Una vez más se recortan las inversiones en Melilla con cargo a los Presupuestos
Generales del Estado y nos dice el delegado del Gobierno, Gregorio Escobar,
que no podemos quejarnos, que se nos da más que a otros españoles. Que pronto se olvida que en Melilla seguimos padeciendo un desfase histórico que exige de convencimiento, apuesta y compromiso con nuestra ciudad si en verdad
se quiere aprovechar nuestro ingente potencial como ciudad multicultural aquende el Estrecho, enclave europeo en África y plataforma potencial de la UE ante el Magreb. Melilla necesita de una política preferente mientras su paro rebase el ya de por sí extremo y preocupante nivel de desempleo que sufrimos en el conjunto del país; mientras que nuestros índices de fracaso escolar y de pobreza sigan siendo los más altos de España y mientras nuestra ciudad siga adoleciendo también de un déficit en infraestructuras y de un serio problema por la carestía con nuestros
transportes y comunicaciones con la Península. Melilla debe ser una cuestión de Estado pero no para esconder la cabeza cuando Marruecos pretende utilizarnos
como moneda de cambio, sino para convertirnos en plataforma que irradie valores democráticos y progreso a nuestro entorno. Y esto sólo es posible si el Gobierno de
la Nación, gobierne quien gobierne, lo asume abiertamente.