No me lo tengáis en cuenta

Ayer me pasé tres pueblos utilizando palabras altisonantes que molestaron, y con razón, a mucha gente, y no sólo a políticos, de esta ciudad.

Quería llamar la atención sobre la necesidad de que exista un acuerdo (que no hay que firmar sino asumir) entre la prensa y los políticos para que comunicados que se pueden enviar por la mañana no lleguen a las diez de la noche a los periódicos.

Cuando una información que no es trascendental llega a un periódico dos horas antes de la medianoche, trastoca la organización del diario y la vida de los periodistas. Somos de los profesionales con tasas más altas de divorcio porque nuestras parejas no aguantan los horarios que tenemos. Eso hace que muchos tiren la toalla y abandonen la profesión.

Sin embargo, lejos de poner el dedo en la llaga, terminé utilizando varios términos hirientes que podía haberme ahorrado porque sólo aportaban insultos, que han desviado la atención de lo que quería decir. Ha sido una torpeza y no se me caen los anillos por reconocerlo. No soy de las que escurren el bulto. Si me equivoco, lo asumo. Si me paso, me disculpo.

Se lo reconocí a un político que me escribió ayer por la mañana. Porque una cosa es escribir en caliente sobre algo que a mí personalmente me afecta y cabrea mucho y otra es leerlo por la mañana con el desayuno delante.

Sé cuándo me vengo arriba y ayer fue uno de esos días. Tengo mi gente que me jalea por WhatsApp y Messenger, pero una cosa es gustar a los tuyos y otra atacar por amor al arte. No creo que los políticos de esta ciudad ni sus responsables de prensa son esto o lo otro. Usé un término en tono coloquial, pero negro sobre blanco no hay matices. No quise decirlo, pero lo parece. Mal por mí. Por favor, no me lo tengáis en cuenta.

Cuando decidí ponerle a esta columna ‘La Jabalina’ lo hice porque quería que estas líneas sirvieran como lanza: quiero pinchar, pero deportivamente, sin hacer sangre, porque me gustaría contribuir al debate sano, no a crear un clima de animadversión que no es bueno ni para mí, ni para nadie.

He sido injusta porque tal y como está escrito el artículo parece que sólo son unos los que tienen la mala costumbre de dejar para el final del día noticias que pueden perfectamente enviarse por la mañana. Pero esa desconsideración no la tiene nadie en exclusiva en esta ciudad. Son muchos los que abusan de las notas de prensa a deshora.

Los periodistas de Melilla podemos dar fe de ello. Es una deformación que se ha superado en ciudades como Madrid o Murcia. Los políticos, del gobierno y de la oposición, quieren salir en la prensa y saben que mientras más temprano mandan la noticia a las redacciones, más espacio consiguen. Eso lo hacen porque tienen en sus gabinetes a periodistas curtidos durante años en las redacciones que además de hacerles las notas de prensa, les asesoran en materia de comunicación.

Necesitamos que eso ocurra en Melilla. Otra cosa es la noticia que tiene lugar por la noche: entregas de premios, Miss y Míster, festival de cine, carnavales... En estos casos es decisión del periódico si lo saca o lo guarda. Yo soy partidaria de no guardar nada en la nevera porque cuando elegimos a una reina de las fiestas, por ejemplo, todo el mundo quiere ver la foto por la mañana. Otra cosa es que la crónica la ampliemos al día siguiente. A eso me refiero.

He cabreado a mucha gente y no era mi intención. Mucho menos hacerlo cuestionando los orígenes ni insultando a nadie. No es eso lo que quiero para esta columna.

Cuando recibí ayer un aluvión de mensajes, me di cuenta de que algo no había ido bien. Yo tengo mis fans, pero ayer me escribió gente que nunca me escribe.

Doy por hecho que a muchos les pareció que me había pasado tres pueblos, aunque no me lo dijeran.

Yo quiero que en Melilla lleguemos a un acuerdo porque es bueno para todos, pero sé que el insulto es enemigo del consenso.

Habrá quien entienda que se trata de respetar el trabajo de la prensa. Sé que algunos aceptarán mis disculpas, pero también habrá quien no me lo perdonará nunca y esperará agazapado la hora del juicio final. Sé que donde las dan, las toman. Escribo porque quiero y eso da una libertad terrible.

Muchos no entenderán que recule. Siento decepcionarlos, pero con esta columna intento repartir parejo, sin ensañarme con unos más que con otros. No me caso con nadie. Por lo menos lo intento.

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