La opinión pública internacional se ha volcado con los refugiados sirios que llegan a Europa, exhaustos, a través de los Balcanes.
La foto del pequeño Aylan ahogado en una playa turca revolvió estómagos y conciencias. De pronto a Europa le empezó a importar lo que le está sucediendo a los miles de padres y madres sirios que, con sus hijos a hombros, intentan escapar de la barbarie del Estado Islámico o de los bombardeos indiscriminados.
Es evidente que en la crisis de los refugiados, como en la vida misma, la solidaridad va por barrios. La gente no recibe igual a los sirios en Austria (con aplausos) que en Melilla (con la frontera de Marruecos cerrada a cal y canto).
Ayer volvió a ocurrir. La Policía marroquí volvió a blindarse contra los refugiados y cortó, por tercera vez este mes, el tráfico de vehículos en su frontera para impedir que unos 200 sirios consiguieran cruzar a España para pedir asilo, reunirse con los familiares que ya están de este lado de la verja o simplemente conseguir dormir bajo techo después de un periplo interminable por Turquía, Libia, Marruecos...
¿Cuántas familias españolas podrían soportar un viaje tan largo con sus ahorros? Probablemente muy pocas. Del otro lado de la frontera hay refugiados que no tienen donde dormir porque no pueden pagar a las mafias los entre 2.000 y 3.000 euros que les exigen por un pasaporte marroquí.
Puede que hoy tengamos otra concentración de refugiados en el control fronterizo de Marruecos. ¿Cuántas más hacen falta para que les dejemos llegar a la oficina de asilo de Melilla?
Desde la ONG Prodein aseguran que es nuestro país el que le pide a la Policía de Marruecos que controle el acceso de los sirios a la ciudad porque a la oficina de asilo le faltan manos para tramitar tantas peticiones de protección internacional en un solo día.
Confiemos en que la escasez de efectivos policiales en Melilla no esté detrás del sufrimiento de las familias sirias que anoche durmieron a la intemperie en Beni Enzar y Nador. No podemos permitirnos la crueldad de dejarlos abandonados. No podemos permitirnos otro Aylan sólo porque faltan manos de este lado de la frontera. Los melillenses no nos merecemos otra portada de los medios extranjeros tildándonos de insolidarios. Ya tuvimos suficiente con las concertinas.
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