Opinión

Nos comen las ratas

En noviembre pasado, El Faro publicó un vídeo de una rata desafiando a un gato en mitad de la calle en el barrio del Industrial. En aquel momento, nadie se tomó en serio el problema. Cuando un animal nocturno como las ratas sale en son de guerra a plena luz del día, es porque existe una superpoblación de su especie en la zona y no le queda más remedio que arriesgarse y pelear algo de comer en el asfalto.

Luego vino un segundo aviso, cuando en enero de este año los vecinos de la Victoria se quejaron de varios apagones en el barrio y el consejero de Infraestructuras, Rachid Bussian, dijo que se debía a mordeduras de ratas en el cableado de la zona. Según explicó, la Ciudad había sustituido esos cables porque estaban muy deteriorados por falta de mantenimiento durante años.

No se trataba de un caso aislado. El propio consejero Bussian admitió que había pasado algo similar en Los Pinares y en zonas colindantes.

Pues bien, la semana pasada, vecinos del barrio de la Victoria fotografiaron una rata de un tamaño considerable, deambulando por el patio de luces de un edificio, también a plena luz del día. Quienes viven en ese inmueble dan fe de que no se trata de un hecho puntual ni de un caso aislado. Es el pan nuestro de cada día, que les obliga a mantener las ventanas cerradas a cal y canto para evitar que los roedores se cuelen dentro de las casas.

En la cárcel de Melilla, una funcionaria denunció la semana pasada a la Secretaría de Instituciones Penitenciarias que había encontrado tres ratones dentro de sus zapatos, en la zona de vestuario de mujeres de la prisión.

Poco después la Asociación Profesional del Sindicato de Prisiones (APFP) dio testimonio gráfico de una rata monumental correteando por la cocina de la prisión, pese a a que ésta estaba impecablemente limpia.

Para entonces, el sindicato Acaip-UGT había denunciado que una plaga de roedores y mosquitos mantiene en jaque a los funcionarios de la cárcel.

Hay que sumar a este rosario de 'casos aislados' el de una vecina del Tesorillo que en declaraciones a El Faro aseguró que no se atreve a pasear con su perro por el río porque se le cruzan ratas gigantescas.

Pues bien, salta a la vista que la superpoblación de ratas está descontrolada en la ciudad. No hacemos nada con cambiar el cableado del barrio de la Victoria si no se desratiza la zona porque los roedores seguirán causando afectaciones al alumbrado público.

Si bien la Administración tiene la responsabilidad primera, los melillenses tenemos que poner de nuestra parte. Una buena forma de empezar, es evitando convertir determinadas zonas en vertederos ilegales porque todos sabemos que con eso favorecemos la proliferación de roedores. Ahí está el caso del estercolero denunciado por MelillaConBici en Cabrerizas, que Medio Ambiente limpió este viernes. A ver lo que nos dura.

A la empresa encargada de la desratización en Melilla habría que, como mínimo, pegarle un toque para saber qué está haciendo ante las constantes quejas de los vecinos porque literalmente las ratas nos comen. Esto no lo habíamos visto en años.

El grado de insalubridad que afrontamos los ciudadanos en Melilla nos ha llevado a estar en nivel 1 de alerta por rabia, sin que desde Salud Pública consigan controlar el problema. Las manadas de perros asilvestrados siguen erre que erre por las calles. De hecho, este sábado se vio a un grupo de perros callejeros paseando por el Parque Forestal, que estaba lleno hasta la bandera de familias disfrutando al aire libre.

No podemos seguir consintiendo que la Administración haga oídos sordos con el problema de las ratas en Melilla. Si queremos que desraticen, tendremos que denunciar. Hay que llamar a la Ciudad Autónoma y dar parte de que tenemos los barrios infestados de roedores. No es admisible que convivamos con perros con rabia y ratas en un sitio tan pequeño.

Por cierto, hace poco leía el comentario de un lector promarroquí que se burlaba de la insalubridad de nuestras calles. Yo estoy convencida de que ante la escasez de comida que hay del otro lado de la frontera, las ratas han emigrado en desbandada hacia Melilla. Tenemos las que teníamos y las que han llegado huyendo de Marruecos. Ya sabemos que cuando un barco se hunde, ellas son las primeras en abandonarlo.

Sólo hay que ver cómo vecinos de Kenitra han asaltado a los vendedores de los mercados empujados por el hambre y la disconformidad con el alza de los precios. Los mismos motivos que llevaron ayer a decenas de personas a protestar en Nador contra la inflación que les asfixia.

Marruecos ha llevado al límite a su gente creyendo que con eso era suficiente para minar la españolidad de Melilla y Ceuta y al final terminará lidiando con una primavera árabe que dará al traste con toda la corrupción y el clientelismo que arrastra desde hace décadas. Tanto da el cántaro a la fuente hasta que la rompe.

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