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Un nómada volcado en aplicar la técnica para mejorar la vida de otros

  • Ricardo Domínguez es un geógrafo melillense que dedica su vida a la cooperación internacional

  • Ahora está de asesor técnico de un proyecto de la FAO en Guinea Ecuatorial

Ricardo Domínguez ha pasado gran parte de su vida profesional enseñando a diferentes comunidades a cómo vivir mejor aprovechando todos los recursos que tienen alrededor y aplicando algo de técnica. Se ha dedicado a la cooperación para el desarrollo, palabras que resuenan en nuestra mente sin saber muy bien en qué consisten estas acciones.

No hay mejor forma de explicar qué es la cooperación y la labor de este geógrafo melillense que haciendo con él un recorrido por su biografía profesional.

Sobre sus espaldas hay miles de vivencias en países de todo el mundo donde ha podido experimentar que, con una visión algo más imaginativa y dando una vuelta más a una reflexión sobre un problema real, las soluciones se encuentran al alcance de la mano. Es un nómada sin residencia fija que asegura que ha aprendido más de lo que ha podido aportar.

Afirma que lo más complicado cuando llegas a una región para emprender un proyecto es convencer a estas personas de que estás allí para trabajar, no de vacaciones, pues muchos lugares donde van de cooperantes son destinos turísticos.

Trabaja actualmente para la FAO (Organización de Naciones Unidades para la Alimentación y la Agricultura). No es casual su labor en esta entidad. Pero lo cierto es que su historia no es común. Los miembros de diferentes entidades de la ONU suelen entrar cuando son jóvenes y a él le ha pillado ya esta oportunidad peinando canas.

Domínguez habla pausado. Quizás sea deformación profesional, pero explica su vida como una lección que debe aprender un alumno. Trasmite tranquilidad, sabiduría y sonríe cuando rememora momentos felices de esa profesión, que le mantiene en el mismo continente que Melilla, pero a miles de kilómetros de su ciudad natal, ya que actualmente vive en Guinea Ecuatorial.

En este país, es asesor técnico principal del proyecto de ‘Evaluación de los Recursos Pesqueros’ de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Desde esta institución se trabaja en reforzar las capacidades del Ministerio de Pesca, en realizar una estimación del recurso industrial y artesanal y se ha hecho un censo de pescadores artesanales, para saber cuántos hay y cuántas capturas hacen.

Proyecto en Guinea Ecuatorial

Además, Domínguez señaló que se ha hecho una campaña de investigación para saber cuáles son los recursos pesqueros de Guinea Ecuatorial. De esta forma, se puede estimar cuántas licencias de pesca se pueden dar por cada especie, regular las vedas y los paros biológicos. Se formó a técnicos guineanos para ello y ahora podrán saber si hay barcos sin permisos pescando en sus caladeros.

En las manos de este melillense también está un proyecto de pesca artesana para saber cómo secan al pescado y si tiene garantías sanitarias. Se centra en mujeres que también son agricultoras, a las que imparten formación para que saquen más provecho de sus huertos, puedan tener excedente y venderlo a un precio justo.

Pero este melillense reconoce que no seguiría enganchando proyecto tras proyecto si no estuviera con él Maica Cuenca. Ella también es de nuestra ciudad. “Solo no podría haber seguido. La cabeza necesita cierta estabilidad”, afirmó de su pareja. Subrayó que no podría haber ‘sobrevivido’ a los seis años en Namibia sin ella.

El inicio en Andalucía

Fue en 1987 cuando comenzó su andadura en la cooperación para el desarrollo. La Junta de Andalucía le contrató a través de la Agencia de Medio Ambiente para llevarle a la República Dominicana. Recordó que fue Andalucía la primera comunidad autónoma que firmó un acuerdo con el Ministerio de Exteriores para poder emprender proyectos de este tipo. De hecho, en aquellos años no existía la Agencia Española de Cooperación Internacional, apuntó.

En este país, situado en la zona central de las Antillas, comenzó su andadura en La Isabela. Allí estuvo hasta el año 1991.

Volvió a España para trabajar en la escuela pública de Animación Sociocultural, donde formó a los voluntarios para las olimpiadas. Llegaron 13.000 jóvenes, aunque sólo se escogió a 3.000 para dar servicio a los Juegos Olímpicos. Pero para no desperdiciar ese talento se constituyó el programa ‘Cicerone Sevilla’, un centro para formar a voluntarios de cara a la Expo 92. Comentó que este proyecto recibió muchos premios porque fueron más de 60.000 los sevillanos que trabajaron de voluntarios en aquellos meses.

El Quinto Centenario

En el año 1995, coincidió en una visita a la ciudad con Aurel Saba, que fue nombrado presidente para la Sociedad Quinto Centenario. Saba quería saber si en Melilla se podría montar un programa de voluntariado para las actividades de la celebración de los 500 años de la ciudad como española. Domínguez presentó un proyecto junto a Pedro Maya, y fue encargado del área de eventos culturales.

Este melillense recuerda aquellos tres años como una experiencia bonita e intensa. Fueron unos 6.000 los melillenses que se formaron, aunque fueron 3.000 los finalmente escogidos.

Estos trabajos relacionados con el mundo del voluntariado tienen una relación muy estrecha con la cooperación internacional. Comentó que es algo básico de la cooperación técnica.

Pero pasan los años y cuando termina la celebración del Quinto Centenario, este melillense vuelve a la península. La crisis del Gobierno local lleva a todo este potencial humano a la calle. Un equipo de unas doce personas termina sin más porque no se supo aprovechar el esfuerzo que habían realizado estos expertos. Habían preparado a 3.000 personas, organizaron más de 300 actividades culturales, publicaron decenas de libros e incluso redactaron un Plan Integral de Turismo, que nunca se llegó a aplicar. Fue una fuente de conocimiento que se desaprovechó.

En cualquier caso, Domínguez cree que el destino le llevó, de nuevo, lejos de Melilla.

Tras esta iniciativa continuó en agencias de desarrollo local en un pueblo de Sevilla. En vacaciones y en esos meses en los que no tenía trabajo, Domínguez mantenía el contacto con un grupo de investigación de la Universidad de Sevilla. Con estos profesionales participaba en proyectos de cooperación realizando la asistencia técnica. Estuvo en América Latina y África, aunque sobre todo participó en proyectos en la República del Chad.

En 2001 o 2002, no recuerda bien, Domínguez recibe la llamada de Javier Castroviejo, uno de los fundadores del parque nacional de Doñana. Le da la posibilidad de viajar a Senegal y liderar un equipo para formular la primera reserva de la biosfera transfronteriza en África, en el delta del río Senegal y junto a Mauritania. Esto formaba parte de un programa de la Unesco. Fueron tres años los que estuvo en esta tierra. En ese proyecto había otro melillense, Rafael Cámara, con quien aún mantiene contacto.

Namibia y los topnaar

Namibia fue su siguiente destino. La ONG Amigos de Doñana le llevó allí. En este país creó una fundación público-privada, gracias al dinero que aportaron empresas españolas. Namibia es uno de los caladeros de pescado más importantes del mundo. Son muchas las empresas que tienen la obligación de ejercer esa responsabilidad social corporativa.

Con fondos de varias entidades y ese dinero de las empresas comenzaron con un proyecto en un grupo indígena: los topnaar. Para los que deseen conocer mejor esta historia hay un corto sobre ellos: ‘Los que viven en la niebla’. Los topnaar se llaman así mismos “los que viven en el borde”, porque residen junto al desierto de Namib-Naukluft, uno de los más fríos del mundo. Tienen un consejo real de quince miembros, en el que en 2004 sólo había dos mujeres, pero cuando el proyecto de Domínguez terminó, en el año 2010, había mayoría de féminas. El objetivo era darles más conocimiento y empoderarlas.

¿Qué ocurría en esta zona de Namibia? Cuando llegó sólo había 750 miembros de la etnia diseminados en 25 kilómetros cuadrados y catorce poblados. Había una alta incidencia de sida y malnutrición. Se trabajó, sobre todo, con las mujeres más mayores. Debían ser las líderes de la comunidad porque, al final, todo giraba en torno a ellas. Era un sistema de matriarcado, pero no lo sabían.

Agua de la niebla

Se mejoró sus condiciones de vida sacando agua de la niebla. Es que este fenómeno meteorológico marca el ritmo de esta población porque hay 300 días de niebla al año, aunque sea un desierto. Se fijaron en cómo la naturaleza resolvía este problema, pues hay escarabajos que lo que hacen es poner su culo de cara a la niebla y coger agua. De esta forma, idearon unas redes normales de invernadero de un metro cuadrado instaladas en las casas y se llegaban a recoger hasta 25 litros de agua al día.

En las 95 viviendas se situaron estas redes y luego se construyeron otras diez comunales de doce metros cuadrados para recoger agua para las cabras y vacas y dos grandes de 25 metros cuadrados que permitían llenar unos depósitos grandes para dar agua a los antílopes, guepardos y todos los animales del desierto.

Esto permitió tener un huerto para las familias “porque 25 litros era demasiado para ellos”. Aunque esta agua había que filtrarla o hervirla porque la niebla venía del mar y traía muchos sulfatos.

Cocina sin humo

A la vez se puso en marcha un proyecto de cocina ecológica, que permitía usar poca leña. Pero esto tuvo dos efectos positivos, por un lado, el agua hervía, algo que no siempre se conseguía con un fuego abierto. Por otro, se redujo el 100% del número de quemaduras y bajó el índice de enfermedades respiratorias porque no había humo en las casas. De hecho, las mujeres celebraban que ya no olían. Han pasado a ser 1.300 miembros y aún mantienen el contacto.

Con otros programas sobre la mesa, Domínguez optó por una propuesta de la Cruz Roja Española en Sudán. En 2011 hubo un referéndum por el que el sur (cristiano y pobre) se separó del norte (musulmán). Allí cerró todos los proyectos de esta ONG en el norte. De esta parte de su vida profesional recuerda los campos de refugiados de Darfur como una de las experiencias “más impresionantes”.

Una empresa española

Cuando terminó la entrega de los proyectos de Cruz Roja, Domínguez se sacó una plaza en Cooperación Española en Mauritania. Desde 2011 hasta 2014, estuvo en este país. Fue jefe de un proyecto para desarrollo rural, pesca, medio ambiente y seguridad alimentaria. En este caso, también le tocó montar un campo de refugiados porque coincidió con la guerra de Mali. De su estancia en este país destacó la participación de una empresa familiar melillense, Total Logistic, para crear un sistema de distribución de pescado.

Este país es otro de los grandes caladeros del mundo y este negocio melillense ganó un concurso internacional para desarrollar esta acción. Lo que se planteó en Mauritania era cómo la población de este país se podía beneficiar de los acuerdos de pesca con la Unión Europea. Se acordó que el 2% de la cuota de pescado de la UE pasara a ser congelado.

Total Logistic fue a Mauritania y desarrolló todo un sistema de distribución de este producto a todo el país. No se entregaba sin más, sino que se vendía a 0,3 céntimos de euros el kilo. No sólo se hizo el estudio de dónde instalar las cámaras frigoríficas, las zonas de acopio y las rutas de los camiones, sino que se formó a los técnicos para que montaran y mantuvieran las infraestructuras, así como se enseñó a conducir a los camioneros. “Es uno de los proyectos estrella de la cooperación española y salió de las cabezas de varios melillenses”, subrayó.

El pago, con SMS

El pescado llega hasta el último pueblo del desierto mauritano con este sistema. Quien gestiona la venta son cooperativas de mujeres y el pago se realiza por mensajes de móvil. En este país no hay grandes entidades bancarias, sino pequeñas cajas y para evitar movimientos de dinero se optó por que los ciudadanos paguen con sus créditos de teléfono.

Pero este modelo de distribución del pescado les permitió también establecer una vía para llevar legumbres y verduras de unas zonas a otras del país. Las cooperativas de mujeres que se dedicaban a la agricultura recibieron formación para vender sus productos frescos a un precio justo y con el excedente, hacían mermeladas, conservas o lo secaban. El proyecto terminó a los tres años.

Durante un tiempo Domínguez estuvo indeciso sobre su futuro. Diferentes países se pusieron a un paso de ser su siguiente reto. Antes de ir a Guinea Ecuatorial en 2014 estuvo en otras iniciativas, una de ellas con Naciones Unidas. Participó en estudios sobre áreas naturales y espacios protegidos y cómo mejorar la creación de electricidad, por ejemplo, a través de la reforma de dos centrales hidroeléctricas que habían construido los españoles.

También ha estado con el proyecto ‘Redd+’ y a la vez se presentó a una plaza para analizar los recursos pesqueros de Guinea Ecuatorial, donde se encuentra actualmente con la FAO, sin saber cuál será su siguiente reto.

“No puedes llegar a un país y repartir tablets a todo el mundo sin ver sus necesidades”

Ricardo Domínguez explica que “no puedes llegar a un país y repartir tablets a todo el mundo. Siempre tienes que contar con un socio en el lugar y ver qué necesita realmente la población sobre la que vas a actuar. Además, hay que ser respetuosos con sus tradiciones y cultura. También hay que aprender a decir que no”. Este melillense señala que alguna vez se ha encontrado con personas que querían más dinero para el proyecto, pero una vez que se acuerdan las condiciones, hay que cumplirlas al máximo o no se lleva a cabo la acción. La cooperación que emprende Domínguez es técnica, es decir, de las que enseñan a pescar, en lugar de dar el pescado, aunque esta frase sea simplista para explicar su labor. No se trata de ayuda humanitaria, sino de mejorar las condiciones de vida dando herramientas a la población. “Lo importante y lo bonito” de los proyectos en los que ha participado Domínguez es que continúan cuando se va del lugar en el que los implantó. Los topnaar siguen utilizando las cocinas ecológicas y han aumentado su número hasta más de 1.300 individuos. “La cooperación internacional es mucha paciencia y negociación hasta que sale adelante el proyecto, que tiene que ser un valor añadido que se tiene que quedar en el país. Yo soy el que abre la puerta y el que la cierra. El primero que llega e inicia la actuación y el último que se va”.

“Si el dinero se entrega a las mujeres, da resultado; ellas invierten en sus hijos”

¿Por qué todas las ayudas en las que ha participado están enfocadas a las mujeres? “La base de cualquier país son las mujeres. Las que cargan con el trabajo duro son las mujeres”. El primer proyecto de cooperación que hizo en República Dominicana (1986) fue un claro ejemplo. Crearon un parque y tenían contratados a cuatro chicas y otros diez hombres de un pueblo de unos 70 habitantes. “La primera nómina la pagué un viernes y el lunes estaban sus mujeres en la puerta para pedirme el sueldo. A partir de ese momento venían las mujeres para recoger la paga. Esto pasa también en otras comunidades sin importar la religión ni la cultura. Si el dinero se entrega a las mujeres, da resultado. Ellas invierten en la educación de sus hijos y en ellas. No hay que generalizar, pero por norma general y en zonas rurales, el dinero que se da a un hombre se pierde en cosas no importantes”.

 

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