o nada puede hacerse. Los derechos que se pierden no se recobran con sólo desearlo. Reconquistar lo que es nuestro no es tarea fácil. Pues bien, a los que soñábamos con el cambio, ahora no nos queda otra que tragarnos nuestro deseo.
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