Los bailarines Natalia Leiva y Luis González llevan once y doce años, respectivamente, dedicándose a la danza. Para ellos no es un trabajo, es su vida, su forma de entender su existencia y de disfrutar de este mundo. Estos dos bailarines pertenecen al cuerpo del Ballet Circus Estatal de Argentina o Ballet Internacional de La Costa. ‘El Faro’ recoge sus impresiones sobre la ciudad, su profesión y las partes más destacadas del espectáculo que este verano han presentado en el escenario situado en la plaza de las Culturas, ‘Por vos... Argentina. Un Tango. Un Circo’.
–¿Qué tiene este espectáculo que le hace diferente a los otros dos que este ballet ha presentado en la ciudad?
–Natalia Leiva (NL): Es algo nuevo en muchas cosas y para muchos de nosotros también. Pero a todo se le pone ganas. Se extraña el viejo porque lo vinimos haciendo mucho tiempo. Eran coreografía de muchos años, si bien enredados en uno, fueron sacandose de muchos años. El primer año, hicimos un espectáculo y uno de los cuadros folclore estaba en eso, al tercer año, uno de tango y estaba ahí. Se unió todo y se cerró con músicos y salió ese espectáculo. Éste es diferente, porque es todo nuevo. Es un estreno, desde el folclore a la parte circense o la de tango, que tiene otra historia. Tiene una parte fuerte y otra al final, que es más caribeña.
–Luis González (LG): Lo que tiene este espectáculo también es que pasa por varias fases de sentimientos a la gente. Está el tango apache que lo que nosotros llamamos que da mucha angustia, luego está la parte circense, que da mucha felicidad. Después el folclore te abre un montón de sentidos a otra cultura diferente, lo que hace que la gente atienda y tenga muchos sentimientos. Y al final, el esplendor del tango, la fantasía y los saltos que es lo que la gente está viendo a lo largo de todo el mundo.
–¿Cuándo comenzaron en el mundo del arte?
-LG: A partir de los catorce o quince años, que empecé a bailar folclore argentino hasta los 18, que se ‘armó’ el ballet en nuestra ciudad y comencé con el clásico, el tango y la fusión de la danza. De ahí no ‘frené’.
–NL: En mi caso arranqué de chiquita, pero hacía español y otras cosas. A los 16 hice la audición para el ballet y ahí quedé hasta ahora. Así, llevamos tres años de gira por España, incluso fuimos a Perú.
–¿Cuáles son sus papeles en este montaje?
–LG: En realidad hay varias entradas. Está la parte del grupal de tango, también hago de payaso en la parte circense, y en folclore hacemos una fiesta folclórica argentina. Todos llevamos un papel importante.
–¿Es duro el trabajo de un bailarín?
–NL: Es un trabajo arduo. Tienes que trabajar todos los días para ir creciendo. Como que nunca se termina de aprender. Tenemos clases de contemporáneo, clásico, tango y en el espectáculo con la parte del circo hay que formarse para la parte de zancos y malabares. En su momento, hicimos ejercicios aéreos para lo que necesitabas hacer trabajo de brazos. Siempre es un trabajo continuo. Y para la preparación de esto llevas horas de maquillaje y preparación de la ropa. Lleva mucho tiempo.
–LG: Nosotros decimos siempre que en realidad es una vida diferente. Llevamos una vida diferente dentro de la danza porque te lleva todo el día ser bailarín. No es otra vida, no puedes ser una persona normal y ser bailarín. Al estar dentro del mundo del arte y ser un artista ya la vida es diferente a la vida común de los demás. Por suerte, somos bailarines profesionales y lo vivimos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Las 24 horas del día.
–¿La carrera del bailarín es más corta?
–NL: Es complicado, pero no quiere decir que no podamos seguir en esto. Podemos seguir enseñando y estar en el ballet. Cada uno tiene un grupo de trabajo en ballet, a parte de bailar, es decir, quien no está en coreográfica, está en vestuario, sino en la de prensa y difusión y digitalización de la música. Somos un equipo de bailarines y también somos un equipo que acompaña siempre a Osvaldo (Osvaldo Uez, director del ballet), pero aunque no esté bailando se puede aportar de otra forma al ballet. El que nos hace ahora la ropa, en su momento bailaba, y está en estos momentos en la confección del vestuario. Así que vamos cada uno aportando algo y esto se va siguiendo como una familia. Porque en realidad es una familia.
–¿Las giras son una alegría o en cambio se hacen muy largas estando tan lejos de los seres queridos?
–LG: En realidad es algo que nos llena. Esperamos siempre que venga otra gira. Nos encanta girar por cualquier parte del mundo e ir bailando, porque es lo gratificante, el crecimiento de poder bailar. Son las cosas buenas por las que dices gracias a Dios me dediqué a la danza.
–NL: Suponen un crecimiento personal y del grupo, que es una familia. Algo que en su momento era nada y fue creciendo con nosotros adentro. El ballet se fue formando con nosotros y ‘por ahí’, que el ballet que llega ‘acá’ tenga un nombre para nosotros es un ‘montón’, porque es un trabajo nuestro. Es algo extra. El ballet crece tanto cuando gira, que cuando no la tenemos es que nos falta algo.
–LG: Sí nos falta algo. Siempre lo hacemos para sumar más y que crezca.
–Estar de gira supone que cada día pisen un escenario diferente. ¿Cómo es esa experiencia?
–NL: Escenarios pequeños, grandes, escenarios que se rompen. Nos adecuamos siempre a todos. Nos trae una empresa que la verdad es que nos trata muy bien, no nos falta nada. Y la respuesta nuestra debe ser de la misma manera. Por más que nos toque bailar en un piso de cemento y que se nos rompa los zapatos, vamos a poner lo mejor y se va a hacer. Después se solucionará el zapato. Aquí el primer año que vinimos se nos cayó el escenario. No pasó nada, aunque obviamente tuvimos que parar porque no se podía seguir. Pero siempre se pone lo mejor de uno y sale.
–LG: En realidad nos adecuamos. Si tienen los vestuarios chicos o el escenario muy grande pues nos adecuamos. Todo le tiempo uno tiene la posibilidad de jugar con esas posibilidades que te dan.
–Seguro que tienen cientos de anécdotas de las giras, ¿nos comentan alguna?
–LG: La anécdota más graciosa fue la de acá en Melilla.
–NL: Terminó siendo graciosa, pero al principio fue un susto. Porque el escenarios e abrió en el medio y el chico cayó para abajo. Lo contamos y suena gracioso, pero en aquel momento nos asustamos porque se golpeó y no lo podíamos sacar de abajo entre los hierros y cortamos la función. Pero cada vez que nos acordamos nos da la risa.
–LG: A parte, lo gracioso de esta historia es que todos estábamos bailando a la vez y cuando en un momento saltamos, él desapareció del escenario. La gente creía que era un efecto nuestro de la coreografía y no pensaron que se había ido abajo porque el escenario se abrió. Nos reímos porque ellos pensaron “¡guau, qué bueno lo que hicieron!”. Pero en realidad no había ningún efecto.
–Cada cierto tiempo se pone de moda un baile, como la salsa, por ejemplo, ¿pero cómo hacen para que la gente continúe aprendiendo y conociendo danzas tradicionales de su país?
–NL: nuestro espectáculo en sí tiene fusión de contemporáneo clásico y un poco de ‘show’, pero no deja de perder la raíz. En el cuadro de folclore vas a ver folclore llevado a un patio santiagueño, que es de fiesta, pero no dejas de ver una danza tradicional con alguna figura de más, pero sigue estando el paso básico y la música tradicional. Este año tiene el tango algo variado, pero tiene la misma base.
–LG: La esencia nunca la perdemos. Siempre tratamos de mostrar lo primordial, la base del tango y del folclore y luego mediante actuación y algún personaje, con clásico y contemporáneo, se va expandiendo y se va haciendo ‘lindo’ para los ojos. Nosotros en nuestra ciudad, en la sede del ballet, damos clases a la gente y con el espectáculo hacemos que la gente diga “ui, ¡qué bueno lo que hacen los chicos!”. Entonces en el año se va a anotar a las clases que también damos nosotros. Hacemos el espectáculo y llamamos a la gente con eso. Luego, la gente se anota y seguimos dando folclore tradicional y tango. Es, un poco, devolver lo que la gente nos da con los aplausos.
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