Manuel Quevedo, el presidente del Club Marítimo, me decía allá por el 2007 que en Melilla, en cuestión de regatas, “estamos inventando”. Se refería en concreto a la sinergia que poco a poco ha ido creándose en torno a la Semana Náutica y que, año a año, ha ido ampliando sus ramificaciones hasta conseguir implicar a un mayor número de melillense y entidades locales.
La Semana Náutica se ha convertido en el evento que mayores patrocinadores privados consigue, bien directamente en beneficio de la organización que lidera la Ciudad Autónoma, bien indirectamente para sufragar algunas de las embarcaciones que compiten en nuestra Regata. Además, se ha ganado por derecho propio el título de acontecimiento colofón del verano en Melilla.
Su propia filosofía, afincada en un grupo de técnicos pero también en medio centenar de voluntarios que, gratuitamente, trabajan para el evento, ha hecho de ella más si cabe un acontecimiento de marcado carácter local y popular. Hay que tener en cuenta
que la mayoría de las regatas se organizan por parte de clubes marítimos, sin la proyección ni la popularidad que se consigue en nuestra tierra. El hecho de que en sea una institución pública como la Ciudad Autónoma la que corra con toda su organización es lo que empieza a darle ese carácter singular y propio que nos ofrece esta nueva vertiente del deporte de la vela.
Aún así, la Semana Náutica, una vez consolidada, debe afrontar nuevos retos, con vistas a acortar su coste para las arcas locales sin mermar por ello su impacto turístico y económico para el conjunto de la ciudad, y su claro valor lúdico también para el conjunto de los melillenses.
La nueva Regata que se celebrará la próxima semana pretende presumir de ser la más austera de todas sus ediciones. Para empezar, su presupuesto inicial de 250.000 euros es el más bajo de cuantos se han previsto hasta ahora con cargo a la Ciudad Autónoma, aunque no sea mucho menor que el de la pasada edición.
No obstante, su nuevo responsable, el consejero de Fomento, Deporte y Juventud, Miguel Marín, aboga por seguir reduciendo costes de cara a años venideros.
Los espectaculares cócteles que se organizaban con ocasión de su celebración ya han pasado a la historia y prácticamente con cargo al presupuesto oficial sólo se mantiene la recepción inicial para patrocinadores, colaboradores y voluntarios a los que, lógicamente, hay que ofrecer algo a cambio de su entrega altruista en pro del mismo evento.
Es preciso continuar por tanto en la línea que busca aunar imaginación y coordinación entre las distintas áreas del Gobierno local para hacer posible que la regata logre traspasar aún más las puertas del Puerto Deportivo y hacerse del todo presente en el conjunto de la ciudad.
Convertida, por completo, en una apuesta por la clase club o crucero, que en su competición amateur no resta un ápice de valor deportivo a la prueba, la Semana Náutica sigue siendo una idea válida, a pesar de sus detractores, porque no sólo contribuye a proyectar Melilla o servir de motivo y ocasión para que barcos como el Sirius de la Armada hagan acto de presencia en nuestro puerto. Es un claro reclamo turístico que en esa línea más amateur logra desplazar a la ciudad a numerosas tripulaciones que, en muchos casos, mueven también en su rededor a amigos y familiares que llegan hasta Melilla por la vía convencional de nuestras comunicaciones con la Península.
En una ciudad como la nuestra, donde el derrotismo se impone muchas veces con facilidad, la crítica personal gana la batalla a la reflexión serena y constructiva.
En mi opinión, su celebración no es ningún derroche, sino una iniciativa válida que exige actuar sin complejos ni excesos y con mucha decisión y voluntad firme en beneficio de lo que realmente se quiere.
Creo que su anterior responsable, Francisco Robles, supo marcar el camino en ese sentido y que la nueva edición de esta Semana Náutica resulta una ocasión única para reconocerse su buen trabajo en pro del mismo evento.
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