Opinión

Nuestras propias decisiones

Uno de los aspectos que parece haber cambiado de manera significativa en el ámbito del interés colectivo de los españoles ha sido el de su ampliación a lo que sucede más allá de nuestras fronteras, en la convicción de que lo que allí ocurre, tarde o temprano, más bien temprano que tarde, tiene una influencia directa en nuestras vidas.

Ello obedece a múltiples razones que a nadie se le escapan, como son, en primer lugar, la naturaleza de nuestro mundo globalizado en el que, gracias a los medios de comunicación y a las posibilidades que nos proporcionan los modernos medios de transporte, las distancias parecen haberse reducido notablemente y todo fluye a una velocidad muchísimo mayor y de forma más sencilla que hace cincuenta años. Y ese todo incluye la información, las personas, las mercancías y los capitales.

En segundo lugar, para la opinión pública española, la presencia de sus militares en diferentes partes del mundo, parece haber acortado también las distancias hacia lugares antaño considerados como remotos y este pasado verano hemos seguido, con interés propio, lo que sucedía en Afganistán, porque allí estaban los nuestros.

Por último, la pandemia del COVID-19, con sus diferentes variantes y modalidades y con las diversas velocidades a las que se desarrolla el proceso de vacunación nos ha hecho percibir que nada de lo que pase en otras partes del mundo, bueno o malo, nos es finalmente indiferente.

En este ambiente de interés por lo que se produce más allá de nuestras fronteras se enmarca la sucesión de actividades que se han producido en diversos foros esta semana en Madrid teniendo como nexo común lo que sucede en el Magreb y más concretamente en Marruecos y en Argelia.

En primer lugar el Observatorio de Ceuta y Melilla, feliz iniciativa del Instituto de Seguridad y Cultura, que cuenta con poco más de un año de vida, ha presentado este pasado lunes su cuarto informe monográfico sobre la realidad de ambas ciudades titulado “Las pretensiones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla desde la perspectiva de la zona gris”. En el informe se efectúa una recopilación de las actuaciones llevadas a cabo por Marruecos desde hace años en perjuicio de ambas ciudades con la finalidad, cada vez más evidente, de generar dificultades a España para el sostenimiento apacible de la vida en las mismas. La lectura de la sucesión de estos cuatro informes es muy recomendable para adquirir conciencia plena de la realidad de la vida en ambas ciudades españolas y de la relación con su entorno inmediato.

Esa misma tarde del lunes, el Jefe de Estado Mayor de la Defensa, el Almirante López Calderón, durante uno de los habituales coloquios promovidos por el Club Siglo XXI, expuso sus consideraciones sobre el grado de amenaza que podría representar el creciente grado de adquisición de sistemas de armas por parte de las Fuerzas Armadas marroquíes, exponiendo su valoración sobre las razones para esas adquisiciones de armamento, no relacionadas con la estrategia marroquí sobre Ceuta ni Melilla, ni constitutivas de una amenaza para dichas ciudades. En mi opinión, también merece la pena consultar los pormenores de dicho coloquio aparecidos en los medios de comunicación.

Por último, en la tarde del miércoles, tuvo lugar una mesa redonda en el Instituto de Debate y Análisis de Políticas de Seguridad, protagonizado por el Embajador don Juan Bautista Leña Casas, antiguo Embajador de España en Argelia, entre 2004 y 2008 y el periodista, especializado en El Magreb y con amplísimos conocimientos sobre la realidad de la zona, Ignacio Cembrero Vázquez, que introdujeron para debate el tema de las repercusiones de las relaciones Marruecos-Argelia para Europa y en particular para España.

Durante dicho debate, se pusieron de manifiesto, nuevamente, las sucesivas actuaciones de Marruecos en relación con la ciudades de Ceuta y Melilla, desde la falta de reconocimiento de las aguas territoriales de ambas ciudades, el cierre de la aduana comercial, el cierre de fronteras, el cierre del paso de mercancías, las autorizaciones para las piscifactorías, hasta la manifestación más aguda de esas actuaciones, materializada por el paso consentido por las autoridades marroquíes de miles de sus ciudadanos hacia Ceuta el pasado mes de mayo.

Como quiera que tras la crisis de Ceuta del mes de mayo, se produjera una reacción unánime de la Unión Europea en defensa de las fronteras de la Unión existentes en ambas ciudades españolas y la llamada de atención a Marruecos sobre lo inaceptable de la última de estas actuaciones, se anunció la intención, por parte de las autoridades españolas, de acometer una serie de actuaciones a incluir en un Plan Estratégico específico sobre ambas ciudades, que, igualmente, aparecería mencionado, aunque, lógicamente, no desarrollado, en la revisión de la Estrategia de Seguridad Nacional.

Lo que ponen de manifiesto todos los informes que se elaboran, así como todos los coloquios y debates que se realizan, es que Marruecos adopta decisiones en defensa de sus intereses, acometiendo, para ello, diversas actuaciones en múltiples ámbitos, que, en ocasiones, entran en conflicto con nuestros intereses en esos mismos ámbitos. En principio, nada que objetar mientras se atengan a la legislación internacional y a los principios de buena vecindad y buen entendimiento. En caso contrario, nuestras autoridades han de plantear las objeciones que sean procedentes en el ámbito bilateral o el multilateral que sea preciso.

Al margen de ello y con independencia de lo que realicen los marroquíes en el ejercicio de su soberanía, lo que ya empieza a echarse en falta es la definición precisa de una estrategia propia para ambas ciudades en los ámbitos comercial, económico, político y social por parte de las autoridades que tienen la responsabilidad de promoverlo a nivel autonómico y nacional. Y no a largo plazo sino en el más inmediato futuro. No es posible mantenerse por más tiempo a la expectativa de lo que decida Marruecos y a partir de ahí actuar. Es perentoria la manifestación expresa de nuestras propias decisiones y la consiguiente ejecución de actuaciones que se deriven de ellas.

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