Todo interno que entre en el módulo sabe que de incumplir las reglas será expulsado. El módulo de respeto del Centro Penitenciario de Melilla está a punto de cumplir dos años. Será el próximo mes de agosto.
Durante este tiempo, han pasado por sus instalaciones alrededor de 260 internos. Actualmente acoge a unos 65, aunque según la Dirección del Centro, hay lista de espera para aumentar este número.
Su funcionamiento, dentro del Centro Penitenciario, aunque cumple las normas dictadas por la Dirección de Prisiones, tiene una forma de gestión un tanto singular que, desde luego, está resultando provechosa.
De entrada, existe una comisión de acogida que explica a los internos que entran por primera vez el funcionamiento del módulo. “Todos conocen las normas y todos tienen que respetarlas y cumplirlas” explican.
También cuentan con una Comisión de Conflictos, que es la encargada de poner paz entre los internos si se da el caso de algún roce entre ellos. De esta forma zanjan el problema y toman la decisión de imponer el castigo, que incluso puede suponer la expulsión del interno del módulo.
En estas decisiones, tal y como explicaron desde la Dirección, “no solemos tomar parte y sólo ellos deciden”. Eso sí, indicaron, aquel interno que sea expulsado del módulo no vuelve a entrar, ni siquiera si ingresa de nuevo en la prisión por otro delito.
El colectivo que conforma el módulo de respeto está dividido en seis grupos, de tal forma que cada uno tiene asignado una serie de tareas –limpieza de sala de comedor y desayuno, del patio, duchas y baños, de la sala de televisión, etc; evidentemente unas más apetecibles que otras–, que van intercambiando semanalmente a tenor del comportamiento de cada uno de ellos.
Además, cuentan con un taller de educación vial, que se ofrece a todos los internos nuevos, y que tiene una duración de casi tres horas. También desarrollan un taller de informática, con un curso en el que actualmente participan 17 personas.
El curso de instalador eléctrico quizá sea uno de los que más solera tiene por el tiempo que lleva funcionando. Gracias a él se están llevando a cabo algunas reformas en las celdas, en concreto cambiando algunas de las luces antiguas, un poco escondidas y que no iluminaban todo lo que debieran por otras nuevas, de menor consumo.
Al margen de ello, también está trabajando en la ampliación de la instalación de agua caliente con placas solares. Actualmente cuentan con dos depósitos de gran capacidad “pero cuando llega el invierno hay tortas por ver quien se ducha primero, porque hacerlo con agua fría no sienta bien”, comenta alguno de los internos entre bromas y risas de todos ellos.
Por su puesto, cuenta con un taller ocupacional, en el que se desarrollan muchos trabajos manuales. En concreto, ahora están diseñando barcos que realizan con cerillas, aunque un paseo por cualquier espacio de este módulo demuestra el trabajo que han realizado con anterioridad, ya que prácticamente todas las lámparas están realizadas con este material.
El internado del módulo de respeto se encarga igualmente de servir la comida a sus compañeros y no lo hace desde un espacio cerrado, sino en el propio comedor “y además sin tener ningún problema”. Existe un orden y respeto en el turno para la comida y nunca se ha producido ningún tipo de problema.
Incluso, se utilizan cucharas y tenedores de metal, así como vasos de cristal –algo impensable fuera de los módulos de respetos–, que se recuentan una vez usados para que no falte ninguno –cosa que por otro lado, según cuentan, sólo ha ocurrido una vez, localizando el tenedor entre la basura, lugar al que había ido a parar por descuido del interno, como él comentó–.
Las ventajas de este modulo de respeto son, en opinión de la Dirección del centro, realmente cuantiosas. Ha bajado significativamente la conflictividad y realmente funcionan como una gran familia.
Existe un ambiente de camaradería, donde todos ponen de su parte para tratar de convivir en armonía, realizando una serie de tareas, muchas veces cotidianas, pero que ayudan a hacer más llevadero el tiempo de condena por el delito cometido.
Hay tiempo para el juego –patio con partidos de fútbol–, para ver la televisión, leer en la biblioteca e incluso salir de excursión, como se hace semanalmente en una marcha de catorce kilómetros que ahora, en temporada de verano se suspende por hacer mucho calor.
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